martes, 20 de mayo de 2025

 

                                 

 

“Manolito Porras” (Foto cedida por sus hijos y nietos)

 

 

                                       REHÉN DEL “MAQUIS”

 

          Cuento con la suficiente edad y claridad de memoria para   recordar el fenómeno del “maquis” que, tras la guerra civil de 1.936, tuvo como escenario bélico-político aquella España maltrecha, hambrienta y enlutada, que en un número de sobre 50.000 estaban echados a la sierra luchando contra Franco para traer de nuevo la República según ellos comunista. En realidad la guerra civil en armas no terminó hasta 1.952.

          En mi adolescencia  fui rehén   del “maquis”  autóctono, que por aquí se le aplicaba un apelativo menos romántico: “rejuíos” (huídos a la sierra).

 

           En plena guerra aún, cuando el ejército del llamado bando nacional tomaba una  ciudad, o pueblo (principalmente éstos), algunos activista del bando vencido, autollamados  “rojos”, lograban escapar de los ajustes de cuentas tan despiadadamente  prodigados por uno y otro de los bandos  en liza cainita y, se refugiaban  en los lugares más intrincados de los campos,  en especial en las abruptas sierras próximas, que solían conocer dado que la mayoría eran campesinos; conocían la ubicación de alguna cueva, u oquedad,  en donde se guarecían    de las inclemencias ambientales y de sus perseguidores.

 

          De ellas solían  salir a “operar” o a suministrarse, adquirir noticias, etc, a horas intempestivas, generalmente al amparo de la oscuridad nocturna, lo que por su conocimiento del terreno, no era óbice para sus correrías de descubierta utilizando senderos, trochas  y veredas ocultas entre la fronda serrana en busca de  provisiones. Para ello, visitaban cortijos  cuyos dueños les eran afines, bien por ideología, por dinero o por miedo, que  todo se daba. De estos cortijos se llevaban armas de caza y guarda que no tuvieran declaradas  (costumbre  entonces   muy extendida entre la gente del campo),  comida, ropa, mantas, linternas, e incluso, faroles de aceite y torcía. Según la situación económica del labriego, le solían exigir prestaciones económicas, aunque el dinero lo  conseguían  principalmente por los rescates obtenidos para soltar al rehén que lograban apresar, como fue mi caso.

 

          Estos guerrilleros no tenían otra esperanza de futuro que  la caída  del régimen franquista, totalmente acorralado por el  boicot de las naciones triunfantes de la  segunda guerra mundial, una España destruida por la guerra civil inapelable, y una posguerra que trajo hambre, enfermedades y miserias.  Su esperanza, pues, era que, amén de su lucha armada en frentes de “guerrillas”,  ganara la guerra mundial el bando afín a sus ideas, sobre todo la Rusia comunista sin desdeñar a Estados Unidos.

 

          Así, pues, la guerrilla llevaba a cabo una lucha desesperada para una guerra ya perdida por el bando republicano, ya  frente popular durante la guerra civil; de facto,  los maquis autóctonos y los venidos de Francia animados por Santiago Carrillo y otros correligionarios exiliados hicieron que  la guerra civil   se prolongara, aunque de forma no abierta, en frentes y acciones de aguerridos guerrilleros  hasta el año 1.952.

 

          Esa es la realidad de verdad y, así,   lo recogen en sus obras de investigación la mayoría de autores españoles, como también   los  hispanistas extranjeros que escribieron sobre nuestra guerra civil --sobre la que, dicho sea de paso, se han vertido y vierten más mentiras que de ninguna otra a escala universal--, y lo vimos y  lo recordamos quienes vivimos aquella aciaga época.

 

             Grupos iniciales venidos de Francia y distribuidos por distintas provincias de la geografía española, intentaron contactar para hacer un cuerpo de ejercito compacto del  “maquis” (1) creado  en Francia, insisto,  por guerrilleros  exilados al terminar la guerra española, quienes, durante la invasión de la Francia por los alemanes, estuvieron integrados en la “resistencia” contra éstos, en donde adquirieron una extraordinaria  experiencia y destreza en la lucha de guerrillas, tal demostraron en la España franquista.

