Feijoo
lo describía magistralmente. Es decir, no es de ahora sino que viene de antiguo,
quizás de Maquiavelo o Castiglioni, la falacia de que Dios se explica en la voz del pueblo (vox populis, vox Dei). Ello autorizó,
arguye Feijoo, a la plebe para tiranizar
el buen juicio de quienes piensan sin tener que ir en manadas (las piaras no
piensan) porque, aquellos, se han erigido en caraduras dueños
de las masas y sus cacúmenes y por ende, crédulas y mamasopas, arrogándose, los
muy cabrones, potestades casi tribunicias capaces de oprimir cualquier nobleza: cívica, política (si es que de ésta
queda algo), social e individual.
(Si
alguno de los aludidos entre líneas osa
oponer virtuales argumentos a la verdad que vierto arriba, yo invocaría en mi defensa un verbigracia categórico cual
el “caso” paradigmático de Cataluña, en donde unos “pseudo cabezas pueblo”,
minoritarios en Cataluña, y no digamos en relación a España, traen en jaque a la patria continente de dicha
región que suma 47 Mill. de seres humanos, sumidos en la angustia por estos presuntos
delincuentes sin que, a la mierda de
gobernantes y oposición que tenemos le asistan huevos ni generosidad con sus
votantes para atajar el entuerto) Eso alegaría yo.
Todo
me ha venido al caletre porque hay en Cártama, en donde moro y escribo, un fulano (un ejemplo por muchos y consabidos) con asidua presencia en las redes (por
Internet me lo topo a veces) que si, un suponé (en este caso hecho cierto), el
Cronista Oficial de la Villa dedica un
trabajo historiológico al ágape que un alcalde de los años 20 del pasado siglo
(o sea, un siglo ha, retengan el dato) dio como agradecimiento por un bastón de mando
que le regalaron los vecinos adeptos,
dicho fulano internauta, como es indefectible en él, inserta un comentario
crítico, de corte demagógico patológico
sobre el normal evento, de este sapiencial tenor: “ Fernando ---al dicho
cronista (por lo visto valor entendido)--- en la “afoto” se ve que no invitaron “al
pueblo, ¡eeeeh!”. (Sí, un siglo ha, chispa más, chispa menos...)
La
verdad patente (esto sí que es “vox populis) es que cuando un tonto coge una
linde, ni la linde deja al tonto ni, el
tonto, deja la cantinela molesta y
monocorde de creerse el vértice
coronado de, ¡¡¡EL PUEBLO!!!.