En la noche con guiños de estrellas y cri cri de grillos,
estremece el ánima el maléfico chirrío de una lechuza;
de lontananza, desde la ribera, llega un ladrar de perros;
y desde las sombras atisban pardos mochuelos cejijuntos.
Tarabita del molino harinero en el centro del
pueblo
y una fantasma es guardiana de los que pelan la pava
cabe los chumbares oscuros del viejo Toledillo,
mientras repica en la oscuridad un lejano cencerro arriero.
Huele el pueblo a heno, a panes y a cabrerizas
lecheras,
mientras sube del río un frescor de sotos y cañaveras
y hay lejanos rumores de
platillos de carretas camineras.
Conforman el pueblo del alma, un cuadro de
misterio
sosegado y un dulce sonar de gramolas en las tabernas,
regalando
los eternos cantes de nuestra tierra próvida,
que tiene un río entrañable con su puente legendario,
que hermana a las gentes de la
noble villa.
Y por ello nuestro pueblo es crisol de una bella historia
Pero hoy
Cártama siente nostalgias de sí misma...