Fueron
muchas las veces que en mi niñez presencié, con ánima compungida, la escena que
aquí voy a referir y, a confrontar con la realidad al respecto de estos tiempos que corren.
Entonces,
en las casas de labor solían tener varios perros para que guardaran
la hacienda, ahuyentado zorros robagallinas
de los gallineros o, avisando con sus ladridos peculiares (en tales casos) de la cercanía de cacos que con
frecuencia robaban algunas reses vacunas o, alguna bestia, mientras el boyero dormía en la
noche su cansancio del día en la besana.
Cuando alguna de esas perras
paría (de seis a ocho perritos) bajo las
garberas de ramón de olivo u otro sitio
oculto, los trabajadores y dueño de la labor se daban cuenta por las mamas de
la perra repletas de leche que había parido; buscaban el oculto sitio en que
tenía los perritos y se los tiraban a las acequias que los llevaban ya ahogados
al río y, por éste, iban al mar. No había otra solución, ya que criar seis u
ocho perros que engrosarían los que ya había en la gañanía, obviamente era desproporcionado e inviable.
Pero ahora viene la parte
sentimental. Aquel zagalillo, que era yo,
vi constreñido más de una vez la siguiente
escena, de extrema dureza para el alma de un niño; por poner un ejemplo, una vez fue asina: Me di cuenta de que el boyero había apartado haces de leña de olivo hasta llegar al nidal de los
perrillos y, los fue echando hasta seis en una espuerta. La perra madre le
miraba con expresiva tristeza en si faz
canina: Yo, desde la acequia próxima vi lo que estaba haciendo el boyero y me escondí
curioso
tras las sierpes de un granado cerca del borde de la acequia, a donde
sabía que iría el operario a tirar los perrillos a su corriente. La perra le
seguía rozándole con el hocico los
pantalones, cual implorando clemencia de madre; el raptor vació la espuerta en el
cauce de la ancha acequia; vi, como ya sabía de antes, que los perrillos de
apenas dos días de nacidos, braceaban sus manillas y no se hundían ¡ya sabían nadar por instinto!, y lo más sorprendente, esquivaban la corriente y se pegaban
a las hierbas del borde protegiéndose en
él para no ser arrastrados.
La madre de inmediato se tiró al agua y cogió con su boca a uno de sus hijos y lo llevó corriendo a una vieja corraleta próxima abandonada, y lo puso tras un matojo que ocultaba uno de los comederos solares de la corrala; después fue por otro y otro, y otro… hasta cinco (uno se lo llevó la corriente), y a aquella perra que durante el acarreo por el boyero de sus hijos a la acequia se veía que lloraba, por empatía con ella hizo que al niño que era yo le brotaran borbollones de lágrimas agazapado tras las sierpe del granado.
La madre de inmediato se tiró al agua y cogió con su boca a uno de sus hijos y lo llevó corriendo a una vieja corraleta próxima abandonada, y lo puso tras un matojo que ocultaba uno de los comederos solares de la corrala; después fue por otro y otro, y otro… hasta cinco (uno se lo llevó la corriente), y a aquella perra que durante el acarreo por el boyero de sus hijos a la acequia se veía que lloraba, por empatía con ella hizo que al niño que era yo le brotaran borbollones de lágrimas agazapado tras las sierpe del granado.
El
boyero, se había percatado de mi presencia y de que había llorado por lo que él hizo con
los perrillos. Y me platicó con dolor: ”Mira,
ni a tu padre ni a nadie le diré lo que ha pasado y en donde la perra ha “acubrilado”
sus perrillos, pero hijo, piensa en lo que te voy a decir: "Cuando esos
perritos, ya destetados por la madre para criar otra camada, sean grandes, se irán por esos campos y montes
convertidos en perros salvajes y, para
comer, atacaran como fieras los chivos y
borregos de las piaras de cabras y ovejas
y a otros animales, y no dejaran conejos ni liebres y, hasta al hombre atacarán si se ven apurados, y entonces sufrirán más matados necesariamente a tiros. No creas que yo no tengo sentimientos
y le tiré a la perra sus perrillos sin
dolor de corazón igual que tú, pero la vida es hoy por hoy así, hijo…, lo
malo es que a veces se hace con criaturas ”
Hoy yo, a mis 89 años dentro de un mes, pienso en la ley de eutanasia que el PSOE (¡¡precisamente!!) prepara para establecer la muerte de viejos “para evitar costes sociales" (¡¡el PSOE precisamente!!); una pareja de Palencia ha tirado hace unos días su niño recién
nacido al río, a diferencia de la perra antes descrita y, ¡¡¡¡el aborto!!!, con su técnica ad hoc para
matar niños no ya recién nacidos, sino en el vientre de sus madres haciendo en él
una carnicería de seres humanos inocentes. Y
a eso llaman, ¡¡¡¡¡PROGRESO!!!!.
El progreso nunca lo trajeron los políticos, estos no han inventado ni la burda y bendita fregona, y, no digamos, la radio, la Tele, la lavadora, el frigo, etc.etc., eso fue fruto del trabajo de gentes emprendedoras y no de indigentes intelectuales políticos, la mayoría disidentes del tajo.
Hoy la ley protege la vida de los animales con sumo rigor y a las personas embozadamente, con leyes, se matan. ¿Quienes hacen las leyes? Parecen hechas por las mascotas.
El progreso nunca lo trajeron los políticos, estos no han inventado ni la burda y bendita fregona, y, no digamos, la radio, la Tele, la lavadora, el frigo, etc.etc., eso fue fruto del trabajo de gentes emprendedoras y no de indigentes intelectuales políticos, la mayoría disidentes del tajo.
Hoy la ley protege la vida de los animales con sumo rigor y a las personas embozadamente, con leyes, se matan. ¿Quienes hacen las leyes? Parecen hechas por las mascotas.