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(De mi libro en creación; “Memorias
de un niño de la guerra”)
1.936
Fascismo
y comunismo son las dos palabras que más recordamos de aquellos años los que
éramos niños, “niños de la guerra”; momentos tensos de la preguerra, guerra y
postguerra civil. Tiempos convulsos en los que el Frente Popular y el Frente
Nacional se empeñaron en que España viviera una aciaga confrontación fraticida
so pretexto de ser unos, u otros, de izquierdas o de derechas, sinónimos
entonces, y después, de marxismo y
fascismo respectivamente.
Nací el año treinta y uno del pasado siglo, y
recuerdo con nitidez inusitada que vivíamos con suma angustia en medio de un caos social y político, que
hasta los niños de más de cuatro años no dejábamos de percibir.
Incardinada
en ese desbarajuste social (así es el ser humano) existía otra preocupación lúdico-social de la
que se hablaba con la misma pasión que de política: Los toros.
Gil
Robles, Largo Caballero, Calvo Sotelo, Dolores Ibarruri (más conocida como La Pasionaria ), Azaña,
Prieto, Franco (héroe de la guerra de
Marruecos y, el general más joven de Europa), eran los nombres que más se nos
gravaba en la memoria.
De
la Fiesta Nacional lo eran Domingo
Ortega, Rafalillo (íntimo amigo, como otros muchos toreros, del genial
cartameño, González Marín, en cuyo
despacho-museo aún puede admirarse un traje de torear que aquel le regalara),
los Bienvenida, Chicuelo, Márquez, Pericás, Gitanillo de Triana (“Curro Puya”,
el de las verónicas de carteles).
En
definitiva, la eterna enseña de la España recalcitrante: “Lidia. Lid. Lucha. Muerte”, y,
subsiguientemente, angustia social, panorama sombrío, impotencia de unos políticos y agresividad temeraria de
otros, deserciones, conspiraciones,
cárceles, burgueses acobardados y desafío altanero proletario, detenciones;
latente premonición de los temibles “paseos” ya antes del Frente
Popular. Quienes conocimos aquello, hoy sentimos aprehensión fundada
2
de julio de 1.936. Fiestas de San Fermín en Pamplona; 8 toros para Manolo
Bienvenida, Domingo Ortega, “Rafalillo”
y Pericás. Tiros en la calle; desde un coche son tiroteados dos falangistas en
una terraza en fiestas; poco después, mientras la corrida sigue su curso de lid
y muerte, otros dos hombres mueren a pistoletazos casi a bocajarro al salir de la Casa del Pueblo. La guerra no
empezó el 18 de julio, latía desde mucho antes de su estallido. En las calles
de las grandes ciudades, enormes
cartelones con la Hoz
y el Martillo y el consabido letrero, “Viva Rusia”. En el Teatro, Estrellita
Castro con su caracol en la frente cantaba: “Mi jaca galopa y corta el viento, cuando pasa por el Puerto caminito de
Jeréz...” García Lorca acababa de escribir, “Llanto por Ignacio Sanchez
Mejías”, muerto de una cornada del toro, Granaino, de Hermanos Ayala, en Manzanares:
Las cinco de la tarde.
Eran las
cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo
la blanca sábana
a las cinco
de la tarde...
El toro ya
mugía por su frente
a las cinco
de la tarde...
En la
otra orilla del Estrecho, maniobras militares. Acumulación de fuerzas en Llano
Amarillo. Se analiza por el ejército la situación del país. “La República se hunde y
hasta Maura está convencido de que el remedio es una dictadura republicana
nacional...”; por toda la geografía patria enormes retratos de Stalin con el insidioso, “viva
Rusia”. ¿Y las libertades democráticas? Para la mente de los contendientes esto
era ya otro cantar. “¿Libertad, para qué?”, le había dicho Lenin a Fernando de
los Ríos cuando éste visitó Rusia, de donde volvió decepcionado.
10
de julio de 1.936. De nuevo cartel de lujo en Pamplona: Ortega, El Estudiante y “Rafalillo” Y ... “el vino que tiene Asunción ni es tinto ni
blanco ni tiene color..” A Mola en
su despacho pamplonica le quema el teléfono en el oído. De improviso, un telegrama cifrado. Aquel 10 de julio de
1.936, Franco, que en Tenerife ha vacilado hasta ahora si unirse, o no, a la
sublevación, ante la muerte de Calvo Sotelo, decide hacerlo. Mola, de
inmediato, le exige el mando de las
tropas de Marruecos.
En
la referida corrida de abono, los
mentados toreros, Ortega, “El Estudiante” y “Rafalillo”, arrullados por la pasión irreflexiva de la masa, cortan orejas y rabos a sus respectivos lotes, de la ganadería de Galache
En
los tendidos vinos y fiambres, se hace la ola y se canta: “uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, 4 de abril y... ¡18 de
julio! España corta, oreja, rabo y
pata…