Yo lo recuerdo asina:
Sube el telón y aparece de
fondo otro decorado por Blume. Se
encienden las candilejas. Una mesa y un sillón (ambos de estilo español).
Una jarra de agua y un vaso. Todo
insuficiente para que un solo actor llene
un teatro, sea de España o de América. Pero González Marín los abarrotaba siempre, en sesiones de tarde y noche, ¡recitando poesías! a públicos de todas las clases
sociales y nivel cultural. LLevó la poesía al pueblo.
Sale a escena el artista, y con palabras sencillas y exactas, saluda al público. Su talante personal, incluso en la calle, era poesía;
quienes le conocimos así lo recordamos.
El rapsoda era de figura
mediana y complexión leve, su conjunto
denotaba espiritualidad a flor de piel; en su rostro había ángulos que en otro pudiera decirse
pronunciados. Vestía de corto, o capa parda. Era armónico en escena, pero sin
líneas acusadas que sobresalieran. Recita, canta y se estiliza. Tanto se
estiliza, que el tablado resulta pequeño, porque, como dijo Manuel Alcántara, “González Marín no es sólo un actor, que lo
es, es un actor y toda la compañía”.
La sala la ocupan centenares de
almas, de cuyos cuerpos sólo se ven manos cuando aplauden con admiración y
entrega; se establece
una comunión con el actor genial,
y forman con él interrelación espiritual
más imponente que en un espectáculo
poético se vio jamás; en ello coinciden también, como veremos, todos los
críticos de arte de la época en dos continentes de habla hispana.
Las cadencias líricas de sus recitados son al oído, lo que a los ojos
serían miríadas de mariposas multicolores
revoloteando. La palabra se
encadena armónica a la mímica del juglar
moderno. El público permanece suspenso durante dos horas, absorto en aquel singular artista que se atrevió a liberar la poesía de
las, entonces, excluyentes covachuelas
de los intelectuales, para devolverla
al pueblo, su auténtico dueño, escenificada de forma asequible a todas
las clases sociales de todos los niveles
culturales.
Desfilan por él los poemas de Salvador Rueda, del que paseó por medio mundo los pregones de nuestra
tierra, cuyos primeros versos eran de este tenor:
Málaga, tierra que quiero con
mis entrañas.
Yo escuché el coro inmenso de tus pregones
Llenos de algarabías dulces y extrañas...
Invoco aquí esta estrofa, porque fue el cercano de
Alhaurín el Grande el primer público que escuchó la poesía recitada
de sus labios, en la primera actuación
pública como recitador, tras muchos años de primer actor en compañías famosas, de Pepe González Marín, en el año 1.929, de la mano del célebre jurista,
y ministro, don José Estrada y Estrada,
su amigo quien, por aquellas
datas, solía veranear en la citada Villa vecina.
Fue la reválida para al artista comarcano. De aquí a Sevilla. Triunfo
total en el Teatro San Fernando
hispalense, y de allí, al Teatro La Princesa de Madrid y a renglón seguido al Español, en
donde presenció sus actuaciones el eximio periodista, César González Ruano,
quien le puso el sobrenombre de “El Faraón de los decires” que ya era
rara la crónica que no se lo llamara. A partir de ahí, fue de triunfo en triunfo, y, con él la poesía y
los poetas de España y de todo el mundo que
habla la lengua de Cervantes. En ese su primer recital poético, repito,
en Alhaurín el Grande, según un cronista de la época logró entusiasmar a un
auditorio integrado por sencillos labradores, cuya cultura estaba ligada a su
brega con la dura tierra, aunque, ciertamente, no hay mejor escuela para el
sentimiento poético, que el contacto cotidiano con las auroras, los candilazos del ocaso y el canto de los
pájaros en los campos abiertos. Quien así
lo proclama, lo sabe.
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Su corazón de juglar, asumía
con armonía interior la poesía escrita
por los trovadores y, su cerebro, la
acababa, su boca, la modulaba y, sus manos, la engrandecían. La lírica popular halla en él ecos y
acentos tal vez desconocidos, que le
hizo afirmar sin ambages a los Hermanos
Álvarez Quintero: “El arte de González
Marín, tiene sus raíces más hondas y su más comprensible excelencia en el
sentimiento de lo popular… recitando es
una exclamación del pueblo. Éste, por medio de él, habla y canta como enardecido…González Marín presta a la
palabra el calor y la pasión de un corazón amando…” Sí, Pepe González Marín fue voz del pueblo y
alma de él.
