Dedicado con gratitud de cartameño por el interés periodístico y humano que vienen mostrando por las tradiciones e historia de Cártama, a Manuel López Mestanza y a Juanma López
Día de gloria, en efecto, para
España (a las hemerotecas y a
las cientos de crónicas de todo el mundo
de habla española que obran en mi archivo y están a disposición me remito) ya que,
el grandioso suceso de aquella tarde en Cártama,
tuvo también ecos y connotaciones recogidas en los medios de España
y America, desde la Tierra de Fuego en el Cono
Sur de aquel continente hasta New York. Pero qúe pasó aquel 8 de febrero de
1.938 en Cártama aquel 8 de febrero de lo que se han cumplido 78 años.
Hacía justamente un año que las
tropas del bando nacional habían entrado en el pueblo. Una mitad de la gente de
Cártama guardaba luto por mor de la otra
mitad y, viceversa.
Aquel día de 1.938, cuando “ya febrerillo brumoso, // célebre por su
locura, // va despojando a natura // del triste invernal reposo...//,
cuando entre los alcaceles a media caña
cada perdiz se une a su perdigón
piñoneando ambos su canto nupcial, también fue para Cártama un día de gloria
que dejaba atrás nubes de muerte y dolor de una fratricida guerra.
Aquel día, una multitud de hombres,
mujeres y niños se encaminaba gozosa por las tres calles paralelas del
villorrio hacia la punta del pueblo
conforme se llega a él desde Málaga. Yo, con siete años, iba cogido de la mano
de mi padre; mi madre cogía la de mi hermana, Ana, de algo más de
cinco años; en casa de unos buenos
vecinos mis padres había dejado a su
tercer hijo, nacido en noviembre de mil
novecientos treinta y seis, mientras desde el Hospital mi madre oía aterrada los troníos de las bombas que tiraban
los “aparatos” del bando nacional; pensaba en sus otros dos hijos que estaban
con los padres de ella en el Cortijo, “El Convento”, del Alhaurinejo, y, cómo
no, en su esposo que se escapó del coche durante el “paseo” de la muerte y estaba refugiado en la sierra.
No hay razón para omitir aquí ningún
hecho que pueda apoyar y subrayar las razones, una por miles, por las que el
pueblo de Cártama ha venido depositando
durante siglos una acendrada fe en su
Patrona, la Virgen María
bajo la advocación de Los Remedios. Y
ello, desde aquel día que liberó a su pueblo, tal aparece en los anales,
de una mortal epidemia de peste el año 1.579; antes Virgen de Los Reyes porque
era la imagen que los Reyes Católicos, al tomar Cártama, tenían en su tienda de
campaña y la regalaron a la villa instituyéndola
como su Patrona nel 26 de abril de 1.485, hace ya 531 años; por ello, esa imagen
está impregnada del hálito devocional de nuestros antepasados de infinidad de
generaciones que volcaron el ella su fe
existencial y le elevaron preces,
plegarias y rogativas, muchas de ellas
concretadas en exvotos que siempre colgaron en cantidad incontable de sus muros.
Cuando mi padre se escapó del coche durante el “paseo”, mi madre y
una hermana de mi padre, de rodillas y manteniéndonos bajo sus brazos a sus respectivos costados a mi hermana menor
y a mi, le rezaban y pedían a un icono
gráfico de la Virgen
de los Remedios, cuya imagen creían quemada, que hiciera un nuevo milagro y
salvara a su esposo y hermano de la muerte que casi inexorablemente, salvo
milagro, se cernía sobre él. En ese preciso momento, mi padre logró soltarse
las ligaduras que le ataban las manos a
la espalda. Al serle abierta la
portezuela de uno de los dos coches con los once milicianos que iban a matarle
armas engatilladas en la explanada de
Maqueda, cabe la carretera Cártama-Málaga, el pres, de complexión atlética, abrió los brazos dando un rugido de rabio y
reto, y aprovechando el desconcierto de la sorpresa emprendió veloz carrera
hacia la sierra de Almotaje, río y Caos de Rubira de por medio. Y el poeta le
cantó cuando conoció su dual odisea en
África tras el desastre de Anual y, en esta segunda vez de 1. 936.
