jueves, 31 de octubre de 2024

 


 











 





 








 






                           EL AMOR Y LA MUERTE (Quimeras del alma)

(Me honro en dedicar este  humilde poema  a don Francisco, cura  Párroco de Estación de Cártama gran consolador de almas afligidas)

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He sido un amante idólatra

 Con amor de pasión desbordada

Y un responder tuyo propicio

Cual salvajes aleteos de alondras.

Y ¿por qué  la tarde me trae tus recuerdos?

¿Quizás  porque en la tarde era el idílico paseo

En el que descubrí en ti  el amor de mis sueños

Cuando la tarde  roja invitaba al beso?

Estaban tus ojos como ocasos en silencio

Y un gnomo contemplaba  mi amor y el tuyo…

Pero ¡oh pena!, el tiempo  se paró en seco

Y te fuiste por los senderos del cielo

Para nunca más volver,

Y yo inclinado sobre tu corazón

Escuchaba  llorando el aliento de la noche

Cuando la hora de tu muerte conocí,

Lo único, rectamente pensado,

A lo que vida eterna  llamarle

Que es la que tienes tú hilando en la rueca

Acompañando  a la Santísima Virgen

(Madre de Dios) de los Remedios advocada

Cuando de pronto me oirás decirte:

“Amor mío ven aquí que también

Me ha llegado la hora de la muerte…

Y  tú, en la otra orilla de la Laguna Estigia

Me esperaras que yo llegue en la Barca de Caronte,

Y allí nos abrazaremos  para vivir juntos siempre…

Y otra vez temí que todo fuera la quimera que me obsede.

Pero no era tal quimera, sino otro milagro

De los que en mi larga vida me hizo la Bendita

Virgen  de los Remedios de nuestra CARTAMA.




 

A LA MADRE




  

Te traigo, madre, un poema

Como diadema de pedrería

Para tu linda frente serena.

 

Para tu linda frente surcada

Por las arrugas de tus pesares,

Para tu frente rubia como trigales.

 

Al nacer, sentí que tu nombre, madre,

Como el sol de cada día, alumbraría

Mis torpes pasos entre zarzales.

 

Tus ojos, alas doradas de mariposas,

Refugio firme de vendavales,

Brincan, como zarzales…

 

En tu ausencia he comprendido que eres el ángel

Que vela mi indeciso y torpe peregrinar hacia a ti,

Y que me esperas, junto a María, en un cielo de alelí.

 

Ahora, como respuesta de mi sino,

Me queda la amada buena y santa,

Y el hijo, aroma de trigo recién molido…

 



AL PADRE


 



Padre, con tus manos sembradoras

Obtienes la divina realidad del trigo

Para amasar nuestro pan de cada aurora.

 

Tu alma templa el ritmo de la siembra

En la tierra, tal sagrada hembra

Que te ahijara espléndidas cosechas.

 

Tu mano castra el panal de las abejas

Y conduce el agua de la fresca acequia

Que riega el vientre de la fértil huerta.

 

Para el campo tiene corazón de nido,

Y en el campo pones la esperanza

De un dorado porvenir para tus hijos.

 

Tu recompensa es el buen Dios que regresa

Cada año en los hilos dorados de la lluvia,

Para hacer de cada surco una promesa.

 

Tu destino es seguir la yunta en la besana,

Despertar con la alondra a la alborada,

Y atrojar el grano separado de la paja.

 

 

 

Y cuántas veces también fuimos

Tú y yo, padre, dos sombras perplejas

Ante la arruinada suerte del campesino.

 

Ahora, ya viejo y circunspecto

Ahondo en el fondo de tu alma,

Y, de gozo, se me inundan los adentros.

 

Porque de ti supe con certeza

Que cada palabra es una trinchera,

El concepto honesto un latigazo,

Y la verdad, la mejor bandera.




Pienso con verdadera pena y desasosiego, en esas personas que han desaparecido arrastrados por las enormes torrenteras de agua y enormes montones de barrizal, otros muchos han perdido sus vidas y otros, han perdido sus casas o están inhabitables por doquier ruina, muerte y desesperación. Dios, yo te pido por esas tan lastimadas de cuerpo y alma seres humanos.....— me siento amado(a).

 LA MUJER, REGALO DIVINO

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Si hay debajo de la luna algo que merezca ser estimada y preciada es la esposa buena
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En las horas graves, las mujeres inspiran por la sensibilidad, por la pasión y por la iniciativa, superior a la de los hombres.
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La mujer ha ser buena, y parecerlo, que es mejor.
++++
Casi todas las mujeres hablan bien del amor; es el gran asunto de sus vidas, sin dudas
++++
La mujer, sólo el diablo sabe lo qué es, yo no lo sé en absoluto.
++++
En la mujer, verdaderamente mujer, no hay nada que no esté en relación con su marido con su Hijo con la amiga preferida.
++++
El hombre reina la mujer gobierna.
No pienso, siento intensa pena por tantas personas muertas, desaparecidas, arruinadas. El agua hacía mucha falta Pero no a tan doloroso precio. Es demasiado Dios mío son muchas desgracia y destrozos lo que esta "Dana" ha ocasionado. Pido a Dios por todos y por esta España desgraciada.

miércoles, 30 de octubre de 2024

 

EL CAMPO EN LA POESÍA

Los poetas al rimar, expresan dulce

   Melancolía  y, nostálgicos recuerdos

De tiempos que ya son idos para no volver.

