Ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor,
ya ningunos ojos llora, ya ningún alma se angustia
sin que yo me
angustie y llore;
ya mi corazón es lámpara fiel de todas las vigilias,
¡oh Cristo!.
En vano busco en los hondos escondrijos de mi ser
para encontrar algún odio: nadie puede herirme ya
sino de piedad, amor y valiente determinación contra el error,
¡Oh Cristo!
¡Qué importan males o bienes!. Quiero que todo sea
bienes del corazón.
TÚ rosal no tiene espinas y para mí sólo da rosas.
¿Rosas de Pasión? ¡Qué importa! Rosas de celeste
esencia,
purpúreas como la sangre que vertiste por NOSOTROS,
¡Oh Cristo!