Que en qué
pensaba. No, no pensaba, dormitaba y he despertado a la
realidad de mi mundo:
Una rosaleda y aquel cortijo en lontananza para la mujer ideal , humilde como un cordero,
diligente como una abeja, bella tal
ave del paraíso, fiel como una tórtola,
habla gorjeando como mirla en celo que imita todos los arpegios
canoros de sus congéneres
en primavera: ella es la metáfora del soto
del río de mi niñez y en donde more estará siempre Dios.
Sí, aún a las
claritas del día, seguiré dormitando
para gozar nuevamente de tales
despertares…