Como no podía ser de otra manera, anoche estuve atento al mensaje de
nuestro gran Rey, Felipe VI. En un momento de su discurso, como tampoco podía
ser de otra manera por merecido, hizo un encendido elogio de la clase médica y
sanitaria en general que me han obligaron moral y emocionalmente, a deducir
nuevo testimonio de aquellas vivencias en un libro para su perdurabilidad. En el capítulo “Reconocimientos”
de dicho libro digo de ellos lo que aquí
en justicia reitero de corazón. Dije así:
Gajes de la “perra vida” han
impuesto al autor de este libro (“…EL JUGLAR Y LA VIRGEN PEREGRINA”) largos periodos de pausas y demoras en su confección, siendo el más largo el iniciado en octubre de 2.007 por mor de un ANEURISMA de aorta con recidiva
gravísima.
La “demora”, de seguro habría sido eterna si no caigo en manos del equipo de Cirugía de Corazón del Hospital
Clínico Universitario de Málaga que coordinaba el doctor, Eduardo Olaya y, en las del virtuoso de la
ciencia médica y el bisturí, doctor José María Melero quien, por dos veces en pocos meses, hubo de montar un “embolao”
de atrevida y docta ingeniería quirúrgica en mi anatomía que despiezó y volvió a reordenar durante ¡¡10 horas cada vez!! en pro
de mi vida.
Reconocimiento también a quien se hizo cargo de mi complejo
posoperatorio, Doctora, Josefa Ruíz, (Dctrª “Pepa”), y, al elenco de sanitarios
(as) (ángeles de verde, blanco y azul) que han dejado en mi corazón un
inextinguible olor a nardos y jazmines cogidos con amor profesional en el jardín de la abnegación.
Y, Luís Lerga, amigo y médico de cabecera en Cártama, siempre
próximo, solícito y entrañable. Y las
enfermeras de mi pueblo, Trini y María,
y muchos otros de los que mi memoria (sí mi corazón) no alcanza a recordar sus
nombres en este momento; en definitiva
mi reconocimiento a toda la abnegada clase médica y sanitaria, sin la que el
tinglado de la Sanidad se había venido ya abajo.
Tengo para mí, y así lo expreso sin ambages, que todos
ellos hacen día a día, mucho más que estrictamente su deber; testigo soy de
ello…, y también tengo para mí que Hipócrates en su morada del Olimpo, estará brindando hoy, como siempre, complacido con todos ellos, con una copa en la mano de licor de esencia de laurel.