Un pueblo sin historia carece de raíces,
base del presente y horizonte de futuro. Como ya quedó apuntado, Cártama tiene una enjundiosa historia cuyos
hitos relevantes entroncan
significativamente con la de España y, por ende, con la universal. Ello es así, y no de otra manera; a los hechos elocuentes que lo demuestran me
remito. Ya Cervantes, inspirado en Cicerón, dejó dicho de la historia en el
capítulo IX de su Quijote: “Camino de la verdad…, emula del tiempo,
depósito de las acciones, testigo de lo pasado ejemplo y aviso de lo presente,
advertencia de lo por venir”, o
sea, desmentidora final de las distorsiones interesadas que sobre el pasado se
suele hacer circular ahora.
Como todo pueblo que se asienta junto a
sendas y calzadas inmemoriales, y más, si
está junto a un río emblemático ---el Guadalhorce, “río
de los fenicios” y del "pan del trigo" agareno---, que ha siglos fuera navegable, Cártama ofrece un rico devenir: Por dichas sendas, y
por el mentado curso fluvial, nos
llegaron pueblos y civilizaciones que dieron
consistencia y gloria añadida a la propia y relevante identidad de sus
aborígenes iberos-turdetanos.
A unas tres leguas de Málaga, cuya historia compartió con frecuencia,
Cártama se enmarca en un circo de
montañas; a sus pies, la alfombra de la
vega acuna entre sotos que otrora fueron pulmones verdes y umbrosos
plenos de vida animal, la eterna cinta azul del río.
En las faldas de dicho sistema montañoso que casi anillan al pueblo salvo por el
norte, retumban ecos de atávicas culturas que en Cártama
tuvieron asiento. Aquí vegetaron
primigenias civilizaciones
mediterráneas: íbera, griega, fenicia,
cartaginesa, romana (que dio
lugar a la indeleble hibridación base de siglos de esplendor histórico),
musulmanes y, finalmente, la
castellanización.
Cártama en
“la noche de los tiempos” o prehistoria.-
La etapa más
larga y desconocida de la humanidad es
desde el momento de su paso de mero animal a virtualmente racional hasta la
invención de la escritura unos 3.000 años a.C.
Su cultura material aún
sólo es posible vislumbrar con el concurso de las modernas técnicas de la investigación
y la arqueología, que nos permiten leer
en los restos dejados por nuestros
remotos antepasados: “… todo lo que ha sucedido ha dejado huellas
escritas en el suelo”, escribió Pericót.
Según la profusión de testigos sedentes
que nunca han dejado de aflorar en su término municipal, antropológicamente
la comarca en que se enmarca la Cártama
profunda y aún impenetrable documentalmente, debió nacer
en el Paleolítico Medio ---100.000 años a.C (Hombre de Neanderthal) --- que, a tenor de los últimos hallazgos en la comarca guadalhorzana, habitaron en las terrazas aledaños a los
ríos del entorno orográfico. Aquellos
humanos utilizaban la piedra como
herramienta de caza y como elementales
utensilios domésticos y de defensa. Fue en el Paleolítico Superior (40.000 años a.C) cuando se produjo un
recrudecimiento del clima que forzó al hombre que habitaba en los grandes
árboles a refugiarse y resguardarse en cuevas, de lo que también en Cártama,
existe evidencia concreta.
El antropólogo, Eudald Carbonell,
codirector de Atapuerca, piensa que el
estudio del pasado del hombre, incluso del más remoto, no sólo sirve para saciar la curiosidad intelectual ante tan inenarrable pasado, sino
para “conocer mejor al ser humano y saber
por qué no somos capaces de vivir en paz” y “construir un futuro mejor para nuestros hijos y nuestros nietos”.
Ciertamente, desde su aparición
sobre la tierra el hombre ha ido evolucionando paulatinamente a partir de los
primates (monos); primero, según algunos
estudiosos, el Ramapithecus (alrededor de 14 millones de años), después,
el Australopitecus (hace 4 millones de años), que según convienen la mayoría de los doctos,
es el tronco en que fue injertada, o insuflada, la inteligencia
y el raciocinio humano.
