Y si hay unos tiempos que el maquiavelismo tiene determinante presencia y es susceptible de ser abordado críticamente, son estos en que estamos, dado el uso que de sus malditas máximas hacen todos los políticos no idealistas, o sea, la política capitalizada en aras de intereses personales y de grupúsculos. He aquí una de sus máximas que más daño ha hecho a la humanidad y la salud moral de los pueblos: “para las medras temporales la simulación de la virtud aprovecha; la misma virtud estorba.”
Ciertamente todo el mundo abomina el nombre de Maquiavelo, y casi todo el mundo, nuevamente, lo sigue; dos ejemplos paradigmáticos de ello lo tenemos en España: Pedro Sanchez y el coleta Pablo Iglesias, a su vez con multitud de esquejes repartidos en Ayuntamientos de infinidad de pueblos, dado que estos dos viscosos y nefastos personajillos tienen una impresionante capacidad de contagio popular, sobre en las de mayor indigencia caletral.
Lo grave es que Maquiavelo y otros como Hobbes y Castiglione, recogieron sus doctrinas de la observancia de las costumbres y usos del pueblo, y no, al revés, hasta que ellos ya diseñaron sistemas para los gobernantes de la tierra; lo que a cada paso se oye sublimado en los corrillos: que la virtud es desatendida; que el vicio se halla sublimado; que la verdad y la justicia está desterradas de la aulas; que la adulación y la mentira son las dos alas con que se vuela a las alturas.
Churchill dijo de Franco: "Le admiro y me fío de él porque en política es un diamante en bruto, el único que no ha leído a Maquiavelo"
Churchill dijo de Franco: "Le admiro y me fío de él porque en política es un diamante en bruto, el único que no ha leído a Maquiavelo"