AL
PADRE
Padre,
con tus manos sembradoras
Obtienes
la divina realidad del trigo
Para
amasar el pan de cada aurora
*
Tu
alma templa el ritmo de la siembra
En la
tierra, tal sagrada hembra
Que
te ahijara espléndidas cosechas
*
Tu
mano castra el panal de las abejas
Y
conduce el agua de la fresca acequia
Que
riega el vientre de la fértil huerta.
*
Para el campo tienes corazón de nido,
Y en
el campo pones la esperanza
De un
honrado porvenir para tus hijos.
*
En el
viejo monorrimo pueblerino,
Mis primeros
versos ensalzas al vecino:
Se los
lees…, me miras… y, sonríes.
*
Y tu
sonrisa limpia es mi seguro,
Y es
mi empeño convertir tus besos
En
rosales de amor de mi futuro.
*
Tu
esperanza es el buen Dios que regresa
Cada
año en los hilos dorados de la lluvia
Para
hacer de cada surco una promesa.
*
Tu
destino es seguir la yunta en la besana,
Despertar
con la alondra a la alborada,
Y
atrojar el grano separado de la paja.
*
Ahora,
ya viejo y circunspecto,
Ahondo
en el fondo de tu alma,
Y, de
gozo, se me inundan los adentros,
Porque de
ti supe con certeza
Que cada palabra es una trinchera,
El
concepto honesto un latigazo
Y la
verdad, la mejor bandera.
A LA MADRE CUANDO AÚN VIVÍA
Madre,
te traigo un poema
Como
diadema de pedrería
Para
tu linda frente serena
*
Para
tu linda frente surcada
Por
las arrugas de tus pesares
Para
tu frente rubia como trigales.
*
Al
nacer sentí que tu nombre, madre,
Como
el sol de cada día, alumbraría
Mis
torpes pasos entre zarzales
*
Tus
ojos, alas doradas de mariposas,
Refugio
firme en vendavales,
Brincan
graciosos como zorzales.
*
Yo
siento, madre, que tu nombre
Es
como el ritmo de todo cantar
Y el
invocarlo, es mi rezar.
A LA MADRE
En tu
ausencia aprendí que eres el ángel
Que
velas mi peregrina ruta hacia Dios,
Y gozas junto a María en su cielo de alelí.
Tu
frente blonda y noble, fue mi espejo,
Y tú seno mi punto de partida.
Lívidos
quedaron mis amores con tu ida;
Me
arrodillé en tu orilla cuando
Tus
ojos, estando abiertos no me veían,
Pues
estabas allí, pero partías.
Esperaba
ávido tu última palabra,
Y
sólo pude darte el postrer beso
Cuando
pura tu alma ya se elevaba.
Todos
mis cariños se dispersaron,
Todos
mis rosales se deshojaron
Y
todas las fragancias se me alejaron.
*
Ahora,
como respuesta de mi sino,
Me queda
la amada piadosa y santa,
Y el hijo, aroma de trigo recién molido.
Ella,
hilo de agua en el desierto,
Él, collera de cascabeles para mi alma.
Ambos, lucero y estrella de mi
camino.