Aquellos seres, ya humanos aunque primitivos
y elementales, agrupabanse en hordas que se desplazaban continuamente en busca de alimentos y abrevaderos. Vivían de la
recolección, de la pesca y de la caza. Para resguardarse de las fieras, en ciertas
eras sus viviendas estaban en las copas de los grandes árboles
(hombre arborigen que tan bien
describe Jack London en su libro “El hombre
antes de Adán”), y, en otras, en
cuevas naturales, de las que en Cártama tenemos, al menos, dos
muestras situadas en una pared
rocosa frente a la antiquísima casa de
labor, “El Peñoncillo”, en Dehesa Baja. Estas cuevas fueron utilizadas por
los campesinos hasta hace poco tiempo como establo y cuadras de ganados. En
ellas aparecieron importantes restos que, como tantos otros miles y miles aflorados en Cártama, parecen estar en poder de aficionados
a la historia, cuyos testimonios me han sido muy valiosos para el presente
trabajo y también un denso lñibro de 75o páginas yapublicado..
La
aparición del hombre sobre la tierra y su evolución escalonada, es un hito de
sublime trascendencia. Con él nace en
un momento dado, repito, nada menos que el pensamiento y, se da el
paso decisivo a la reflexión. Sorprendentemente, ya en la prehistoria,
cuando la vida humana es aún salvaje y elemental, por primera vez un ser “… no
sólo conoce, sino que se conoce”
Pero, todavía hoy el hombre no ha resuelto una
angustiosa interrogante que le obsede desde su origen: ¿En qué momento pasamos
de meros animales (monos), a seres racionales, y, en qué circunstancias se produjo el fenómeno
de la hominización, que más
apropiado sería decir de la “humanización”? ¿Cómo y cuándo evolucionó el simple primate
(“australopitecus”), hacia el homo sapiens sapiens que, tras miles y miles de años de
existencia, se concreta en el hombre actual? Pese a los impresionantes
adelantos científicos y técnicos actuales,
aún no tenemos respuestas para tan acuciantes interrogantes.
Los estudios e investigaciones llevadas a
cabo hacen colegir que el umbral que da
paso al pensamiento fue franqueado de una sola vez, hito misterioso y
determinante desde la perspectiva de la ontología, la antropológica, e incluso, de la metafísica y, por supuesto, de la religión.
A partir de ese momento, la vida de la especie humana ha quedado trazada por el dinamismo y poder del pensamiento y la reflexión.
Contrariamente a los animales, sin ellas el hombre nuevo no hubiese podido
sobrevivir: para perpetuarse hubo de transformar “inteligentemente” cuanto le rodeaba, adaptándolo a sus necesidades vitales durante
los cambios climáticos, plegamientos y hecatombes geológicas que, a lo largo de millones de años, ha sufrido
nuestro planeta.
Es innegable que, tal enunció Darwin,
la estructura anatómica del hombre actual es resultado de una larga
evolución. Pero, también una gran
mayoría de sabios en la cuestión
proponen que el despertar de la inteligencia ha sido bastante brusco, “como un soplo divino” en un momento
dado de la existencia irracional del ser
originario.
Refiriéndose a la aparición del lenguaje, dice el científico Humboldt: “El lenguaje no ha podido ser inventado sin
un tipo preexistente en la inteligencia
humana…Más bien que creer en una marcha uniforme y mecánica que le vaya
formando paulatinamente desde el principio más grosero e informe hasta llegar a
la perfección, abrazaría la opinión de aquellos que refieren que el origen de
las lenguas es una revelación inmediata de la Divinidad. Ellos , por lo menos reconocen la chispa
divina que brilla a través de todos los idiomas, aún los más imperfectos y
menos cultivados” AMPLIAREMOS