Dios me conserve fía la cabeza,
caliente
el corazón, la mano larga,
corta
la lengua, el oído, con adarga,
y
los pies sin premura y sin pereza.
Cuando en la senda del vivir tropieza
el hombre del dolor bajo la carga
su
propio peso es el más le embarga
para
alzarse del suelo. La tristeza
sacude,
empero, que ella es el estrago
más
corruptor de nuestras pobres vidas,
pues
no es vivir vivir bajo su amago.
No
por tus obras tus tesoros midas
sino que el alma, de fe pura en pago,
se
levanta merced a sus caídas.