Cuando estudiando Bachiller en Cabra venía a vacar a casa, mi
padre, dueño de una mediana laborcilla agrícola de esas de pan comer, no me permitía “echar barzones y holgar como un gamberro por esos ríos” (decía él) y,
me ponía a guardar guarros, segar carretadas de alfalfa para pasturar el ganado
vacuno y mular, asurcar, atajar, regar
metido en agua de almatriches hasta las pantorrillas sin calzado, capar melones, sandías, pepinos, “jundir” tomates, dar punta de batatas y, otras faenas labriegas.
Los guarros, ¡como me
los sugieren hoy los políticos! (no es delito la comparación según la propuesta
de ley que ellos acaban de meter en el Congreso), porque los gorrinos en
pastureo lo hozan y se comen todo y, en cuanto el porquero se descuida, se
escapan a un cantero de batatas, maizal o melones y no paran de comer de lo ajeno
hasta que se ahítan y, ya le puedes terciar el látigo, la puntera de la honda o
cruzarle la verdasca en lo alto del lomo o en el hocico gritándoles
¡¡¡¡guiiiiiiiní!!!! que, terminaban comiéndose lo mal afanado pese a que sabían que detrás iba el leñazo; pero , el
primal o primala, es sabido, no soltaba
la mazorca de maíz, la batata o remolacha que tenía trincada con el hocico.
Ahora tenemos
elecciones en la región andaluza y, hay sentados en el banquillo de la Justicia
dos expresidentes de la Junta, consejeros, etc, por presuntamente haber hozado
miles de millones de euros de los andaluces (que volverán a votarlos) y, no hay
ni chispa de indicios de que suelten el dinero de los trabajadores que tienen
garrapiñados entre sus hocicos. ¡¡¡Qué
van a devolver lo hozaado…!!! ¡¡¡¡¡Quiá!!!
La propuesta de ley
que la izquierda acaba de llevar al Congreso viene a pedir (en coherencia con
sus condiciones humanas), que no sea delito “ el ultraje a España ni a sus
símbolos; ni el enaltecimiento del terrorismo (agraviando a sus víctimas); ni
las injurias a la Corona ni al gobierno (si es de derechas)”; ni a los
tribunales, ni a la Fuerzas de Seguridad (¡un viva a ellas desde esta humilde
ventana!); ni, por supuesto, a los sentimientos religiosos.
Siempre agradecí a mi
buen padre, honrado y valiente a carta cabal, que me enseñara a valorar a los
políticos poniéndome a guardar guarros en aquel entonces, aún con diez años.
¡Si sabré yo bien lo que es un político!
No alcanzo, empero, a comprender, a los para mí entrañables
políticos de mi pueblo, quienes aún no
han sido capaces de explicar al pueblo por qué le quitaron el nombre, que por
derecho propio siempre tuvo, de José González Marín, al Teatro de Cártama,
sustituyéndolo por un topónimo de una sóla palabra que de por si es una
cursilada y una falta de ortografía. ¿Que
por qué no se lo restituyen…? Se cree que porque a gobierno y oposición les
falta humildad, trapío y cuajo para ello. Y también un tanto de despecho porque
querían titularlo con el nombre de la Reina Sofía y hacerse la consabida foto
pegaditos a su regio costillar; pero, la Gran Reina doña Sofía dijo que nones y,
los mandó a freír espárragos. Pero ya digo, eso se arregla con humildad y cuajo
con lo que evitarían el ridículo en el que el “caso” tiene sumidos por doquier a todos los cartameños. No es para menos.