Estoy pensando con tristeza infinita (tengo hijo y nietos) que a mis 88
años estoy viendo las mismas cosas que encontré al despertar a la vida
racional, cuando con poco más de cinco años recién cumplidos a mi alrededor no
veía más que odios, negrura social, reyertas entre políticos fanáticos sin
escrúpulos morales ni respeto a la vida ajena, fruto de lo cual rara era la
mañana que los ojos no se me llenaban de lágrimas de ver a un hombre con las
manos atadas a las espaldas y una chusma que siempre oscilaban de 10 a 16
dándole empujones y vejándole con insultos y acusaciones inventadas que, según
los asesinos en grupo, eran motivos graves de muerte, tormento físico y moral
previo. Después, a veces, en la misma punta del pueblo a 100 metros de mi
vivienda, se oía una orgía de disparos al cuerpo de una persona de orden,
inocente y que no tenía las manos manchadas de sangre y, se le mataba como a un
perro sin pensar nadie que aquel reo del odio tenía mujer e hijos que, un día,
reclamarían justicia. En eso me he puesto a pensar al leer en este medio un
comentario de cierto político.