En aquel entonces, así eran las salidas y procesiones de la Virgen delos Remedios, cuya imagen aún no era de interés turísticos ni otras martingalas de sospechoso laicismo. En su aportación literal al programa de fiestas de este año, Miguel Ruíz Maldonado me lo recuerda emotivamente.
Esto que vemos en documento gráfico inapelable, lo hizo, y hace, posible el genial artista cartameño que se la llevó a América cuando en el año 1.936 se había decretado su quema. Y dice Simón Bolívar ante los que amenazan miedo y silencio imponen como dueños falaces de su verdad: "Con la verdad (real) ni temo ni ofendo"
Haciendo un poco de historia de nuestra Patrona en relación a sus nombres a lo largo de los siglos: Según una leyenda común a otras imágenes de la comarca, como la de la Fuensanta de Coín, la imagen se le apareció a un pastor al que le pidió que en el lugar en el lugar en donde se ella se le aparecía le erigieran una Ermita y así se llevó a cabo. Pero eso es mera leyenda sin ningún asomo de verosimilitud; La imágen, arzonal, fue una aportación a Cártama de los Reyes Católicos al tomarle la villa a los moros en abril de 1.485 y, a partir de entonces, es decir, siempre, fue titulada VIRGEN DE LOS REYES, por Fernando e Isabel, aunque ésta, embarazada de su hija Catalina que después fue desafortunada reina de Inglaterra, no estuvo presente en la toma de Cártama y Coín.
El Título de Virgen de los Remedios se lo impusieron los frailes trinitarios que estuvieron en Cártama asistiendo a los enfermos de la peste en el año 1.579, y ante el milagro de sanación de apestados que hizo la Virgen, según los anales, los frailes le llamaron La Remediadora o, de Los Remedios, inducidos a ello porque esta es la advocación de la Patrona de la Orden Trinitaria.
Ciertamente, nuestra imagen Patronal se ha distinguido siempre por la cantidad de milagros indiscutibles que ha hecho a lo largo de los siglos y no solamente el de la Peste que dio lugar a su actual advocación.
Ya es hora de ser coherentes con la historia, sin, por supuesto, minimizar el valor intrahistórico de las leyendas tradicionales de los pueblos, muchas de singular belleza lírica. Pero en nuestro caso la realidad del milagro de la peste supera en emoción a la leyenda de la llamada Virgen del Monte, que, repito es pura leyenda que no debe ser politizada sesgando por omisión ante el pueblo la grandiosa historia de los Reyes Católicos.
Con tal artilugio historiológico los tomos que los contiene pierden valor y se les ve el plumero.