La tumbaga de diamantes  que tras los montes

Anuncia  que  viene el día,

Los poetas  la saludan con el alma

Henchida de desbordada  poesía.

Siempre se siente poeta

Quien haya nacido en el campo

Y, en el campo haya  crecido

Con sus retinas de paisajes plenas

Y de bellos candilazos rojos por poniente.

Emociona el recuerdo de padre

Sol ya sin hirientes rayos,

Hincado  su cabeza tras  los montes de Bonela y

Dándole paso a la noche con su  luna,

Pastora de manadas de luceros y de estrellas;

Bajo ese lírico  cielo, en el estío

Los braceros dormían  sin miedo

En las parvas de las eras arrullados

Por un concierto  de grillos y un ladrar de perros

De las casas del diseminado rural

A lo largo de la limpia, entonces, cinta del río.

A veces nos despertaba un sonar de caracolas

Anunciando las cercanías del  perro con rabia,

O de cacos que en las pesebreras ganado robaban

Y de inmediato, los labriegos bastones en mano

 A su caza por caminos y trochas se echaban.

¡Como os añoro zarzas con negras moras

En los quijeros de la acequia, huertas

 De limoneros y naranjos repletos en sus ramajes

De nidos de verdones, alcaudones, “tontitos”, alzacolas,

 Jilgueros y, otras especies  de pajarillos;

Y el mirlo en celo, mota lírica  del cielo,

Que, espantado, vuela  desde el almendro

Al tocón seco de un manzano.  


 


 



En aquel entonces lejano Cártama estaba bien gobernada por gentes normales. Las ferias de Abril y, la muy familiar y entrañable de Septiembre, o de San Miguel, y en ambas era costumbre celebrar corridas de en la Plaza de la Iglesia y otras veces en una portátil que se instalaba en era Ramoliche, justamente en por supuesto que en aquellas



EL MIRLO
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Vuela el Mirlo
plumas endrinas
pico gualda.
El niño cortijero
al coger moras negras
en el zarzal cabe la
acequia y el camino
ha espantado
al Mirlo que vuela
y se para sobre
el tocón de una
higuera sanjuanera
El Mirlo de plumas
negras y pico gualda
remeda con arpegios
el canto de la alondra
que en celo gravita
en el aire bajo el cielo
y, a los pajarillos
que anidan en los naranjos
que pueblan la ribera.



martes, 29 de octubre de 2024



Es un hecho cierto la anomalía de una investidura insostenible: El Gobierno es rehén de las exigencias de los separatistas Vascos y Catalanes y, se ve sometido a la voluntad de un prófugo de la justicia con deseos de venganza. Con unos presupuestos prorrogados y desfasados respecto a la situación económica y las necesidades de gastos, Sánchez se aferra a la Moncloa eludiendo el principal instrumento de gobierno; así que su pretensión no es gobernar en beneficio de los españoles.
Asediado por las investigaciones judiciales a su entorno familiar y los graves problemas provocados entorno al partido con el cual gobierna, al presidente sólo le queda mantenerse a flote huyendo de la realidad siempre.


                          RESCOLDOS

Hizo los recuerdos Dios
para que el amor no se extinga
porque donde fuego hubo
siempre rescoldos quedó.

¡Que verdad tan placentera!
¡Que verdad tan verdadera!
74 años juntos los dos
fueron bendición de Dios.






 

















Lamento como Cartameño lo que, hoy, he tenido que oír sobre nuestra ingratitud con quien "salvó a nuestra Patrona".....
Y por el, adujo, la tenemos ( es un devoto) a ELLA y a su multisecular TRADICIÓN".
Me embargó la tristeza al no poderle, en puridad, rebatir nada de lo que me dijo, que no fue Poco. Y me callo, no quiero recordar.

lunes, 28 de octubre de 2024

 








Esta visto y comprobado que Errejon es un pobre diablo amoral pero, vamos por partes:

1.- Siguen brotando como espárragos en tiempos de lluvia, las historietas guarras de señoras o señoritas que siguen acusando al macho varas Errejon de sordidez sexual. ?Acaso el "garañon" ponía un colt en el pecho a estas féminas de marras meterlas en la cama? ?Las amenazaba o chantajeaba con daños físico o morales si no consentía?
Sólo una de las muchas acusadoras ha denunciado en Comisaría y ---!ojo al entuerto!---, a los tres años de retraso, según he leído. 
2.- Ella es una actriz entonces enmaridada y pese a ello, durante un año mantuvo en las redes sociales conversaciones platónicas con el macho varas, Errejon, que no paraba de hacerle sicalípticos halagos a su acompañante.
Ninguna mujer en su sano juicio habría permanecido en el taxi ni un instante más pero, !!que vá, que vá, a ella le solivellaba el conocimiento en política del macho vara.
Resumiendo, el taxi los dejó en casa de una amiga que daba una fiesta y, al poco tiempo Errejon le propuso irse en otro coche a su casa y allí la empujo a la cama y tuvieron lugar unos toqueteos que ella misma ha explicado en los que del culo y de alrededor del culo no salían y yo sólo lo apunto para aludir a la protección y connivencia que presuntamente su Jefa, Yolanda Díaz, a sabiendas de la calaña de Errejon, lo hizo portavoz del partido en que ambos afanan y lo subió de categoría probablemente con la correspondiente subida de sueldo
MORALEJA: Este Gobierno que preside, sin haber ganado Jamás unas elecciones, Pedro Sánchez es el peor que ha tenido España en toda su controvertida y dramática Historia.

