martes, 24 de septiembre de 2024

 

TOROS, TOREROS  Y POLITICA

VISPERAS SANGRIENTA

 

Fascismo y comunismo son dos palabras que aparecían con demasiada frecuencia en los periódicos del mes de Junio de 1936. “Frente Popular” y “Frente Nacional” barruntaban lo que habría de ser la fratricida guerra.

          “Derecha e izquierda”. El caos social y político, cuando la primavera va cediendo. Yo que nací en el Cortijo La Alhóndiga en el que tuve niñez de oro, sin otros amigos que los gañanes, boyero (Paco El Tito), el aguador que en la mula aparejada con aguaderas para ir por agua con cuatro cantaros a las fuentes de Almotaje, Higuerón o Zarzalón.

          En España, además, se habla de toros y de ferias. Gil Robles, Largo Caballero, Calvo Sotelo, Dolores Ibarruri, Azaña, Prieto, el general Franco… Domingo Ortega, “Chicuelo”, Márquez “Rafaelillo”, Jaime Pericás,  los Bienvenidas, “Gitanillo de Triana”… Terribles vísperas de la más cruenta guerra fratricida.

Lidia. Lid. Lucha.

          Ambiente enrarecido, desesperación de políticos, impotencia gubernamental. Deserciones, conspiraciones, encarcelamientos, burguesía acobardada, proletariado desafiante, detenciones.

          Y sobre todo, por encima de todo, las corridas. Están recientes las del Corpus granadino. Y en Alicante, por San Juan, las primeras figuras del toreo han levantado los ánimos a la ficción, Ortega y “Rafaelillo”, que van a repetir en la segunda feria, y Pericás. Está junto a la explanada, en el puerto alicantino, toda la luz del Mediterráneo y la paz mece en las aguas a las embarcaciones de pesca y a los pequeños ferrys de paseo.

          Franco, destinado en Canarias, enlaza con Mola; recibe y da instrucciones.

          José Antonio Primo de Rivera, jefe nacional  de la Falange, firma directrices a sus jefes de centurias, ante los acontecimientos inminentes, en aquel 29 de Junio, día de San Pedro y San Pablo, cuando el Alicante – donde sería ejecutado unos meses más tarde – se celebra la segunda corrida de sus fiestas, con toros de Pablo Romero para Domingo Ortega, Curro Caro y Rafael Ponce “Rafaelillo”.

          Las juventudes comunistas y socialistas deciden unirse y san paso a las Juventudes Socialistas Unificadas, los populares J.S.U uno de cuyos dirigentes, Santiago Carrillo, todavía es socialista, aunque acabaría pasándose al comunismo.

          Mola, en Pamplona, sigue urdiendo los hilos de la conspiración.

          Hay toros en Madrid el 2 de julio; están anunciados, Manolo Bienvenida, Domingo Ortega, “Rafaelillo” y Jaime Pericás, con ocho toros de Carmen de Federico. En la calle, los atentados se repiten. Desde  un coche son tiroteados dos falangistas que disfrutan de la buena temperatura del recién estrenado verano del 36 en una terraza de una cervecería madrileña. Cuando la corrida de las Ventas esta mediada, dos hombres son acribillados al salir de la Casa del Pueblo.

          Al otro lado del Estrecho, en el Protectorado de España en Marruecos, ese mismo día se inician grandes maniobras. Han llegado fuerzas de todo el territorio al Llano Amarillo, y allí se produce algo más que un entrenamiento castrense. La conspiración sigue madurando. El ejército considera imprescindible intervenir ante la situación a que ha llevado al país el régimen republicano. La huelga de los trabajadores de la construcción se ha generalizado. La hoz y el martillo y viva Rusia. Estrellita Castro canta “Mi jaca – galopa y corta – el viento”, y en las maniobras las ráfagas  de ametralladora se corean con “Una-copia-de-ojen”. La república se hunde  y hasta Maura está convencido de que el único remedio “es una dictadura republicana nacional que salve a España de la anarquía”. Por ahí van los tiros. ¿Y las libertades democráticas? Las libertades democráticas de los celtiberos.

          “Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, cinco de mayo, seis de julio, siete de julio…!San Fermííínnn”.

          San Fermín, Pamplona. La Plaza del Castillo y la calle de la Estafeta, donde un muchacho llamado Rafael García Serrano duda entre seguir cortejando a la morena que tiene a su lado, tras las talanqueras, o saltar a la carrera del encierro. Luego será el más entusiasta cantor de ésta y de la otra fiesta que se avecina de la guerra.

          Alguna peña echa de menos al escritor americano que tanto sabe de toros; el grandullón que se parece a Clark Gable y que se ha hecho famoso en todo el mundo con dos libros de toros. “El niño de la Palma” le inspiró “Fiesta”: después, hace ya siete años, “Muerte en la tarde” le consagro como un aficionado entendido. Aunque no como profeta, porque es en sus páginas donde dice: “El único sitio donde se puede dar la vida y la muerte, quiero decir la muerte violenta, ahora que las guerras han terminado, es la arena de las plazas de toro…” Precisamente la guerra le traería unos meses después a España.

          Hay cuatro corridas en el cartel pamplonica. La primera el día 8, con toros de Tassara, que en la amanecida han corrido tras los mozos. “El Niño de la Palma”, Ortega y “Gitanillo de Triana” habrán de lidiarlos por la tarde.

