Los
dones sagrados
que
cualquier hombre tiene,
son
verdad, propia estima
y justicia integral;
eso, jamás se enajena
ni
ante el propio Papa
que
así nos lo instara.
Es lo cierto, ¡y me solivianta!,
cuando
algunos quieren
que
se calle menda
ante sucios manejos
y torpes acciones
que
entre manos traen
trincado lo ajeno
que a todos nos lesionan.
Quede
claro, repito, que esta parte,
ni se dobla ni resigna
a las
sucias tramas de afanosos fines
que a mi fiducia lesan.
Y cuando yo me muera
quiero
que a mí Dios me abrace
como
recompensa de una honrada vida.
Muy leal soy cuando a estos extremos
yo, sin dudarlo, ejerzo la crítica.
Ni
amigos, ni deudos, ¡ni nadie!
podrán
desviarme de este mi camino,
toda
mi vida honradamente andado,
en aras del prójimo, como tengo demostrado,
sin pedir, salvo justicia, nada a cambio.