domingo, 27 de octubre de 2024

 


















Pienso muy objetivamente que el FSCLARECIDO actor y recitador, José González Marín que, tanto bien hizo a su pueblo ---- y al PSOE que lo gobierna hoy---- pues su
Ayuntamiento, unos por consuetudinario odio y, los otros sin paliativos por inane omisión, han ESCARNECIDO su 
preclara Memoria; el Alcalde, con dolosa y falaz saña. Si, este señor ha llegado a inventar y propalar la oprobiosa calumnia de que González Marín al terminar la guerra mataba personas con una espada y "por eso, se le quitó su nombre" al Teatro que se hizo para ponerle su nombre a petición de un alcalde Republicano de izquierda, don Antonio Vargas Franco, que los del Frente Popular, sus compañeros, mataron.
En Cártama se escarnece lo que es noble y virtuoso y, se esclarece lo adventicio, reprobable e inmoral.


A primeros de noviembre pondré a la
venta 200 ejemplares de mi libro " EL JUGLAR Y LA VIRGEN PEREGRINA"
Que estaban destinado para una librería de un país de AMÉRICA, pero por la situación política de este país la empresa interesada ha cerrado y cancelada la operación, y tengo los libros en VENTA. Este libro tiene 750 páginas que contiene la Historia e Intrahistoria de Cártama con la descripción ÚNICA de la epopeya más completa de la Virgen de los Remedios por todos y cada uno de los países de Iberoamérica y Nueva York.


El periodista, Agustín Pery, dice hoy en su columna en el medio en que escribe:
***El "es de los nuestros'" es la piel de plátano por la que resbala nuestra Democracia, cuajada de mediocres serviles, atentos a la voz del AMO***, o sease, del Sr "1".-
Para escribir en prosa es absolutamente necesario tener algo que decir. Para hacerlo en verso no es indispensable pero, no está de más ser objetivo


El error es una planta tenaz: Florece en todos los suelos. Yo, que escribo siempre comprometido con la verdad constatada, invoco mi derecho a errar y a ser perdonado cuando involuntariamente sucediera. Perfecto solo es Dios. 
Alguien del que no es necesario dar señas, sabrá por qué digo lo dicho.

viernes, 25 de octubre de 2024



                      "Memoria Cristiana" y, política. 

Hoy, he leído un artículo que ha impactado determinantemente en mi concepto de cómo se es coherente como cristiano auténtico que me esfuerzo en ser pero, sin lograrlo porque es muy difícil en estos tiempos confusos y convulsos. 
El autor es nada menos que el eminente Arzobispo de Oviedo, Exmo. Sr. D. Jesús Sanz Montes. De el tomo casi literalmente, muchos párrafos de su propuestas y recomendaciones
La "Memoria Cristiana" será siempre 
subversiva para quienes tienen una idea totalitaria y excluyente; ante la familia que destruyen; ante la vida que siegan en cualquiera de sus tramos; ante la libertaf que pervierten con leyes liberticidas.
" Memoria Cristiana" que ama la belleza; no traiciona la Verdad y está abierta a la trascendencia.
Es normal ante este panorama que los cristiano ofrezcamos nuestro Testimonio y, no "escondamos la luz bajo un Celemín, ni encendamos la lámpara para ponerla bajo la cama". No debemos dar nuestro Testimonio con arrogancia, pero sí con valentía, " aunque irrite y encolerice a quienes no pueden controlarnos".
Todos tenemos una relación con Dios, lo queramos no, para confesarlo con la fe o, para negarlo desde la ideología mamandurrica.
Andamos con aguas turbulentas bajo el puente de la historia de nuestros días. No hay momento en el que no nos sobresalte la penúltima noticia del escándalo político de turno, del ademán. de dictadura totalizadora, de la mentira obscena de quién exhibe sin despeinarse sus tramposas aspiraciones que jamás declara.
Ya cunde el desánimo en una sociedad omnubilada por tanta corrupción capitalizada que no permiten su legítima defensa, la valiente toma de conciencia, reacción serena de de una alternativa que sea como la quién habiendo perdido escandalosamente unas elecciones espuriamente gobierna hermanado a precio de escándalo que con la chusma que declaran odiar a España y a la Jefatura limpia de su Estado.
NOTA.- Para sustanciar este artículo he utilizado, ya lo anuncié antes,algunos párrafos del inmenso escrito del Arzobispo de Oviedo, pero también inserto partes de mi cosecha, por lo que soy yo el único responsable de la totalidad del mismo y, por ende, de cualquier contingencia que pudiera surgir. Gracias.

jueves, 24 de octubre de 2024

 

    VENTURAS Y DESVENTURAS DE UN MAESTRO RURAL

             A quien, en la niñez,  fue mi maestro bueno, que me enseñó las primeras letras, muchas veces a la luz de un carburo  en el cortijo de mi nacencia.

