"!Madres buenas yo os canto como David...!"
A mi me
cuesta vencerme a mí mismo y tengo dificultad para tolerar la mentira y la calumnia
(¡me han hecho tanto daño…!); los
cobardes, observadlo, van siempre a la persona humana y no a los hechos porque
los que esgrimen y te acusan a ti de ellos, son los suyos; en esto son muy expertos los políticos y, las putas: solo
le dice puta una puta, a otra puta, y a un político sólo le dice oprobios el
que es más oprobioso que él. Es una defensa mezquina, pero es así.
Pero cuando se logra vencerse a sí mismo, quedan vencidas las demás cosas, incluso los hijos de
puta vocacionales, fracasados en tal empeño morboso, porque sus madres son siempre abnegadas santas. Siempre existió
el hijo de puta vocacional pero, ahora, son como plaga bíblica de saltamontes (mejor dicho: de cigarrones); y no consiguen ser hijos de puta efectivos de rapaterrón por faltarle
el propicio concurso materno. Parménides, el griego de Samos, explicaba esta dicotomía óntica
de brillante forma.
***
Al hilo de lo anterior: Hace días, en plena calle yendo ayudado a caminar
de bastón y asistenta de Dependencia, nos ocurrió algo que desde mi juventud no veía y que, por lo visto, ha
vuelto: Un joven de abatida
traza nos pidió un euro para tomarse un café con dos
amigos más que, “miren ustedes en donde
me esperan”. Yo le dije, “toma tres porque con uno poco haréis"; mi acompañante se
arrascó dos del bolsillo diciéndole, “y yo os pago los churros del desayuno”. “No señora, no hace falta, en la churrería nos
han dicho que vayamos por los churros de gorra”. ¡¡ Cóge los dos euros, no me los desprecies ¡¡”
.
!Qué paz y sosiego interior me
acompañó todo el día, reflexionando si Dios cuando creó el sentido de
solidaridad con el prójimo hermano en Él, debió de crear políticos. Sí,
hizo bien en crearlos, porque como todo en la vida, los hay de condición ejemplar e hijos de putas
vocacionales, con santas madres; es una paradoja: ¡todas las madres son buenas. ¡Cómo lo se...!.