COMO OPINARON LOS
TOREROS DE FRANCO
LUIS MIGUEL “DOMINGUIN”
No puedo precisar exactamente
el número de veces en que tuve oportunidad de hablar con el Caudillo. Si puedo
decir que han sido muchas, sobre todo con ocasión de cacerías en que hemos
estado juntos. Afortunadamente he tenido
la suerte de que, al ser varios días seguidos de cacería, existía más comunicación
durante los almuerzos y cenas, unidas al
ambiente de convivencia. Franco era un hombre que hablaba muy poco y con una
disciplina impresionante. Escuchaba y recordaba cualquier cosa que se le dijera
y daba siempre la impresión de que le conocía a uno a fondo; una mirada suya
era suficiente para sentirse como desnudo ante él. En cuanto a lo de si se
interesaba por los problemas profesionales de los toreros diré que estaba muy
interesado, teniendo como tenía conocimiento de mis continuos desplazamientos a
Hispanoamérica, por el desarrollo político y económico de la América Latina,
los ambientes taurinos de aquellas tierras y todo lo relacionado con nuestra profesión.
Siempre me extrañó – sigue diciendo Luis
Miguel “Dominguín” – impresionó de un modo profundo el conocimiento que tenia
especialmente de los toros que lidiaban, al comentar las corridas a las que asistía;
además de tener un muy buen criterio sobre las dificultades que presentaban los
toros, siempre me decía algo referente a lo cansada y ajetreada que era nuestra
profesión , no solo por los continuos
viajes y traslados de lugar a que nos obligaba continuamente, sino también por
la variedad y condición psicológica de
los públicos ante los que teníamos que enfrentarnos cada tarde, un día y otro…
Tuve ocasión de hablar
con el Caudillo cinco o seis veces en los festivales organizados por su esposa,
doña Carmen, y en la corrida de Beneficencia del año 1960. También recuerdo
haberle saludado con ocasión de la corrida de la Prensa, a la que asistió el
entonces presidente de la República de Argentina, Frondizi; en aquella ocasión toreamos
Manolo Vásquez, Luis Alfonso Garcés y
yo. Siempre preguntaba cosas relacionadas con el mundo profesional de los
toreros… puedo asegurar que siempre me pareció un hombre muy simpático a la vez
que muy serio, pero con una extraordinaria personalidad. Conservo en mi poder
las cinco o seis pitilleras de plata con el escudo de la Casa Militar y un
alfiler de oro. Cuando he tenido ocasión de brindarle un toro lo he hecho diciéndole
que pedía mucha salud para el por el bien de España.
JULIO
APARICIO
No puedo precisar el número
de veces que hablé con el Caudillo, porque fueron muchas. Pero en varias
corridas de Beneficencia y en los festivales organizados por su esposa. Recuerdo
que siempre hablada de cómo iba la corrida, interesándose por nosotros. Solía decir
que lo pasaba muy bien y tenia para cada uno de los matadores una frase
agradable. También recuerdo que solía referir a cosas de pescas, a la que era
muy aficionado, a los problemas del mar. De esto con quien más charlaba era con
Miguel “El Litri”, tal vez porque sabía que era de puerto del mar. Recuerdo que
Miguel, que tiene la costumbre de llamar a todo el mundo de tú, al decirle Franco que acababa de venir de
Málaga, él, ni corto ni perezoso le respondió
impasible: “Se te nota, se te nota, porque tienes un color moreno estupendo”. Yo
me quedé helado al escucharlo, pero al Caudillo le hizo mucha gracias la cosa. Conservo
una foto dedicada en la que estamos Franco, el pobre Antonio Bienvenida y yo,
aparte, claro, de los alfileres de corbata, gemelos y pitilleras que solía
regalar cuando se le brindaba un toro. Uno de los brindis que mas solía hacerle
era éste: “Tengo el honor de brindar este toro a Su Excelencia con mi mayor
deseo de quedar bien y le pido a Dios que le conserve la salud y la vida para
mayor gloria de España y de los Españoles”.
Con Franco estuve
muchas veces, tanto en cacerías como en
corridas de toros. No puedo precisar el número, pero le vi y tuve el honor de
saludarle en varias ocasiones: Madrid, San Sebastián y otras plazas. La impresión
que tengo es de que era un hombre muy normal, que se preocupaba mucho por los
toreros y sus problemas, y esto ya es importante. Solía decir: “¿Qué tal van
las cosas?” En la corrida de la plaza de las Ventas en que maté yo solo seis
toros – recuerda Paco Camino – cuando subí al palco presidencial me estrecho la
mano, me felicitó y me dijo que lo había pasado fenomenalmente bien. También coincidí con el en diversas cacerías. Yo le he
encontrado un hombre muy simpático, de una personalidad fuera de serie,
arrolladora e impresionante, que a la vez demostraba poseer hondos perfiles
humanos. Su simpatía y humanidad son las condiciones que más me han quedado
grabadas de él. Me pareció que era inestimable su profunda preocupación por
nosotros, los lidiadores, por nuestras cosas…
Le conocí en una ocasión
en que toreaba en Barcelona, en unión de Joaquín Bernadó y “El Cordobés”;
subimos al palco y nos dio la mano al tiempo que nos felicitaba. Gracias a Dios
tuve aquella tarde unja actuación bastante satisfactoria y creo que quedé bastante bien, cortando
orejas. Franco me dijo: “Has estado muy bien me he divertido mucho…” Personalmente
me pareció de las pocas personas que desprenden un magnetismo especial que las
delata como seres superiores; el Caudillo poseía este don, un don muy grande. Era
un ser humano fuera de lo corriente. Además de esta corrida, también coincidimos en alguna cacería… Conservo el regalo que hacía
a los que le brindábamos algún toro; a mí me mandaron unos gemelos de oro. Y una
foto en la que estoy a su lado en unión de los otros dos matadores que componíamos
el cartel. Cuando le brindé el toro le dijo algo así como que para mí era un
honor muy grande y que hacia votos para que estuviera muchos años entre
nosotros, “por la grandeza de España y de los españoles”.
