“Sombrajo” de gañanía; cae la tarde,
Es otoño, cielo
añublado por poniente,
Frío en rostro amortiguado tibiamente
Por el vaho de la
rumia del ganado;
Tú, padre, y yo, trabajando en el cantero
Hemos sacado nabos y, tras lavarlos
en la “pasada” de la agarena acequia,
los llevamos en cerón de bestia
al sombrajo pesebrera de
vacunos.
En la gañanía ante los pesebres
Tú y yo, padre, con
navajas sajamos
La raíz carnosa, cuyas
lajas íbamos echando
En sendas espuertas de esparto
Para que al alba, cuando las cabrillas del cielo
Van camino de poniente,
y el lucero miguero
Les hace guiños picarones desde lejos,
El boyero, al canto de la perdiz en el majano
Y cuando el mochuelo cejijunto
se va a su agujero,
Pasture el hato de
vacuno en sus pesebres.
En la pesebrera chica un becerro destetado
Añora teta y berrea
llamando a la madre
Que desde su cornil contesta al hijo
Con dulces mugidos
maternales.
El chotillo parece entender el mensaje materno
Y calla
mientras ramonea en el “comedero”
Adecuado a
su edad entre troncos paralelos.
¡Melancolía…, padre mío cuánto te echo, ahora,
de menos!;
Ya no
quedamos hombres con el cuajo de tu estirpe…
Y yo
quisiera estar de nuevo contigo
Afanados en la labranza de pegujales.
Qué razón
tenía el trovero que admirando
tu célebre
gesta en dos guerras, dejó escrito en rimas:
“Francisco Baquero Vargas, hombre y nombre de
romances”.