miércoles, 25 de enero de 2017

GILIPOLLEZ IBÉRICA (En román quevedesco, la más gratificante forma de escribir, cabreado, el español)


            Se nos suda un huevo que en Cataluña (España) los catalanes independentistas ---cuatro gatos y un tejón (Puigdermont)--- se cisquen en las sentencias de los jueces  sobre el uso de nuestro idioma de toda la vida, hablado fuera de España por  unos 600 millones de gente, chispa más, chispa menos.
            Y el otro chinal (o lo que tengamos) también se nos suda si nos damos un baldeo por Palma de Mallorca (España) y no encontramos ni una sóla señal de circulación en español.
            Permanecemos mudos de rapaterrón  si en Cataluña (España) le endiñan multas fabulosas a los empresarios que rotulan sus comercios en español.
            Nos quedamos tan panchos arrascándonos la bragueta si los niños de Cataluña (España) no pueden hablar en clase el español y se les enseña que España roba a Cataluña mientras el papafrita de Rajoy les quiere tapar la boca con dineros de los impuestos de todos los españoles.
            Nos quedamos a la recacha del sol que nos calienta la panza sin darle importancia a que Cataluña (España) tenga (y pague con el dinero de todos los españoles) casi tantas  embajadas como el Estado Nacional.

            Y, mientras sesteamos mentalmente  de tal  guisa y con la modorra de los gilipoyas marcada en la faz, nos sale la pretendida furia española (presidentes de comunidades, tertulianos blablaneros, periodistas  de izquierda desde que murió Franco, artistas de las cejas, etc,) y hacemos de la geografía patria un gallinero cacareante porque al presidente de Norteamérica le ha salido de los cojones, con todo derecho en esta ocasión, quitar de la wed en la Casa Blanca  el idioma de Cervantes  y mantener la del idioma de Shakespeare, que es el suyo. ¿Habrá en todo el mundo, mundo,  otro país que ocurra semejante gilipollez?