...A Baquero lo persiguen
Once hombres con fusiles
En el aire dibujando
Su silueta de gigante
Una floresta de tiros
Sin que ninguno le mate.
En sus lares su mujer,
Con dos hijos y su padre,
A la Virgen del Remedio
Le están pidiendo que
escape.
¡Corre, Francisco Baquero,
Que te van a los alcances
Las balas de once fusiles
Entre pitas y jarales!
Ya gana la serranía,
Reina de las soledades,
Ya de sus estribaciones,
Traspasa los roquedales:
Francisco Baquero Vargas,
Montes y riscos te amparen,
¡Qué claro estuvo el milagro!
Como lo salvó en
Marruecos
De forma tan semejante...
Enlutadas de esta guisa, por familiares muertos de uno
y otro bando, estaban las mujeres de
Cártama en la “punta” del pueblo esperando la llegada de la Patrona , la Virgen de los Remedios, que
hasta poco antes creían quemada; lo fue
una copia dejada ad hoc por el raptor de la auténtica que ahora retornaba con
él.
Toda aquella multitud enlutada --las
mujeres con pañolones negros en la cabeza anudados bajo la barbilla y dejando
ver sólo la cara avejentada por el sufrimiento, vestido negro, medias negras y,
la mayoría, alpargatas negras-- se apelotonaron en “la punta” abarrotando la explanada de Los Chorritos
(abrevadero singular ya desaparecido), la de la puerta de Diego Díaz que daba a
su terraza y la carretera hasta el “pocillo de Gasparito”, el pregonero a
trompetilla del alcalde de turno.
De pronto, los zagales que estaban
en descubierta en la curva de los “paerones”,
retornaron corriendo y gritando
con aspaviento de brazos: “¡¡Ya viene, ya
viene, ya viene la Virgen
de Los Remedios y dos camionetas con los
paisanos que se llevaron presos...!” ¡Deteneos lágrimas, dejadme
escribir...no emborronadme los recuerdos netos...! Miré a mi padre, lloraba;
miré a mi madre, lloraba; miré a todos sitios,
y toda la gente, incluidos los hombres avezados a tremendas luchas,
lloraban. El odio se había trocado en Amor al conjuro de la Madre Celestial ; la única Madre de todos sin exclusión alguna...
Abundaban los rosarios en las sarmentosas manos de las sufridas mujeres. Las mozuelas que no iban
enlutadas, vestían el ancestral hábito
celeste con cordón blanco en la cintura, de la Virgen de Los Remedios.
Muchas avanzaban penosamente de rodillas a encontrarse con nuestra Virgen.
El aire cortante de una tarde de febrero el loco, se hizo caricia de perfumes a junquitos de la Virgen y de aromas a gloria
de las azucenas. En los aleros de las
casas, los gorriones pipiaban tímidamente, sin algarabías de celo, sino de
empatía con la mística del entorno; ¡memento…!
Aquel día volvía tras año y medio peregrinando en olor de
plegarias y poesía por ciudades y
pueblos de todas las repúblicas de
Iberoamérica la Patrona
del pueblo, Ntra. Señora de los Remedios, pues la que fue quemada era una copia
ad hoc que por encargo de González Marín había pergeñado el imaginero Paco
Palma. La auténtica volvía salva a casa en los brazos de su singular paje y
juglar.
Ya avanzada la media tarde, el automovil que conducía Antonio López Plana (“Antoñico”),
asistente escénico que completaba el
trío peregrino, se posó, más que paró, en la puerta de la carpintería, El Ñaña. Sentado junto a Antoñico iba su hermano José
y, detrás con la virgen, José González Marín quien, les señaló el lecho de una
carreta sin varales para desde ella hablarle al pueblo y entregarle salva de la
quema, su Patrona que, al efecto, él se llevara a América a primeros de julio
del año 1.936.