 

 

                                        EL PERSONAJE

           Fue el “Bizco Antequerilla  un maestro rural (1.898-1.942)), que   ejerció  la enseñanza  por los  campos de la dilatada y ubérrima ribera de huertas que riegan por las acequias del Guadalhorce. Por su  grandeza  humana, su memoria  es susceptible de ser recuperada    en libros,  incardinada  en el singular y aciago marco histórico y  social que le tocó vivir.

        Toda su vida anduvo por los campos impartiendo la enseñanza básica  a porquerillos, a “pintaores” que tras la yunta dejaban golpes de semilla en el surco que abría el arado en las besanas, a vaquerillos y demás zagales campesinos.

 

       Establecía aula, si no había otro remedio, en los portales y zaguanes de los cortijos y casas de labor, en los hatos  de los tajos aprovechando   los   rengues entre revezos,  porque esa era la única forma de enseñar en aquella época a tan desfavorecidos  alumnos, que, a muy temprana edad,  ya  habían de participar, por necesidad de subsistencia y en virtud de inexorable y atávico contrato social, en las faenas labriegas de sol a sol a la par que los mayores.

 

     Sabían bien aquellos maestros de niños y zagalones jornaleros, próximos a entrar en quinta algunos de ellos, que la inmensa  mayoría de éstos no podían ir a beber el saber en la escuela; era el saber el que generosamente debía ir a ellos.

 

      Los alumnos  solían  aprender así  a escribir, a leer y las cuatro reglas aritméticas, amén de hábitos de tolerancia, respeto y  urbanidad. Tan somera instrucción instalaba, no obstante,   al  jornalero que la recibía en un  escalón aventajado en el ambiente  de analfabetismo imperante. Para mayor satisfacción,  así, al menos, le evitaba en  la “mili”  el enojoso trámite de   valerse  de algún  compañero  que le escribiera y leyera el carteo con sus padres y  la  novia. 

 

 No incomodaba al “Bizco  Antequerilla”  tal sobrenombre,   cuyo origen se ignoró siempre, porque ni era bizco ni nunca existió en muchas leguas a la redonda lugar alguno llamado Antequerilla.  Ciertamente, los motes fueron, y son,  corrientes entre las gentes de toda  la comarca guadalhorceña. Empero, agradecía  que le  aplicasen el apelativo de maestro, como aquí le llamaremos  en adelante, porque con ello veía reconocida su abnegada labor docente, y se sentía motivado  a seguir sembrando entre los hijos de braceros, gañanes y  labriegos  la semilla del saber  y  los preceptos fundamentales para hacer de ellos “hombres de bien”.  

        

Su geografía  lectiva, de lunes a sábado inclusive, abarcaba todos los enclaves   habitados entonces con más vecinos que el pueblo) de la margen derecha del  Guadalhorce, con periplo  alternativo: Tres días de Este a Oeste, y, en sentido contrario, otros tres, siempre   de lejos a cerca para que, al regreso, la noche le cogiera cerca de su  hogar en  Cártama-pueblo.

 

 Las jornadas  que le tocaba empezar por el  Este , enseñaba en los emplazamientos  de Doñana, El Toledillo,  Almotaje, Hacienda Los Remedios, El Peñoncillo, La Máquina, Barceló, La Noria, Cortijo Porra, Cortijo Molinero Alto, Cortijo  Molinero Bajo, Casilla Los Vargas,  El Jardincillo, Soto del Moro, Cortijo Talento, El  Huertecillo de Cayetana, Molino de Carvajal, El Cerrillo Joseito, Casilla Pepito El Bicho  ,y, Cortijo Palomo, para terminar la última clase  en La Alhóndiga,   generalmente ya  de anochecida a la luz de un carburo, sobre todo en los cortos días invernales.

          Cuando iniciaba la ruta por el Oeste, instruía en Gibralgalia, Casapalma, Pajares, Portugalete, Muléyla, El Chopo, Casilla Candelero, Cortijo “Dieguito el malagueño”, Cortijo Berrocal, Cortijo de Alcántara, y otros asentamientos. Esta ruta terminaba en la Colonia de Riarán,   a poco más de un  kilómetro del  lugar, tras haber cubierto  el largo recorrido iniciado, tal se ha dicho, en Gibralgalia,  bien andando con la burra de reata, y otros tramos montado  en ella.

          Toda una variopinta toponimia  cuya semántica en muchos casos sugerían  ecos de civilizaciones  pasadas, especialmente agarenos (Muleyla, Portugalete, Pajares, Gibralgalia, Alhóndiga, Almotaje, Soto del moro), de las que los arados y chapolinas  de los labriegos, raro es el día que no alumbran un testigo arqueológico fehaciente.

 

            Contorneaban  dichas rutas   una bella orografía y toponimia de  enclaves labriegos de los que, la mayoría, ya   sólo existen en el recuerdo o, en la tradición oral: la juventud actual, por ley de vida ignora que existieron, al menos con la definida personalidad (cultura atávica, usos y costumbres, intrahistoria, etc) que otrora caracterizó a  sus moradores.

