Y ello, es así porque allá por segunda
mitad de la década de los años cuarenta y primera de los cincuenta del pasado
siglo, acompañé a Sevilla al eminente rapsoda cartameño, José González
Marín, como ayudante escénico y, siempre, nos hospedábamos en el
emblemático Hotel Colón, en donde, en no
pocas ocasiones, fui testigo de hitos singulares y participé con él de
entrevistas, reuniones, actos artísticos, visitas, etc, con eminentes
personajes; de todo ello, conservo
imperecederos recuerdos.
A principios del mes de septiembre
de 1.947, tomando una cerveza del Café Central de Cártama con otros amigos,
Pepe González Marín me pidió que le acompañara en un viaje que iba a hacer a
Jerez, para inaugurar con una actuación un Teatro que entonces se llamó
Maravilla, y después a Sevilla para dar
dos recitales en el Teatro San Fernando. Dos amigos comunes, Antonio Rodríguez Rodríguez
y Enrique Marín Rojas que estaban presentes, mostraron deseos de venir a
presenciar los recitales de Sevilla, quedando que ellos se irían
directamente y esperarían que el rapsoda
y yo llegásemos de Jerez en tren.
A nuestra llegada a Jerez, vino a
recogernos al Hotel, Don Álvaro Domecq y Díez, íntimo amigo del artista
cartameño, con el que, mientras hacíamos
hora para el almuerzo en su casa,
recorrimos las Bodegas de la familia, instalaciones ganaderas y
ganadería y picaderos de sus caballos, tanto para rejoneo como los dedicados
a faenas ganaderas y camperas. Nunca
olvidaré aquel almuerzo en la casa de don Álvaro Domecq en la que éste, su
señora, Pepe González Marín y este humilde servidor fuimos los comensales;
durante la comida y la somesa se habló de Manolete incluída su muerte en
Lineros y sus relaciones con Lupe Sino.
Ya en Sevilla, los cuatro amigos,
nos hospedamos en el Hotel Colón, en donde “Pepe tenía, como
siempre que iba por la ciudad del Betis, su base de operaciones y, su “despacho “ en un tresillo y mesita del hall”.
Se llevaron a cabo
las dos jornadas de recitales en el San Fernando, con actuaciones de
tarde y noche a teatro lleno siempre, y, es un detalle que recuerdo, con la
asistencia a título personal a todas del Gobernador Civil, entonces, Sr. Coca
de la Piñeira ,
entre otros muchos personajes de relieve del pensamiento, poetas, cantantes,
cantaores, toreros, etc: Manuel Machado, Diez de Quijano, Pemán, Sandro Valerio
(de quien estrenó un poema a Manolete, muerto en Linares pocas semanas atrás,
del cual insertamos unas estrofas más adelante, Lola Flores y Caracol, Juanita
Reina (en el Hotel Colón hacía apartes con Pepe González relacionados con la
última secuencia recitada de “La
Lola se va a los puertos” que quería la declamara el artista cartameño) la incondicional de Pepe González, Pastora
Imperio con su hija y su yerno, Gitanillo de Triana, Niño de Marchena, que
siempre veía el recital tras los telones, Niña de los Peines y su esposo Pepe
Pinto, y, otro que entonces conoció a nuestro artista y le otorgó con su
admiración una patente amistad, Carlos Arruza, al que llevaron al recital Pepín Martín Vázquez y Pepe Luís
Vázquez y...un largo rol que nos ocuparía excesivo espacio citar
aquí, amén de que la memoria casi no alcanzaría a ello.
La noche que finalizaron los
recitales acudió al Hotel Colón un grupo
de amigos del rapsoda que en el Holl del mismo hicieron tertulia con él.
Recuerdo que me causó una enorme impresión el torero Gitanillo de Triana
(compadre de Manolete que actuaba con él la tarde que el toro Islero acabó con
su vida en Linares) venciendo la pena se arrancó con unos cantes, a cuyos
sones, su propia esposa, Pastora, hija de Pastora Imperio, bailó con el genio y
el arte despabilado de forma genial. “De casta...” Eran ya como las tres de la
madrugada, cuando el maître del hotel se acerca al grupo para decirle que un
general del ejército que dormía a no mucha
distancia les rogaba cesara ya el jaleo pues no podía dormir. Fue Arruza
quien, un poco sobrado de tequila con
soda cometió la fatal indiscreción: “Maniiito,
dile al generalito que si no calla él le voy a badirelleaaaar” El silencio
fue casi funeral; mis paisanos Antonio Rodriguez y Enrique Marín que conmigo
estaban sentado en el mismo estrecho sofá temblaban de miedo porque la cara y
los gestos del maître no barruntaban nada bonancible.
En efecto, no necesitó el maître
llevar el recado: Una puerta que se abre por una mano evidentemente airada y,
un señor de cómo cincuenta años que en batín y pijama sale por ella hacia
nosotros inquiriendo con voz de general en mando: “¿Donde está el pedazo de cabrón que me va a badirellear...?”
Pero..., de pronto, le interrumpe una
voz en tono familiar: “¡¡Mi generaaal!!,
y, el ya teniente General, Asensio, que de él se trataba, vuelve la mirada y
reconoce a quien le llama, ya de pie hacia él: ¡Pero..., si es Pepe González
Marín; cómo he sentido no haber podido
asistir a sus recitales...! González
Marín le presentó a los concurrentes y,
al llegar a Arruza dijo en tono irónico: “El
banderillero de mentirijillas y enorme torero, Carlos Arruza...” Pepe González Marín añadió: “Mi general, estamos ahogando en arte la pena
que nos embarga por la muerte de nuestro amigo, Manolete y, ahora me toca
recitar el poema elegíaco que el poeta,
Adriano del Valle ha compuesto en honor de él y que acabo de estrenar aquí en
Sevilla, le invito a escucharlo y, mañana será otro día...(1)” “Vale-- dijo el General--, no esperaba yo terminar la noche de forma
tan grata...,” Velada, que se
prolongó hasta las claritas del día. Arruza prometió llevar un cirio a la Macarena de Triana.