En la misma línea que los hermanos Álvarez Quintero, opinaron los intelectuales de América: Eugenio Florit en
el Diario, El País, de la Habana:
“¿Qué
magia se operaba en el público? No era magia: era el arte con mayúscula que se
le ponía delante, y avasallaba los espíritus. Era también la poesía, que
regresaba al pueblo cuando la recitaba González Marín”. De la Habana, Mario Lescano Avellá: “La
Habana tuvo el honor de escuchar al más insigne de los recitadores de
nuestra lengua”. Juan Bonich
: “González Marín…interprete máximo de los poetas, embajador de
España ante sus hijas emancipadas, mantenedor de una raza…”. Como
colofón de este resumen de opiniones
laudatorias por tierras de allende el océano, el célebre, Juan Rana, dijo de él
en “El Universal de México”: “¡Salve,
admirable artista, creador de un arte inimitable y único! ¡Salve artista genial! Que España entera te arrulle
con sus cantos rimados, para que tú puedas ir por el mundo alfombrando con
ellos la senda gloriosa del idioma de Cervantes”
Más adelante se incluye una relación
resumida de lo que de él y su arte
excepcional opinaban todos los intelectuales, críticos, escritores, Premios
Nobel, poetas, dramaturgos, etc, del genial hijo de Cártama en donde se nadea y
ofende su memoria por almas mexquinas e indigentes lectivos.
En definitiva: Tres actos de arte puro, de embeleso. Centenares de espectadores pendientes de él, perdida la
noción del tiempo. Vítores y ovaciones. Por fin, baja el telón ---todo se
acaba---, y, durante un largo rato, indecisión para volver a entrar en contacto
con la vida.
Así era, en el recuerdo, González Marín como artista y, así, era un recital suyo.
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Como "poeta de poetas", mostró su más acusado y noble espíritu poético como protagonista excelso de la
cantiga mariana más bella de toda la
Historia. Cantiga no fabulada como las que nos legaron los escritores
del Mester de Clerecía en los albores de la lengua castellana. No, la
suya fue una cantiga mariana escrita en carne y hueso, con glorioso realismo
ante el público más multitudinario y diferenciado del mundo.
En, efecto, en un momento aciago de nuestra Historia, cuando nuestros
antepasados próximos decidieron, estúpidamente, arreglar sus diferencias
matándose unos a otros, julio de 1.936, el genial Pepe González Marín, ante
aquella convulsión política, que
se preveía terminaría inevitable e inminentemente en guerra civil, intuyó, y se
lo confirmó secretamente un exalcalde republicano que estuvo en la reunión del
comité que aprobó la quema con todos los
titulares sagrados parroquiales (que así
fue) de la Imagen de la Virgen de los Remedios patrona de Cártama. Una llamada telefónica desde Málaga (por prudencia no
desde Cártama) a Andujar donde actuaba el rapsoda: “Pepe que ¡la queman sin
remedio si tú no la salvas llevándotela en tu inminente gira por América! ¡Pepe eres el
único que puede salvarla a Ella!...” (Secreto
que yo le he guardado hasta ahora cuando ya no tiene sentido la reserva, pues ambos protagonistas han muerto; el alcalde asesinado por sus propios
correligionarios
De acuerdo con el párroco, que ya tenía la sagrada imagen en un altar
ad hoc en su propia casa, porque la iglesia parroquial había sido secularizada,
se la llevó con él a América en donde tenía contratada una turné artística de
año y medio por todas aquellas repúblicas hermanas.
En loor de devociones espontáneas a la Virgen peregrina de la Madre Patria, esta recorrió en brazos de
su juglar salvador y de su ayudante
escénico, las ciudades y pueblos importantes de todas y cada una de las
repúblicas iberoamericanas. La Sagrada imagen era depositada en conventos
religiosos e iglesias, en donde recibía culto
de devotos de todas las
nacionalidades y razas, incluidos los indios aborígenes integrados, quienes también rezaron a la Virgencita “Chiquita”
de España:
Uruguay: Guaraní
(Estos indios fueron culturizados,
cristianizados e integrados a la civilización por la Orden Jesuita en las
Reducciones y Misiones Guaraníes del río de la Plata. Mediante el Tratado de
Límites en tiempos de Fernando VI y su esposa, Bárbara de Braganza, se cedieron
a Portugal a lo que se opusieron los Jesuitas de las Misiones y la Orden para
hacerles obedecer el Tratado envió un miembro que era de Cártama ---y aparece
en la película la Misión con otro nombre---: el padre Altamirano.)
Bolivia: Aymara,
quechua
Guatemala: Quiche (maya), Kaktchikel, Kekchi, Mam
Perú: Quecha, Aymara.
Ecuador: Náhualt, Maya
Argentina: Quecha
Chile: Mapuche
Colombia: Guajiro (De
aquí vinieron los cantes de ida y vuelta tan famosos en España: Guajiras y Colombianas,
etc.)
Honduras: Caub
Nicarague: Misquitos
Venezuela: Warao y otros.
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Y también le rezaron en las capillas
de los conventos de cada ciudad en los
que el juglar depositaba la Imagen de
nuestra Virgen del corazón, le rezaron españoles de generaciones y generaciones
de emigrantes a aquellas lejanas tierras;
y también emigrantes italianos, chinos,
alemanes, ingleses, etc. etc. de religión cristiana y, otros sin serlo, iban a
conocer la odisea que llevaba a cabo una
Virgencita chiquita Patrona de un pueblo de España, Cártama, en los brazos de
un juglar que era paje de Ella, y la presentaba en los escenarios y le cantaba y recitaba el poema de sus
razones para haberla
raptado de su pueblo.