La cultura humanista, la que
forma integralmente a la persona humana y le da pátina y carácter propio a los pueblos, tiene que ver con la formación en las
humanidades clásicas que en nada se asemeja
a la llamada cultura municipal, o “popular”, que suele impartir las instituciones no
docentes de forma rutinaria y capitalizadas
ideológicamente, más propio ello de una dictadura --de dictado a (las masas)-- que de una democracia auténtica.
La cultura popular, o
municipal, es equivalente al “pan y circo” de la lejana civilización
romana formada en sus bases principalmente por la “plebe” y los esclavos de la
ciudad de Rómulo y Remo. Ahora, predomina en esta seudocultura popular
un descarado culto a la personalidad por
cualquier chiquilindongui de turno, por lo general indigentes de caletre
y disidentes del tajo, que en cuanto acceden al pesebre público se dedican a
excluir del concierto civil a quienes
saben más que él no le vayan a hacer sombra. La emprenden hasta con la memoria
egregia de personajes muertos, caso de José González Marín.
Al enunciar aquí el término humanidades, nos referimos al conjunto de estudios y disciplinas alusivas
a la historia, literatura, filosofía, etc. y, a las ciencias humanas en general, de cuya
lectura, y de ninguna otra forma, conste, se accede a la cultura. Cultura nace de
lectura.
Dejemos por hoy esta reflexión; Mañana (D.M) será
otro día.