LA VEJEZ
Tú que anciano te sientes,
y la áspera senectud
te hace señas en tus adentros
y ora inclinado con andar torpe
rigiéndote vas con bastón
que de varita de olivo hízote
un buen amigo para recuerdo.
Torpe el oído y el cabello, que
ya queda, tórnase blanco;
no te acobardes ni cedas
tus principios, ni pienses en el
sepulcro frio y, cultiva
tu alma como rosa en el rosal,
ni contemples con doliente desvarío
el rápido descenso del final.
Te encorvas porque te llama la tierra
y en casa del padre ella te espera.