          El maestro iniciaba su cotidiana tarea al par del alba; se  encaminaba a ella por sendas y trochas, dejando atrás el dulce vaho de las tahonas del pueblo que calentaban   hornos de hacer teleras  con  taramas de  lentiscos, tomillos y  jaras, y,  a veces, con ramón de olivos; las campanas saludaban la alborada con sones de maitines dando fe de que todavía, como otrora, Cártama era una ciudad levítica. Era  el momento en el que  los campos  empiezan a emborracharse con el olor de la retama en flor; cuando la gresca de las perdices y los pájaros terroneros despiden al  lucero  “miguero”,  guardián  de las cabrillas, que se  escabulle por las piqueras  del cielo;  la hora mística e insondable, en la que los pastores de ambos trayectos hacían, unos días, migas --de ahí, quizás, el sobrenombre del lucero,  que no es otro que el mañanero Marte, sideral reloj de boyeros y gañanías--, y, otros,  gachas zahínas  con miel, para que al estómago a media mañana no lo soliviantara    la gazuza que  despierta el duro  pastoreo de grandes piaras de ganado, lo que no dejaba lugar para saciarla con el sosiego de hacerlo a sus horas adecuadas, cuando todos los braceros caen a comer el toque de oración por los esquilones de la ermita.

 

A la lumbre de las  fogatas  en los grandes humeros de las cabrerizas,  o al abrigo de los chambaos  junto a las “quedá” en rediles, o en alguna gañanía, el enseñante  compartía con cabreros,  pastores y boyeros el  sólido desayuno, acopiando   fuerzas  porque, como a los ganaderos, a él también le esperaba una dura brega, enseñando   hasta   declinar el día a los niños de los niños cortijeros.

En  esa hora de las migas, los gallos desde las baldas anunciaban  el paso de la noche al día cuando la peineta de la alborada, como una tumbaga de diamantes, y va invadiendo lentamente los alcores; es la divina hora en que  las perdices contrapuntean el silencio con sus jácaras; hora mística en la que adviene la luz de vida que  pone en movimiento la creación.

 Durante este   preámbulo matutino, previo al   careo del ganado en las dehesas, se producía  un rico  intercambio de saberes: Los pastores, abandonaban sus reflexivos silencios  para comentar con palabras medidas los avatares del día anterior en los campos recorridos, como igualmente  las cosas del sentimiento, que también a ellos les acucia en los lejanos y apartados baldíos de pastoreos:

 

           Por la tarde la campiña les fatiga,

           Por la noche, el campesino sueña,

           Al  alba, sus sentires son de amores.

 

El maestro, aportaba al coloquio las nociones autodidactas que  él había abrevado en sus libros y en  la experiencia de su intensa vida, e informaba a sus amigos de las cotidianas  incidencias en el lugar, al que los ganaderos sólo iban cada quince días para “mudarse de ropa”

                                               

                         COBRO EN ESPECIES

              El maestro  (él quería que así le llamaran porque así le llamaban a Jesús), contaba  con una burra a la que, sobre el aparejo, le solía echar un serón, porque, dada la penuria del campesinado,  no siempre, o  más bien casi nunca,  podía cobrarles  sus míseros emolumentos en dinero, sino en especies    --gallos, gallinas, huevos, y hasta batatas, papas, harina , etc-- que debía transportar en los cujones del dicho serón, lo cual,  él aceptaba  en aras de la supervivencia. Por ello, y no por lucro,  se veía obligado  a ejercer, paralelamente a la instrucción, una especie  de  Recoba. Y para  convertir en dinero tales especies de trueques, el maestro  las vendía por las noches a precios asequibles  y a clientes  fijos,   en su propia casa del lugar, convertida por ello en virtual abacería.

             Además de la enseñanza,  en su desvivirse por servir a aquellas gentes alejadas de los servicios de la civilización, desinteresadamente hacía de practicante, de “capaor”, igual de cochinos que de potros y de mulos y, sobre todo, de leal consejero y gestor, sirviéndole para ello su  cargo de Presidente del Centro Instructivo Obrero.   

                LAS DIABLURAS DE SU DISCÍPULO EL “LAGARTIJA”

 

            Aunque el maestro nunca daba pie a que sus alumnos le gastaran bromas fuera de vara, no todos, como pasa siempre, son de condición llevadera.   Patético, y verídico, ejemplo de ello es el del “Lagartija”, zagalote de unos trece o catorce años (aunque el recio trajín de la perra vida le había adelantado la madurez), espigado, flaco como un esparto, cuyo citado mote  --que  se lo pusieron en el cortijo de la Alhóndiga  donde trabajaba “mantenío”--, ya daba  idea de su condición sinquieta, traviesa y sangregorda con que diluía en su ánimo  los sinsabores de un trabajo de dureza superior a la que correspondía  a su edad.

             En dicho cortijo,  el  “Lagartija”  era el  “chiquichanga” o “cazoletero”, es decir,   el encargado de faenas auxiliares, como la de largarse al lugar a por “mandaos” en una bestia,  e ir diariamente varias veces por  agua  a las distantes fuentes del Zarzalón  o Almotaje, sobre   la mula destinada a ello, con cuatro cántaros de barro, casi tan grandes como él  --la mayoría boquinos por el zarandeo--, encajados en aguaderas hechas con pleitas de esparto; cántaros, que después repartía por   tajos, besanas, esquilmos,  “regaores”,  como, también, a la casa-cortijo. Además, debía ayudar al boyero a “sacar”, cuando tocaba, los estiércoles  de tinados,  pesebreras, cuadras y corraletas.    