 

          (1) “Maquis”: Voz francesa  de origen corso que significa terreno cubierto de malezas. Término adoptado por la UNE (Unión Nacional Española), organización de exilados  antifranquistas, predominantemente comunistas presididos en el exilio por Santiago Carrillo.

 

          Las fuerzas franquistas que vigilaban  los pasos fronterizos de los Pirineos para impedir el paso a España de estas fuerzas de “liberación” desde Francia, consiguieron derrotar, una vez tras otra, el intento de introducir por tandas un ejército guerrillero de  80. 000  combatientes, pero, no obstante, la lucha no cesó, como digo antes, hasta el año 1.952. Así pues, los guerrilleros “autóctonos” (casi nunca llamados “maquis” en su propia zona de operaciones, sino “rejuíos”,  “refugiados”,  “bandoleros”, ó, simplemente, “los de la sierra”), organizados, con tácticas bélicas, cual íberos redivivos, en grupos o “partidas”, que lucharon por su cuenta mientras, en  su esperanza de derribar el régimen de Franco, esperaban la ayuda del “maquis” que desde la Galia les debía enviar el ya mentado  Santiago Carrillo, tal hizo en infinidad de ocasiones pero, sistemáticamente, iban siendo capturados, abatidos o rechazados a su punto de origen por  las fuerzas del general dictador (Guardia Civil, Policía Armada, somatenes, etc) no más traspasar los puertos  de los Pirineos, no sin duros enfrentamientos e importantes bajas por ambos bandos. Los que lograban pasar al interior, si bien sumaron fuerzas contra el régimen, parece  que  en pocas ocasiones  consiguieron  engrosar las filas de los autóctonos  para constituir  el proyectado cuerpo de ejército (unos 50.000 guerrilleros formidables conocedores del terreno) y atosigar al ejército regular hasta la terminación de la II Guerra Mundial y,, coadyuvar desde dentro a la quimérica invasión de España por el bando  ganador en la Guerra Mundial.

          La primera tentativa de entrada en España desde Francia, se dio en la noche del 3 al 4 de octubre de 1.944 por 800 guerrilleros de la 54 brigada enviada por Carrillo que entraron por Roncesvalles, pero fueron vencidos por un destacamento de la Policía Armada. A partir de ahí se fueron sucediendo de forma continuada nuevos intentos.

          Durante  todo el periodo que los ¡rejuíos” o “gente de la sierra” operaron por Cártama sólo consiguieron dineros mediante el rescate de rehenes en tres ocasiones: Por el hijo del industrias López Gutierrez, 25.000 pesetas, del padre, labrador, del joven de 17 años Juan Berrocal Castro, 16.000 pesetas y, por mi secuestro en el mes de agosto de 1.945 (tenía yo 14 años), la cantidad del rescate quedó reducida a la mitad de las inicialmente exigida por liberarme indemne.