PABLO LOZANO
Pues yo le saludé en
dos ocasiones; una en la plaza de toros de La Coruña, otra en la de Madrid. En esta
segunda ocasión fue cuando el primer festival benéfico que organizó su esposa –
dice Pablo Lozano, ex matador de toros y apoderado de Palomo Linares-; al subir
al palco nos felicitó y se intereso por la carrera profesional de todos y
añadió que él le daba “muchísima importancia a eso de ponerse delante de los
toros bravos”. Por cierto que recuerdo una anécdota; cuando me dijeron que
subiera al palco para saludarle, me entro una gran emoción y subí corriendo
porque me habían advertido que el Caudillo tenía mucha prisa. Al llegar frente
a él, yo estaba muy fatigado y se me notaba mucho. Entonces Franco me preguntó
que me pasaba, y al explicarle por lo que era dijo que “no era como para sofocarse
tanto”. Yo le vi como una persona que te infundía un tremendo respeto. Me causó
una imborrable impresión. Y sobre todo recuerdo que fue amabilísimo con
nosotros. También el brindis que le hice la primera vez; era algo así: “Tengo
el honor de brindarle la muerte de este toro al Español más grande de todos los
tiempos”.
Le vi una “jarta” de veces;
todas las corridas de Beneficencia que tore130, y en Madrid, Barcelona,
Sevilla, San Sebastián, La Coruña. Me pareció un hombre muy simpático, muy amable y, sobre
todo, de una inteligencia clara, brillante, fuera de lo normal. A cada torero
le hacía referencia de cosa que recordaba de cada cual, demostrando una memoria
excepcional. Cariñosamente, paternalmente, nos decíamos q tuviéramos mucho
cuidado… Me produjo la impresión de ser un hombre muy cordial, muy entero, muy
cabal. Una personalidad que se salía de lo corriente… su presencia me causaba
un gran respeto y sentía por él una sincera admiración. Solía brindarle los
toros diciéndole: “Va por su excelencia y porque Dios nos lo conserve para bien
de España y de todos nosotros”. Tengo en mi casa treinta o más regalos por
haberle brindado toros. También en lugar destacado una foto con dedicatoria de
su puño y letra que dice así: “A Miguel, con afecto y cariño”.
Me llamó poderosamente
la atención su enorme personalidad y simpatía, y la gran categoría que
demostraba en sus actitudes y en sus palabras; me emocionó que tuviera la
gentileza, el detalle de dirigirse a mi en los términos en que lo hizo.
Tres veces hablé con el
Caudillo. Todas en el palco de la plaza Monumental de las Ventas, de Madrid.
Una vez con “El Pireo” y “El Viti”, además de Álvaro Domecq. Otra creo que fue
con “El Cordobés” y Gabino Aguilar. En la primera me dio la enhorabuena y se
interesó por los problemas de la fiesta, cosa que me impresiono gratamente. Luego
entró en comentarios sobre todo lo relativo al espectáculo y dijo que el admiraba mucho a los toreros. Nosotros
le devolvimos la gentileza añadiendo que éramos nosotros los que le admirábamos
a él. Creo que fue “El Cordobés” quien le dijo esto. Y yo añadí que era mucho
más difícil que la lidia de los toros llevar las riendas de la nación desde su puesto rector. Era un hombre de los
que salen poco en mucho tiempo u su labor habrá pasado a las páginas de la
Historia con letras de oro. Un personaje extraordinario, fabuloso, al que
recordaremos siempre los españoles con admiración, gratitud y simpatía.
Le traté en cinco
ocasiones, correspondientes a otras tantas corridas de Beneficencia. Una en La
Acoruña, otra en San Sebastián y las demás en Madrid. Era hombre de pocas
palabras, pero me dio la impresión de que lo pasaba muy bien con nosotros. En una
corrida en la que yo había sido volteado por el toro, me dijo: “Vaya, Andrés, ya
he visto que le pagaba un fuerte golpe, pero es hijo de labradores y esta
templado para estas cosas”. También solía preguntarme por la familia y por los
problemas del campo. ¿Cómo va su campo? Era como un gran padre espiritual de
todos. Era duro y al mismo tiempo suave, consiente, reflexivo, paternal,
correcto… Un padre perfecto, vamos.
Y estoy seguro de que
será uno de los pocos hombres que pasen a las páginas de la Historia como un político integro, de
una honradez acrisolada, total. El primer toro que le brindé con estas
palabras: “Excelencia, brindo este toro como homenaje de un modesto labrador a
un gran Jefe de Estado”.
Cuarenta años de
franquismo y de toros han quedado atrás. Clarines y timbales anuncian una nueva
era, la de los toros de la democracia. No variaran las corridas en absoluto,
porque antes, durante y después del franquismo, los circos taurinos fueron y serán
siempre los más representativos enclaves de la democracia, donde el pueblo es
soberano e impone la ley que dicta la mayoría, para el triunfo o el fracaso.