(Revivir tiempos pasados es honra de los pueblos,
placer del espíritu y enseñanza
del entendimiento)
Francisco Cañamero
(“Paco de Los Pitos” para el pueblo), natural y vecino de Cártama, constituyó
un caso de sanación providencial, totalmente inexplicable para la ciencia
médica.
Me contó mi viejo y querido amigo, Vicente Castro
García (q. e. p. d.), que cuando llevó a un hijo suyo a la consulta del doctor
Manuel Sarria de Málaga, éste, al saber que era de Cártama, le comentó que un
paciente suyo de este pueblo, Francisco Cañamero, murió sin que él pudiese
hacer nada para curarlo; cuando acudió a su consulta, el cáncer estaba ya muy
avanzado. – “Don Manuel, pero si éste hombre vive y está más sano que usted y que
yo…” – “¡Imposible!, Vicente, será otra persona. Aquel hombre no tenía cura
posible… Por favor, si es el mismo, dígale que quiero verlo”, le rogó el doctor, ya en expectativa
profesional, a Vicente Castro García (“Vicente
de la Estacada”, como le conocíamos todos).
En efecto, la familia de Francisco Cañamero, y
él mismo, siempre tuvieron por milagrosa su curación. Y, como hecho
providencial, lo recoge en uno de sus números la revista mariana, “Miriam”, de
la que debo un ejemplar al hermano lego, Antonio Díaz, residente en la Iglesia
de Stella Mari, religioso cartameño de esos que, si existe cielo, que debe
existir aunque no esté confirmado, él
entrará sin pasar por ningún fielato y sin necesidad de enseñar el carné de
identidad.
A Paco Cañamero, según
costumbre ancestral de este pueblo, lo estaba velando ya el vecindario más próximo, por haber
entrado en un estado de pre agonía. Su enfermedad, cáncer en estado terminal,
era ya, según criterio de varios médicos, totalmente irreversible.
Al percibir Paco de los Pitos desde su cama tanta gente en
sus cercanías dijo: “¡Qué jaleo!, ¿voy a morir ya?, ¿que hace aquí to esa gente?”.
Sus hijas, costureras,
arreglaron la cuestión diciéndole: “Padre, es que vienen a probarse las mujeres
a las que les estamos haciendo vestidos para el día de la Patrona”. En
efecto, al siguiente día bajaron de su
Ermita a la Iglesia parroquial a
la Virgen Remediadora.
Pese a su gravedad,
Paco quiso verla. Cuando la Sagrada Imagen estuvo frente a su casa, sostenido
por varios familiares, lo asomaron a la ventana de su dormitorio, encontrándose
cara a cara con la Virgen, al haber dado orden el capataz de trono, Paco el
Sacristán, de girarla en ese sentido.
Fue una vivencia especialmente emotiva, ver a
aquel hombre con el rostro ya afilado en fase pre mortuoria, transido por una
fe visible para todos en su faz según me dijeron, mientras musitaba,
sacando fuerzas de donde no existían, una plegaria a su Virgen de los Remedios.
Cuando llevaron ante el doctor Sarria a “Paco Cañamero”, tal aquel pidió
por mediación de Vicente Castro, el doctor pudo comprobar que era el mismo que
él (el mejor especialista de estómago que había en Málaga entonces) había
desahuciado, y que pese a su diagnóstico soportado en toda clase de pruebas, ahora estaba sano como una roca, pese, repito, a que ya lo tenía por muerto.
Las palabras del doctor, tras auscultarle a
fondo y examinar radiografías que le mostraron y suyas propias, y convencerse
de que había sanado inexplicablemente, fueron de este tenor: “Francisco,
debe creer que existe Dios, porque a
usted sólo podía salvarlo Él. Según me dices, ha sido a través de su Madre. ¡Buena
Medianera, pues, tiene usted!”.
Francisco Cañamero,
murió con 86 años, a los 18 de haber sido desahuciado médicamente.
Yo entonces padecía
úlceras de estómago con hemorragias y me asistía el doctor Manuel Sarria, con
consulta frente al Cine Goya. Cuando fui un día a verle con ese motivo, me confesó que estaba sobrecogido por el caso
médico de “Paco de los Pitos” de Cártama.