Ayer tuve
la alegría de ser visitado, como casi a diario por otros, por dos viejos y queridos amigos desplazados
desde Málaga para acompañarme un rato.
Uno, periodista, el otro abogado, ambos jubilados pero con arrestos para
echarle a la vida lo que la vida de hoy demanda.
Ambos
conocen Cártama y admiran su historia,
sus tradiciones y, de una manera especial, a la figura insigne de José González
Marín. Sobre este paisano nuestro que llegaron a conocer y del que supieron
siempre, en especial por mis libros y glosas periodísticas, me dijeron al citarlo que lo hacían con
enorme zozobra intelectual habida cuenta
del trato que desde hace 63 años que murió sigue en candelero en hemerotecas,
redes y prensa, menos en Cártama, “de la que era Hijo predilecto oficialmente, Excmo. Señor por estar en posesión de la
Gran Cruz de Isabel la Católica, condecoración que le otorgó la II República
por su labor cultural por todo el mundo de habla española, y protagonista de un
hecho singular: Escenificación de la poesía que puso al alcance del pueblo, amén
de que fue primer actor de las compañías de Teatro más famosas de España y
algunas (María Guerrero, Enrique Borrás, etc, del mundo)…”
Y cuando más dolor
sentí fue cuando me informaron de que las
difamaciones de Cártama contra su Hijo Predilecto y, el extremoso detalle de que el Ayuntamiento
actual ha quitado su nombre al Teatro de Cártama que lo llevó siempre, tiene
descalificada a esta villa de romances por donde quiera que se saca a relucir
su nombre fuera de la política. “A mi no me hables de Cártama que ha demostrado
ser un pueblo sumamente inculto, desagradecido con el hijo que más hizo por su
pueblo y le dio fama mundial…, es lo que, Paco, contesta la gente cuando se saca a relucir este pueblo”.
Lo peor es que decían
la verdad y, pese a ello, hube de defender a mi pueblo alegando que eso era cosa
de cuatro descerebrados, con clínico afán de notoriedad exclusiva (“…yo, yo,
yo cantaba la rana, la rana humana… qué monótona y repugnante es la rana humana…”) decía Benavente en
su conocido soneto. E insistieron mis
ilustres visitantes: “Paco, moral y culturalmente tu pueblo no resiste el
análisis”. ¡Qué vergüenza pasé!.-