          El secuestro no fue al salir de la escuela como se afirma en algún sitio por uno de los “rejuíos”. Yo que estudiaba bachiller en Cabra estaba de vacaciones; aquel día se estaba aventado una parva de trigo en la era de la labor de mi padre, muy enfermo ese día por uno de sus ataques de epilepsia. A la atardecida, decidimos ir a quitarnos el tamo de la paja al “pozancón” dándonos un baño de la Estaca en el Guadalhorce; íbamos, el boyero Antonio, el manigero, Paco Pupilo, el morero, Niño de la Ramona y yo.   Cuando íbamos por una linde entre dos hazas sembradas  de maíz, nos salieron cuatro “rejuíos” (dos por delante y dos por la espalda) y, en muy poc as palabras dijeron que me llevaban secuestrado y que le dijeron a mi padre que les enviara 10.000 pesetas por le camino que hay paralelo al soto y que se hiciera y n otra y ya le saldrían al paso en algún sitio y, muy seriamente, que hasta pasado dos días de entregado el dinero  no osaran decir nada a la Guardia Civil, si querían salvar mi vida. Así era siempre. El problema, como digo antes, era que mi padre estaba enfermo inconsciente en cama por la alta dosis de luminal y luminaleta que se le suministraba para que durmiera yno le repitieran los ataques. Le contaron el problema a González Marín, mi amigo entrañable, y exigió a todos juramente de no decir nunca nada a nadie de aquel asunto. Pepe González Marín llamó a Manolito Porras, que era mucho de su casa y este (se decía que cómplice del “maquis” y de la Guardia Civil a la vez) dijo: “Pepe González, nada de 10.000 pesetas, dame 5.000 pelas y con esto se van a tener  que apañar; que venga conmigo Antoñico para que el muchacho, al verlo, se tranquilice porque estará asustado después de dos días y dos noches en poder de de los de la sierra. Para no farragar el relato no entro en más detalles, salvo que  mi miedo desapareció cuando oí  gritar: “Compañeros soy Manolito Porras que traigo el encargo; viene conmigo Antoñico…” Eso fue a las 8 de la mañana y a las diez estaba yo en mi casa.

          El resto de la historia  no es de relatar; con lo dicho es de esperar haber trazado los suficientes rasgos de aquella lucha en una España por demás empobrecida y martirizada por las secuelas de una cruenta y estúpida guerra entre hermanos, para poder hacerse el lector idea del contexto de la vivencia personal que a continuación describo y, el ambiente sociológico local y comarcal en que tuvo lugar.     

           En Cártama, a tal efecto estuvo varios años desplazada una compañía de moros regulares, que en una ocasión, al topar con una partida de “rejuíos”,  protagonizaron  algún que otro pintoresco episodio.

 

 

 

                            

                     

(1) No fue a la salida del colegio: Quiere decir, estando de vacaciones cuando estudiaba en Cabra. Este testimonio lo recoge el autor del libro, con el que hablé después, de las declaraciones de “rejuíos” apresados por la G. Civil.

 

                         “Lo normal es que las autoridades adjudicasen a los guerrilleros más delitos de los que en realidad cometían, y eso es lo que ocurrió a esta partida en numerosas ocasiones. Como en Abril de este mismo año de 1946, que se cometió un secuestro en Cártama al niño Juan Berrocal Castro de 16 años, en el cortijo Alcántara de la Dehesa Alta, del cual obtuvieron 16.000 pesetas, de las 25.000 que inicialmente pedían. Después de esto, y sin abandonar Cártama, secuestraron a un muchacho de 14 años, y del que obtuvieron 5.000 pesetas. Tal acusación me fue desmentida por el segundo niño secuestrado, quien resultó ser  Francisco Baquero Luque, vecino de Cártama, el cual me aseguró que quienes le secuestraron a él fueron: El Corbata, El Sargento y dos Cazallero; y que resultaría liberado a tan bajo precio gracias a la intervención del entonces conocidísimo artista, don José González Marín  a través del “enlace” de la G. Civil con los “rejuíos”, Manolito Porras, “hermano de leche del rapsoda”

                                                                                                                                              El Rubio Brescia, guerrillero hasta la muerte

                                                                                                                                                Autor: Fernando Bravo

 

 

                                            

Juan El Cazallero, jefe de la partida que me secuestró y al que, paradójicamente,  llegué a tomar cierto afecto: por él no temí nada durante el cautiverio.

 

                                                                                                                                                       (Foto cedida por F. Bravo)

 

 

 

                                                           

                                          Escribiendo  este trabajo hace casi tres lustros que ahora  pienso incluir, actualizado,  en  m/libro, “ECOS DE LA ALHÓNDIGA”.

                                                                                                                                                                                (Foto: José Juan Bedoya)