Detrás de ellos en dos camionetas llegaban
a Cártama los 36 cartameños de izquierda que González Marín, fiándolos con su
firma logró salvar de ir a un campo de concentración por sus ideas políticas
cuando ya estaban concentrados a tal fin en el antiguo Cuartel de la Aurora a la salida de
Málaga. Se tiraron de la camioneta y se abrazaron a sus familiares con emoción
indescriptible. Este hecho está reconocido por la Corporación Municipal
de Cártama en Sesión de Pleno del 20 de febrero de 2.014 y, si así lo saben,
pues es verdad, ¿qué razones tiene Cártama a través de sus representantes
legítimos para perseguir la memoria de tan preclaro y amoroso benefactor de
Cártama y genial poeta de poetas hijo predilecto nombrado por una corporación
socialesta en 1.935? ¡¡¡Explíquenlo quienes deban hacerlo!!!.
Desde el lecho de la carreta como
tribuna improvisada, González Marín mostró en alto la Virgen de los Remedios, la
auténtica, a la multitud reunida esperándola.
Reconozco mi torpeza para llevar al papel
la emoción del momento. Era una alegría reflejada en unos rostros aún marcados
en rictus de dolor y enlutadas de cabeza a los pies; era la fe de un pueblo sencillo y bueno que
unos locos les había llevado a una caída cainita; era la esperanza de que desde aquel momento todo cambiaría en
el corazón de las gentes en el pueblo de Cártama y, el odio, de una vez por
todas se trocaría en Amor al conjuro de la Virgen María bajo la advocación
trinitaria de Los Remedios. De pronto, alguien inició una salve cantada y, ¡oh
maravilla!, cada persona se cogió de la mano del que tenía al lado sin tener ya
en cuenta si era de un bando u otro: Todos, haciendo una cadena redonda y total
de eslabones con dedos, rezaban cantando a la Madre de todos, pues todos sabían que para aquella Madre todos eran sus hijos
sin distinción de colores. ¿Milagrería? El hecho es este; fui testigo de ello; que
cada cual piense y opine según su libre albedrío.
González Marín, evidentemente
emocionado pidió atención y hablo a sus paisanos de esta manera:
Queridos
paisanos, a mi me tocó salvar a nuestra madre. Yo os aseguro que de no haber
sido porque algo o alguien dirigió mi voluntad y mis pasos, no hubiera podido
hacerlo, no tengo madera de héroe. He visto vuestras manos entrelazadas ¿qué
fuerza interior os ha inducido espontáneamente a ello? La misma que me indujo a mi a robar: ¡¡¡Ellaaaa!! A
robarla a Ella para traérosla hoy aquí salva y que siga siendo nuestra Madre
como lo viene siendo a golpes de milagros desde hace cinco siglos. Cartameños
¡¡Viva nuestra madre la Virgen
de Los Remedios...!!”
En un artilugio de madera la
subieron y, a hombros de jóvenes y mayores por turno, en olor de multitud entre
rezos y cantos, un pueblo ya amalgamado por el “Amor de los Amores...” fue prosesionada
por la calle de Enmedio hasta la Iglesia
Parroquial. Fue un 8 de febrero de 1.938
Me consta que el Juglar y Paje de la Virgen Peregrina y su ayudante
pidieron permiso al párroco para pasar
esa noche entera junto a la madre que con ellos formaron el trío peregrino más
singular de la Historia
mariana de todos los tiempos. Ellos dos murieron pero nos dejaron restañada una
tradición mirífica que estuvo partida en dos por los desgraciados avatares de
una guerra incivil. La
Historia es maestra de lo porvenir.
Entre rezo y rezo, aquella noche de
oración el juglar le decía.
“Madre mía...
Fui contigo embajador,
pregonero,
Apóstol e imaginero
Rival de la primavera.
Fui novio a ganar dinero,
Diamantes, perlas, rubíes
Para su novia
De terciopelo y de seda.
Ya regresamos los tres,
Anchos de luz y poesía:
Tú, con tu alegría,
Nosotros con nuestra
gesta. Y allá Dios
En su pálida custodia
Con la balanza, amando al
bueno
y perdonando al que odia...”