       Dado  su cometido de reparto por las 150 fanegas de tierras de la hacienda, el Lagartija debía pasar diariamente  por parajes  arbolados y sotos  en donde las aves tenían su hábitat y orquestaban sus algarabías.  Llegó a conocer  a casi todas las especies de pájaros de la ribera e, igualmente, estaba  familiarizado con  el graznar  de las carroñeras (grajos, buitres, grajillas etc)  que desde los picachos serranos, bajaban  a nutrirse en  arroyos cercanos   con  los animales  muertos que en ellos   tiraban los campesinos. Por eso,   había adquirido una  inusitada habilidad para simular el canto de estos pájaros,  como también guturalizar el rebuzno del asno y el relincho de caballos y  yeguas e, incluso,  el lastimero berreo del  becerro que, para el  destete, quedaba amarrado en la pesebrera, y el patético   mugido de la madre al acuciarle el malestar de sus ubres repletas  de leche. Se convirtió, pues, en un insospechado  virtuoso  para el remedo de la   jerga   de la fauna de tierra y aire de los  horacianos  pagos  guadalhorzanos.                                                                                                                                                                

            Tenía el maestro, y con razón,  en  gran aprecio a su burra, pues aparte del insustituible servicio que le prestaba, era resignada a más no poder, con un andar alegre y ligero  sin   trastabillar jamás  por muy pedregoso que fueran los caminos que transitaba. Tan  mansa era, que los chaveas, incluso los más pequeños, la montaban en sus juegos,  aparejada o en pelo,   dándose unos a otros para subirse en  ella   “una pata”, sin que la noble bestia  hiciera nunca un extraño o un renuncio. 

           Pero, como todo en la vida, la rucia tenía un defecto, no capital pero  harto latoso para su dueño:   Era  machorra (estéril), y,  además, lunera: Se calentaba todas las lunas, de lo que  el mico y avispado “Lagartija” se aprovechó   para embromar de  manera cruel e irrespetuosa   a su propio maestro. Cuando más confiado transitaba éste a lomos de su jumenta por alguno de los caminos de su habitual recorrido, de detrás del más insospechado taraje, mimbrera o tupida sierpe de algún granado del quijero de la acequia  cercana al camino, súpito y estruendoso  emergía  un  rebuzno. Y, tan genuinamente asnal era, que  ni el más avezado hierofante se habría atrevido a dudar que tal  roznido proviniera de un borrico garañón.

          A la burra, al oír  el gutural galanteo del macho,  se le espabilaba la libido de forma aparatosa: Frenaba en seco sus andares, arqueaba el lomo y, juntando los cascos  delanteros con los traseros,  la pobre bestia  se meaba  a chorro  al tiempo que, con los belfos entre los brazuelos, iniciaba un frenético y tórrido mastique. El maestro, por efecto de la inercia del brusco parón y simultáneo acamellamiento del lomo de su asna, ipso facto e irremisiblemente,   iba al suelo por  encima de las agachadas  orejas de la  jumenta ya florida al husmear el macho.

          Desgraciadamente, por muy  apriesa que el enseñante, empolvado y bardado por el batacazo en el camino de acarreos,  saltaba la acequia paralela al  camino por el más cercano atraque, garrote en ristre para ajustarle las cuentas al insidioso autor del agudo roznido que tantas humillaciones le estaba ocasionando,    nunca  veía al rucio  que emitía los malditos rebuznos, ni encontraba pataleo de sus cascos,  ni   fóllega  o rastro alguno   en los hierbajos   que le permitiera colegir que creatura maligna y fantasmal era  la que le sumía en tan constante sin vivir.                                                                                                            

         Para más desesperación,    en una de esas caídas aterrizó de espaldas y, sin poder evitarlo, con sus cuadriles aplastó el hurón que dentro de una redecilla ad hoc amarrada a la cintura  con  hiscales de esparto o de cogollo de palma, llevaba bajo la chamarreta. En efecto, el maestro no tenía otra afición fuera parte de la enseñanza, que la caza;  de vez en cuando, siempre que tenía ocasión,  se iba de cacería a los pechos de enfrente con su escopeta, perros y hurón. Las piezas que cobraba las  regalaba siempre al ama de casa  del cortijo en el que le tocaba almorzar al día siguiente.

         Siguiendo con el Lagartija, lo que menos llevadero   le resultaba al respetable docente era el inmenso  ridículo en que se veía ante los braceros  de los tajos de trabajo  que se percataban de sus  especiales y nunca vistas    diatribas con el rebuzno de marras.

 Todo  aquello resultaba misterioso: Ni una huella de herradura, ni una brizna de hierba pisada, ni nada que en cien metros a la redonda diera pista de haber sido hoyado por  creatura  capaz de emitir  el maldito rozneo  una y otra vez en los lugares de su itinerario menos imaginable, aunque siempre al socaire de maizales o cañaverales cabe el camino. Ya  empezaba a dudar si realmente el rebuzno  provenía  de animal real  o de algún  hideputa bípedo mal nacido. Pero, no, aquello no podía ser más que asnal. Sobre la otra y   remota posibilidad,  se  había prometido   endiñarle un escopetazo en cuanto lo cogiera  “a tiro meío“, razón  por la que desde un tiempo se llevaba consigo    la escopeta en un cujón   del serón, y los cartuchos, en lugar de con perdigones de plomo que podrían herir, los había cargado con sal gruesa secada a fuego lento en la sartén, para utilizadas  a guisa de postas y salarle el trasero al rebuznador, sobre todo si era de dos patas, como  cabía  sospechar  ya.

