Es un dolor
sin tope, sin sosiego, hermano:
Hablábamos
varias veces en semana y esa noche
En nuestra plática
no supe intuir que la serpiente
Estaba
enroscada a tu corazón con fruición de muerte.
En tu charla
fraterna poco te faltó para mostrarme
Dulcemente el hical, pero tu verbo vehemente sólo
Hablaba de
mi operación quirúrgica de aquel día
Y ahora se
que tu voz era como un regazo de amor,
Ahogando
recuerdos de dulces horas que
Para
siempre, hermano del alma, dejabas
atrás.
No será este
el momento que yo las rememore,
Las lágrimas ocupan aún toda mi memoria.
Pero es verdad que llorar y llorar de nada sirve
ya,
Con seguridad, tú hombre bueno, en la Casa del
Padre
Estas ya en do algún día nos veremos
con todos
los que allí están, pero también es verdad
que
“algo se muere en el alma cuando un hermano se
va”
Pese a ser
cierto, yo lo creo, que un día nos reuniremos
Del Padre en una ribera nemorosa con cantos
De alondras
líricas y gorjeos de sentimentales ruiseñores.
Me gusta
esta elegía, Juan, porque
al tiempo
que gemido, es un grito de amor que brota
del alma
compungida y ello, es también consuelo.
Está cerca el otoño y los mirlos seguirán cantando
En la copa del limonero y, subirá la niebla desde el río
y yo te seguiré sintiendo cercano en el recuerdo
y en mis venas seguirá corriendo sangre fraterna, esa
que hace a los humanos más amados, más fraternos, más unidos...
Está cerca el otoño y los mirlos seguirán cantando
En la copa del limonero y, subirá la niebla desde el río
y yo te seguiré sintiendo cercano en el recuerdo
y en mis venas seguirá corriendo sangre fraterna, esa
que hace a los humanos más amados, más fraternos, más unidos...