El
resultado de una pandemia siempre que la humanidad la ha padecido a lo largo de
los tiempos, tuvo dimensiones de catástrofe en todos los órdenes y aspectos: sanitarios,
mortandad, dolor humano y pobreza. Y dejaron, y dejan, secuelas plurales
en el alma y cuerpos de los seres (a
unos más y otros menos) y en la economía de los pueblos.
Pero yendo
al meollo de esta que padecemos desde
casi principios de año 2.020 (el
coronamuerte por descuido presuntamente
punible y, que no sabemos por qué tiempo
va a durar dada la
irresponsabilidad del gobierno y de
la sociedad civil al tratarla), se ha
cebado inmisericordemente en los seres humanos más inermes y merecedores de
atención, respeto y ternura, junto con los niños, del cuerpo social: los ancianos asilados. Habría sido criminal de haberse pensado que “ya cumplieron su etapa”. De hecho, sus muertes, obviamente, alivian
las cuentas de pensiones , sanidad y
dependencia.-
Han
muerto, según datos oficiales de las
CC.AA , por COVID-19 más de 19.175
ancianos, siete de cada diez en residencias,
y con ocultación de cifras, “convertidas
aquellas en desoladores mataderos”. “Se ha llegado a saber que
murieron hacinados, sin asistencia”, en
la más terrible soledad, conscientes del
inmerecido abandono social y familiar a
la hora cumbre y aterradora de
la muerte, tras unas vidas de
generaciones que con sus vidas han hecho
posible el bienestar que hasta ahora hemos disfrutado.
Ni
siquiera han recibido algunas familias los restos de sus deudos ni, muchos,
saben donde están. Sólo queda el consuelo de que la Fiscalía del Estado
autorice una profunda investigación y se
depuren responsabilidad de los culpables de este, ya llamado holocausto ante el
Tribunal de la Haya, en el cuerpo de la
querella que ante dicho alto tribunal han cursado, según la prensa, los
familiares.
En efecto, toca pedir
explicaciones, Sra. Fiscala General del Estado,
y que prosperen esas 361 investigaciones que según un medio ha abierto.
Explicaciones, por supuesto al Ministerio de Sanidad y Consejerías de
Salud Autonómicas.
ESTO, COMO OTRAS “COSAS” EN ESTE PAIS, NO DEDEBIERA QUEDAR IMPUNE. Como decía Góngora y cita el, XL
SEMANAL: “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”