Usar sal gorda secada al máximo como metralla disuasoria, que no lesa, era corriente entonces: Cuando   los “cacos”,   que en aquellos años  solían descolgarse en los trenes mixto y mensajero  desde la capital a las huertas de la ribera  para robarle a los  hortelanos sus frutos, estas  nobles y bragadas  gentes echaban mano de este radical argumento disuasorio: Al que cogían con las manos en la masa robando el fruto de sus diarios esfuerzos  de sol a sol, le endiñaban un par de tiros de sal en el nalgatorio, cuyo escozor cabe suponer.  

 La solidaridad campesina de la época se ponía también de manifiesto cuando,  de cortijo a cortijo, llegaba el estremecido eco  de  las caracolas, que,  como cual si fuera generala, tal  les cogía en ese momento el  patético  eco  se ponían en pie de guerra, porque, de seguro,  rondaban ladrones, o el perro  “de rabia”  deambulaba mordiendo cuanto  encontraba a su paso  , o, el río bajaba salido  de madre y urgía tomar  las  medidas de seguridad con personas, animales y frutos que diese tiempo, antes de que  llegara a cada enclave la tumultuosa avalancha de agua y lodo que, así, se las gastaba, y se las gasta, el voltario Guadalhorce.

 Y, como no hay mal que cien años dure,  una  tarde de aquél, para el maestro  aciago verano,  en el sombrajo de la era  de la Alhóndiga,  el  aperaó  había mandado dar  de mano en las faenas de la trilla   para caer  todo el mundo a  merendar  del gazpacho, seguido de “mojete”, a punto ya  en un enorme dornillo de madera  puesto al efecto   sobre  la media fanega de medir los granos a guisa de mesa,   ante la que habría de situarse en círculo los moreros y comensales “arrimaos”  para dar buena cuenta de la apetitosa manduca  campera por el  equitativo sistema de “cucharada y paso atrás”.

           En esas estaban cuando,  la yegua de la mano, recién parida, al ser soltada del trillo se escapó buscando a su cría. Para hacerla volver a la era y trabarla  en la parva  con el resto de la collera,  el  “morero”  le encargó    al Lagartija,  que andaba por allí en su tarea  de  recoger los cántaros ya vacíos, para al amanecer del otro  día  ir a la fuente por el agua  que debía repartir por  los tajos al iniciarse la jornada:

             --“Lagartija”,  vete a por   la yegua  y trábala  en la parva  pa que se caree  junto a  las otras bestias.

                   Para ahorrarse el correr  tras la bestia parida arreándola hacia la era, al Lagartija no se le  vino a ocurrir otra cosa que imitar  el relincho lastimero del  potrillo. Tan perfectamente lo hizo  que, de inmediato, orejas enhiestas, acudió la madre.  Y..., ya no cabía forma de enderezar el error: cuando cayó en la cuenta de lo que acababa de hacer delante del maestro, el sudor se le convirtió en escarcha bajo la blusa;  el docente,  que también esperaba el momento de meter mano al  gazpacho, no más oírle relinchar de tan perfecta manera, dio  un felino salto y asió el enjuto gañote de su alumno  e hizo  presa en su prominente nuez con los dedos  cual  si fueran inexorables alicates.  Al  convicto de tan irresponsables y crueles   chanzas,  rápidamente se le empezaron  a vidriar y  dilatar  las pupilas.     

                   El “caporal” mayor del cortijo,  presente en la era como solía hacer al caer la tarde,  atónito y alarmado ante lo que estaba viendo, e ignorando la causa de la acción del maestro,   gritó a éste:

                   --- ¡Maestro, ¿se ha vuelto  loco...?!

                   ---¡¡¡ Siiiiiiiiiiiiii...!

                   ---Pero..., ¡va  a ahogar al Lagartija...!

                   --- ¡ Siiiiiiiiiiiiiiiii....!

                   --- ¿Y que le ha  jecho el zagal.......?

                  --- ¡Ya  lo contaré cuando venga el juez y la  “pareja”  a levantar su cadáver y a llevarme a mí  preso, que es mejor que la muerte que tanto me he deseado por culpa de este cabrón...!          

                  Los hercúleos brazos de “Frasco Porra” (carretero barcinador de la Alhóndiga)  lograron, a la desesperada, inmovilizar  al maestro, mientras que, el  “aventaor”,  echó mano de la maja de madera  con la que se labraba la  masa del gazpacho aporreando con ella, tal si majara esparto sobre un marmolillo,   los nudillos del  docente hasta casi desollárselos,  logrando así que éste   soltara  la nuez del “chiquichanga”.

