Pan amasado en la artesa,
Pan hecho con las
manos
Cuando se amoldaba a puño la masa
Y yo ayudaba en su
faena a la madre guapa
Que ya jadeaba por la brega
Y le colgaban por la cara sus guedejas bellas.
Ella ya daba signos
de cansancio
que pellizcaban
de sufrido amor mi alma,
y mis puños de hombre con 15 años
hendían el mazacote con fiero ahínco
para ahorrarle trabajo a la madre buena
que aun cantaba
canciones
pero ya no plantaba rosales junto a mi ventana,
porque dejamos de vivir
en casa de campo
y pasamos a la villa en do tenía la escuela…
Cuando comía de aquel
pan
Cocido al horno con ramón de olivo,
Siempre caía en la
cuenta exacta
De lo que nos cuesta
el pan nuestro de cada día,
Que hasta el propio Cristo ya lo tuvo en cuenta
en la oración que Él mismo nos enseñara:
“Padre nuestro, danos el pan de cada día”