Es chocante que una mera e indigente caletral Corporación
Municipal o, un descerebrado parlamento autonómico, pueda suprimir
unilateralmente manifestaciones culturales patrimonio multisecular de toda la Nación a la que rige el gobierno central, por ejemplo, las corridas de toros y
otras manifestaciones ancestrales
también el punto de mira de estos dictadorzuelos descocados.
Ante estas insólitas atribuciones, quizás legales pero a todas luces
indecentes (¿puede ser legar lo indecente…?), no sería de extrañar que cualquier
día nos sorprendan estos chquilindonguis
de calaña tal, restaurando el
medieval derecho de pernada (vean en un
diccionario su concreción) a favor de la
clase plutocracia imperante y, con toda seguridad les entregaríamos nuestras novia
la noche de bodas para que ellos sean los primeros conforme a este derecho, y, nos
resignaríamos silenciosos, sumisos y
obedientes.
En este contexto tenemos (un ejemplo de esperpento político por
miles) el “caso” de un político malagueño que, a lo que se dice, pide se
promulgue una ley prohibiendo a la gente el consumo de carne de cerdo “para no molestar a nuestros amigos los
árabes” Y, ¡coño!, qué decir de ese otro “suceso”, también en Málaga según la
prensa, de una recién licenciada en derecho que comparece ante el Colegio de
Abogados malacitano a inscribirse y al reparar que en el impreso aparece el
nombre del Rey (jefe del Estado), alega que no se inscribe por ello. La Junta
de gobierno del Colegio, en vez de mandarla a capar monos, quita dicha clausula
para que en lo sucesivo no moleste a ningún otro juriscantano.
Si todo esto, y más que vemos a diario, no es síndrome
de que media clase política está ya “chalá”
, que baje dios y lo vea. Además, los tales han perdido la vergüenza torera