                 El  irreverente pupilo fue juzgado en el acto por aquel jurado de    “hombres buenos”, gente de cuajo de los de antes de la guerra  quienes, a petición del propio enseñante   (demostrando éste  una vez más su bonancible condición), conmutaron al cazoletero la pena  de despido inmediato, que en tales casos y datas era lo habitual, por la de tener que  recitarle  al día siguiente al preceptor   la nómina completa de los reyes godos, amén de tararear la letanía del Santo Rosario (en latín, tal se hacía también entonces), como añadida penitencia impuesta a petición de su propia y  piadosa madre, que vivía en Palomo, otro cortijo perteneciente a la Alhóndiga, sita unos  mil metros de ésta junto al curso de la acequia del Barullo, y que, de visita en la casa de la Alhóndiga,  había sido  impuesta en ese momento de las barrabasadas de su hijo, que le provocó con ello  un enorme disgusto, y más, dado el respetuoso cariño que todos tenían   al bueno del maestro Antequerilla.   

  

          EL MAESTRO PROCLAMA LA REPÚBLICA EN GIBRALGALIA

         Como hombre de trato diario con  labradores de pequeñas haciendas  y  jornaleros, cuyas penurias conocía y compartía,   Antequerilla era entonces hombre  de izquierda. De una izquierda humanista, dialogante, tolerante y de ajustada dialéctica, cual cuadraba a su formación y oficio. Precisamente por ello,   ostentaba  en el pueblo la presidencia del Centro Instructivo Obrero.

                   Al  ser  Sierra de Gibralgalia  (a 10 kilómetros del casco urbano del pueblo),   una pedanía   que, como quedó dicho,  tan bien conocía  el maestro por el ejercicio de la enseñanza, a él encomendaron las fuerzas vivas del bando republicano   proclamar en ella la República, lo que llevó  a cabo   con su habitual naturalidad y mesura. Efectuó la proclama desde el ventanuco de una  morisca vivienda, por el que sacó la cabeza a la calle para echarle a la vecindad reunida en la pequeña plazoleta la   siguiente plática:

        “Queridos amigos y correligionarios:                  

                         La República ha venido  porque…  ¡tenía que venir! Como es natural, habrá que seguir pagando  los usos y consumos. Yo mismo vendré a cobrarlos.        ¡Queda proclamada la República, desde este momento, en la Sierra de Gibralgalia!.  

                  Amigos, ¡¡Viva España!! ¡¡Viva la República!!”.                                                                                                                                                         

             ¡ MALHAYA LA GUERRA CAINITA!

       Como hemos visto, fue un hombre dueño de esos  valores profesionales  “propiedad sustantiva del pueblo trabajador”. A través de su ministerio, intentaba humildemente inculcar a los niños-hombres que él alfabetizaba, la dignidad, la solidaridad y la virtud a través de su propio sentido de la justicia. Pero la mala suerte fue un  constante contrapunto a su generosa textura humana.

            Al terminar la contienda civil, se le extrañó de su pueblo y, al parecer, murió (no está comprobado el sitio de su muerte, pero sí enterrado en Cártama), paupérrimo y olvidado en su  exilio  allá en  Los Pechos de Cártama  enfrente del pueblo.  Tenía prohibición expresa de practicar la labor docente a la que había dedicado  su vida, y de aproximarse  a la villa  menos de tres kilómetros.

            Algunas noches, al amparo de la oscuridad, la infinita nostalgia le acuciaba a contravenir tan injusta imposición y, cruzando furtivamente el río Guadalhorce por el vado de Las Tres Leguas, llegaba por la realenga de trashumancia    hasta la ya aquí invocada, moruna acequia del Barullo, a la altura del Cortijo de Palomo, donde según la ancestral leyenda que en otro lugar de este libro recogemos, murió Poncios Pilato.   Desde aquí,  escondido en alguna sierpe, se emocionaba escuchando el eco, amortiguado por la distancia y la silenciosa serenidad de la noche, de las inocentes canciones  que los niños y jóvenes  cantaban durante sus juegos a la rueda,  al “pilla, pilla” o “al alto”, etc.

           Ya avanzada la noche, tornaba a su  casilla  de esquilmeros  con techo de juncos y palmas, sita, como quedó dicho, en los Montes de enfrente del lugar, en los  que también cinco siglos antes se asentaron los exiliados moriscos  víctimas de otra guerra, aquella  entre moros y cristianos. Allí, dicen que vivió un tiempo a solas con sus recuerdos y nostalgias y el alma  cargada de motivos poéticos   exenta de hiel y odio.

          Por el horizonte sur, su vista contemplaba el  titánico esqueleto del Castillo, fortaleza medieval, que corona el milenario cerro de la Ermita de la Virgen de Los Remedios, a la que le tenía una nunca ocultada y lúcida devoción, que siempre inculcó a sus alumnos. Y, en derredor, la quietud silenciosa de los cerros de campiña, por cuyas laderas  rodaban  rumores de esquilas,  y, en lontananza, el lejano toque de ánimas de las   campanas que caía lento sobre el pueblo al que tanto amó. En definitiva, la confidente serenidad de una tierra, que el  desarrollo inarmónico  actual  ha despersonalizado.

                El amargo sabor de las injusticias e ingratitudes humanas,   consumió  definitivamente su arduo y probo existir, y, un día, que nadie recuerda ya, la melancolía se lo llevó de este mundo envuelto en un sudario de ideales  marchitos.