SUR dedicó a mi libro "...EL JUGLAR Y LA VIRGEN PEREGRINA" en una ocasión, dos páginas centrales completas; otro día una página central completa; otra, un cuarto de página y, ademas de ello, distintas sueltos como este en que estamos. Algo por el estilo hizo algunos medios de otras ciudades, como Córdoba y Sevilla.
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González Marín fue el gran exponente del arte de la
escenificación del versoUn libro rescata la figura del artista cartameño, quien
hizo de la poesía un espectáculo culto en una época de hambre e ignorancia
J. J. BUIZAMÁLAGA. Lunes, 11 octubre 2010, 03:46
José González Marín (primero por la
izquierda), con los hermanos Álvarez Quintero y varios actores teatrales de la
época. :: SUR (Falta la foto a que alude Sur)
«Es un creador-un recreador de la Poesía, y desgraciado aquel que intente
imitarle». Estas palabras, pronunciadas por todo un premio Nobel de Literatura
como Jacinto Benavente, exponen con claridad el prestigio del que gozaba en su
época José González Marín. Su trabajo como intérprete y recitador en los años
treinta y cuarenta del pasado siglo le granjeó el favor de público y crítica
incluyendo a los más destacados literatos, y ensalzando su figura a la
categoría de estrella de los escenarios.
Ahora, un nuevo libro que acaba de salir a la luz ha recordado lo que significó
González Marín (Cártama, 1889- Cártama, 1956) en aquellos tiempos de miseria e
ignorancia, cuando el analfabetismo era una de las grandes lacras de la
posguerra en España. «Él fue el primero que concibió escenificar el verso para
liberarlo del secuestro de los intelectuales y llevarlo al pueblo llano; hizo
la poesía asequible a todos», explica Francisco Baquero, autor de la obra
'Cártama Histórica. El juglar y la Virgen peregrina', en la que recoge algunos
aspectos de la historia local, dedicando especial atención a su vecino más
ilustre y a la gesta que protagonizó para salvar de la quema la imagen de
Nuestra Señora de los Remedios, Patrona del pueblo, en los momentos previos a
la Guerra Civil.
No es la primera vez que Francisco Baquero dedica un libro a González
Marín, a quien conoció personalmente. Ya lo hizo en 1998, cuando publicó junto
con Pedro Dueñas y José Luis Jiménez 'El faraón de los decires', con prólogo de
Manuel Alcántara y en el que hacía un exhaustivo resumen de la vida y obra de
este singular artista. Para Baquero, que lleva años investigando y escribiendo
sobre la cultura, las tradiciones y los personajes de Cártama, en Málaga nunca
se ha reconocido lo suficiente el talento y la carrera de José González Marín,
a pesar de que en su momento protagonizó brillantes giras por España y América
Latina, llegando a ser condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica.
Su talento como intérprete lo explotó primero en la compañía de la célebre
actriz María Guerrero, protagonizando papeles de galán que le dieron cierta
fama en el mundillo teatral de entonces. Pero en 1927, cuando contaba con 38
años de edad, cayó enfermo y decidió regresar a la casa de su padre, en su
Cártama natal. Durante su convalecencia, redescubrió la poesía española, y se entretuvo
recitando versos y haciendo monólogos. Un día recibió la visita de José
Estrada, amigo de la familia y uno de los abogados criminalistas más célebres
del momento. Fue él el primero en escucharle y en aconsejarle que recitara ante
el público, sin saber entonces que acababa de ver nacer a un nuevo tipo de
artista que hizo de la literatura un espectáculo culto para todas las clases.
En pocos años, González Marín ya recitaba por todo el país, tanto
fragmentos de clásicos como Góngora o Cervantes, como poesías de autores más
recientes, entre ellos Antonio Machado, Rubén Darío, Salvador Rueda, García
Lorca o Alberti, con muchos de los cuales entablaría amistad. Una crónica de la
época escrita por el periodista Boris Bureba describe así uno de sus espectáculos:
«Entre terciopelo, para que no haya aristas. Una mesa, un sillón, ambos de
estilo español. Un vaso de agua, insuficiente todo para llenar un escenario de
nuestro teatro español, González Marín sale y lo llena. Es figura menuda, y aún
en su rostro hay ángulos que en otro pudieran decirse pronunciados. Viste de
corto o capa parda. Mas no hay líneas. Recita, canta y se estiliza. Tanto se
estiliza que el tablado resulta pequeño y la sala grande...».
La crítica especializada no cesó en elogiarle, tanto en España como en
América Latina. En otro artículo de la época, el malagueño Julio Trenas decía
de él: «Yo creo sinceramente que uno de los milagros de este maravilloso
gitano-cartameño que es González Marín resultó, sin duda alguna, el hallarle la
tercera dimensión a la estrofa poética». La prensa se divirtió mucho inventando
piropos para el raposa, a quien se refirieron como 'pregonero de metáforas',
'Colón del verso en América', 'voz del corazón de España', 'torero de la
poesía', 'loco de copla y versos', 'creador del arte único del decir' o
'príncipe de nuestra juglería', entre otras muchas brillantes definiciones.
Sus recitales también recibieron el reconocimiento de los más importantes
hombres de letras del momento, incluyendo a los más escépticos como Miguel de
Unamuno, quien, tras presenciar una de sus actuaciones, entró en su camerino y
vociferó con encendido elogio: «¡Pepe, eres un bestia!». Francisco Baquero
resalta la «versatilidad mímica» de González Marín, quien con suma facilidad
cambiaba su plástica y su dicción del drama a la comedia, adaptando su acento
para encarnar personajes andaluces, castellanos y hasta caribeños.
Caída en el olvido
Salvo Baquero, hoy pocos quedan en Cártama que lo conocieran personalmente,
aunque todos saben de él por su hazaña con la Virgen de los Remedios y porque
da nombre a una de las principales calles del casco urbano. Sin embargo, su
talentosa carrera ha caído un poco en el olvido, en parte por la agonía del
arte de la escenificación poética en los últimos tiempos y, de otro lado,
porque algunas voces han ensombrecido su memoria por su ideología política,
según Baquero.
En este sentido, el autor del libro siempre ha rechazado las acusaciones en
este sentido que pesaron sobre González Marín, resaltando que durante muchos
años siguió recitando a sus amigos Lorca y Alberti cuando la mayoría no tenía
valor ni para nombrarlos. También habla de la labor de mediación que realizó
ante el régimen para salvar la vida a un grupo de presos republicanos, paisanos
de Cártama que iban camino de ser ejecutados.
A lo largo de su vida, González Marín protagonizó otro sinfín de anécdotas
que Francisco Baquero se ha encargado de recopilar. Una poco conocida tuvo
lugar una noche de verano en plena Alcazaba malagueña, donde recitaba frente a
un selecto público. Casi al final de la actuación, hizo referencia a la
situación de Gibraltar y se refirió a la bandera inglesa como «bandera
colchonera», por su estampado semejante a los colchones de la época. Las
palabras exaltaron al cónsul británico, presente en el acto, aunque a González
Marín le salió una temperamental defensora: una joven Lola Flores, quien espetó
ante el diplomático: «¡la bandera que dice José es igual que la tela de los
colchones llenos de sayos en que duermen los churumbeles gitanos!».