Lamentablemente, la sociedad civil de hoy, incluidas las clases populares, hacen la
travesía de la vida y de la Historia en ayunas de saberes indispensables para andar
el trayecto. Entonces, faltos de brújulas intelectuales que les señale la dirección, se han parado y vegetan,
habituados ya, en un hedonismo moralmente termita. Y,
Canta la
Esperanza:
No se
debe morir sin dejar semilla de verdades y valores,
sin cantar, con todos, los himnos de gloria
sin cantar, con todos, los himnos de gloria
sin recuerdo en los seres,
sin
saber el profundo sentido de la Historia y del
Hombre.
No
se debe querer estar en vida muerto cómodamente
ni
estar en el redil monótono de molicie polilla
ni
ser planta adventicia,
ni
estar con lánguido olvido en plena vida,
ni
labio flácido y caído y los ojos con nublados de perezas.
(Para
mi libro: “Memoria
de un niño de la guerra”)