          Mucho “Riau-riau”. Para la juventud en los San Fermines,  nada hay más importante. “Asunción, Asunción echa media de vino al porrón…” Apenas si se entiende el general Mola por teléfono, con tanto griterío como llega desde la calle. Y es importante. Le informan que en Madrid han empezado a detener falangistas; setenta y cientos en otras capitales. Raimundo Fernández Cuesta entre ellos. Por otra parte, los campesinos se están repartiendo las tierras. La invasión es anárquica. Los dueños, horrorizados, desaparecen y dejan el campo libre. Hay quien va de Safari al monte, a cazar ganado con escopeta. Madrid con la excusa del veraneo, se está quedando sin gente. Mola tiene sus problemas. Y allá abajo venga el Riau-riau y el “vino que tiene Asunción, no es blanco ni es tinto, ni tiene color…” Todavía se dice “Aló” al hablar por teléfono. Ha recibido carta de Fal Conde prometiéndole ayuda, con algunas condiciones que imponen los tradicionalistas. Hasta Sanurjo  intercede desde Lisboa para que la irritación  de Mola con los carlistas no llegue a mayores por el aquel de si la bandera que ha de enarbolar la subversión  será monárquica o republicana.

          Ortega, “El Estudiante” y “Rafaelillo” torean en la segunda de feria de San Fermín; en el reconocimiento  desechan un toro de Albaida, que se sustituye por otro de Galache. Buen cartel. Es el 10 de julio, justo el día en que el general  Franco que ha estado vacilando en su destierro oficial de Tenerife, decide unirse a la sublevación, recibiendo el mando de las fuerzas de Marruecos. Se dice que han sido vistos por la mañana, juntos, presenciando el encierro, los generales Mola y Fanjul, con el coronel Carrasco.

          Manolo Bienvenida y Jaime Noaín  lidian toros de Alipio Pérez Tabernero el día 11, en la tercera de abono. Está casi ultimado el levantamiento militar. La avioneta que ha de trasladar al general Franco desde Canarias a Marruecos sale de Londres.

          “Pobre de mí, pobre de mí, se acabaron las fiestas de San Fermín”. El 12 de julio corre la última de la feria, con el cartel más flojo, que se refuerza con dos toros más; ocho de Antonio Pérez que lidiaran “El Estudiante”. “Rafaelillo”, Curro Caro y Pericás. En el Llano Amarillo se han puntualizado las cosas y todo está a punto cuando la Legión y los Regulares desfilan ante los generales Romerales y Gómez Morato, que comandan los ejércitos de África. Las fuerzas indígenas regresan a sus guarniciones con cánticos monorrítmicos que pueden ser melopeas entre guerreras y religiosas. En Dar Drius hay, ya, un general confinado, que se pasa las horas muertas leyendo, subido en un manzano; no viste uniforme, sino un mono gris. “Estar rojo”, dicen los moros de la Mehal-la.

          En Madrid, el 12 de julio será un día bien completo. El teniente de la Guardia de Asalto José Castillo, socialista, es asesinado. El capitán Condés, de la Guardia Civil, que era su amigo, quiere vengar su muerte. No encuentra a mano a Gil Robles y sacan con engaño de su casa a José Calvo Sotelo, al que un acompañante de aquél, un tal Cuenca, le dispara a bocajarro dos tiros de la nuca, cuando simulaban trasladarlo a una jefatura de Policía. Era ya la madrugada  del día 13. Unas horas antes, a la vez que en Pamplona se cierra la feria, hay toros en la ciudad natal del general Franco Bahamonde – El Ferrol, que se llamaría oficialmente después El Ferrol del Caudillo-, con los hermanos Manolo y Pepe Bienvenida, y toros de la viuda de Félix  Gómez. Fue la última corrida celebrada en España antes del alzamiento.

          Los acontecimientos se precipitan. Todo puede estallar en cualquier momento. Arrecian las protestas por el asesinato de Calvo Sotelo. Prieto manifiesta que sería preferible una guerra a que continuaran los asesinatos. El Ejército también lo cree así, y de manera muy especial los mandos que se habían reunido en el Llano Amarillo. Dispuestos, 18,000 hombres.

          A la cinco de la madrugada del 17 de julio de 1936, en Melilla, se rebelan los militares. Al día siguiente, entre el desconcierto popular que producen las noticias falseadas por los periódicos, que tratan de quitar importancia a la subversión, que consolida el alzamiento en otras plazas africanas. Ya corre la sangre. El 18, toda España está en armas, por uno u otro bando. Franco llega a Tetuán el día 19. Ha empezado la guerra; la más terrible y cruenta lucha entre hermanos. El pueblo se permite un paréntesis en la fiesta. Se suspenden todas las corridas. Un mes de tregua en las plazas de toros; treinta y cuatro días, para ser exactos. El 13 de julio al 16 de agosto. Es como si los españoles, delimitadas las zonas bélicas, aclaradas las familias por la movilización, estrenados los primeros lutos, no pudiesen aguantar más tan largo ayuno de fiestas taurina.

          Los pasodobles se confunden con los himnos. “Pan y toros” y “España cañí” con “Cara al sol” y “La Internacional”. Puños cerrados y palmas extendidas”.

          En el ruedo ibérico, sangre, llanto, ovaciones y olés. Este pueblo, soñador y loco, se divide entre las trincheras y los tendidos; como si encontraran un absurdo paralelismo entre una y otra lucha. De pelear se trata. España está ardiendo por los cuatro costados, pero siempre hay un momento  y un lugar para la lidia.