(Me honro en dedicar este humilde poema
a don Francisco, cura Párroco de
Estación de Cártama gran consolador de almas afligidas)
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He sido un amante idólatra
Con amor de
pasión desbordada
Y un responder tuyo propicio
Cual salvajes aleteos de alondras.
Y ¿por qué la
tarde me trae tus recuerdos?
¿Quizás porque
en la tarde era el idílico paseo
En el que descubrí en ti el amor de mis sueños
Cuando la tarde
roja invitaba al beso?
Estaban tus ojos como ocasos en silencio
Y un gnomo contemplaba mi amor y el tuyo…
Pero ¡oh pena!, el tiempo se paró en seco
Y te fuiste por los senderos del cielo
Para nunca más volver,
Y yo inclinado sobre tu corazón
Escuchaba
llorando el aliento de la noche
Cuando la hora de tu muerte conocí,
Lo único, rectamente pensado,
A lo que vida eterna
llamarle
Que es la que tienes tú hilando en la rueca
Acompañando a
la Santísima Virgen
(Madre de Dios) de los Remedios advocada
Cuando de pronto me oirás decirte:
“Amor mío ven aquí que también
Me ha llegado la hora de la muerte…
Y tú, en la
otra orilla de la Laguna Estigia
Me esperaras que yo llegue en la Barca de Caronte,
Y allí nos abrazaremos para vivir juntos siempre…
Y otra vez temí que todo fuera la quimera que me obsede.
Pero no era tal quimera, sino otro milagro
De los que en mi larga vida me hizo la Bendita
Virgen de los
Remedios de nuestra CARTAMA.