PEPE, “EL CHIRRO”
Pepe, el “Chirro”, mi amigo desde la niñez y amigo de todo el
pueblo, frisa ya, tal diría el “aforaó” de
frutos agrios, diecisiete manos y cuatro limones, o séase, Pepe el “Chirro”,
como menda, es....."!un tanto mayorcete!".
Pepe, el “Chirro”, mi amigo, no se
molesta porque le llamemos por su mote; en realidad, a la generalidad de la
gente de este mi pueblo, como, al
parecer, a todas las gentes de los
pueblos vecinos con sano concepto de la convivencia democrática,
no les molesta ni pizca que les hayan cargado con un mote y se le distinga por él, que
tienen como el apelativo del día a día para
andar por casa. Dicha convivencia
democrática antes en boga, fue la que
desplazó del hábito consuetudinario a la antañona costumbre de pegar
escudos heráldicos de clase postinera en las fachadas; de entonces acá,
en su lugar, tenemos como blasón, y a mucha honra, el mote, apodo o alias. Todo
este circunloquio es para terminar diciendo que, mi amigo Pepe, con su noble
condición humana ha hecho de su mote una metáfora de hidalguía, de persona
cabal y leal, de bondad servicial. O sea, él ha caracterizado al mote y no el
mote a él.
Es también cierto que Pepe, el
“Chirro”, al tiempo que atesora todas las probidades antes enumeradas, era,
aunque hoy sus plurales dolamas lo
tienen cariacontecido, un ser humano de una jovialidad realmente luminosa,
dicharachero, pronto a la broma, al
chascarrillo y, a poner con su sinquieta alegría, buen humor en donde hubiera
tiesura y tristeza que, “dambas”,
habíalas en aquellas datas de penurias
de postguerra.
Precisamente, habida cuenta de los
dramáticos momentos que vivimos hoy, he creído conveniente ofrecer con este mi artículo, un pellizco de sal al evocar
una de las célebres bromas de Pepe,
el “Chirro”, de la que fui testigo y
recuerdo meridianamente.
Cuando su padre, Leoncio, por la
edad dejó el puesto de ayudante de viajeros en el servicio de autobuses entre Cártama y Málaga, su hijo, Pepe (el “Chirro”), ocupó
su lugar hasta que la línea Cártama Málaga pasó a propiedad de la compañía
Suburbanos de Málaga.
Lo que a continuación saco a relucir,
sucedió sobre las tres de la tarde de un día de agosto de la década de los cuarenta del pasado siglo, o sea, la época del
hambre, “la churripampa” (hasta el hambre tenía mote), del maquis
ó, “rejuíos” (las partidas del Mandamás,
del Rubio Brescia, de los Cazallero, el Recluta, etc) , que pululaban por montes y campiñas, y en cualquier vado,
vericueto serrano e incluso a campo descubierto, se liaba una sarta de tiros
entre Guardia Civil y “los de la sierra” que ardían hasta las verdolagas. Igual
que en siglos anteriores, El Tempranillo, Pasos Largos, Diego Corriente, etc, porque
es verdad que bandidos, lo que dice
bandidos, los hubo siempre, como también
los hay hoy pero de otro pelaje y,
embozados sin exponer la chorla en los
recovecos del gobierno. Era también aquella
la década del racionamiento y, por ende, del estraperlo.
Aquel día era feria de agosto en Málaga; el autobús (el Blizt) iba repleto de aficionados a los toros para presenciar la
corrida de esa tarde, con Manolete, Domingo Ortega y el Estudiante en el cartel
y, toros de Benítez Cubero, que, según el dicho de entonces, “embestían hasta con el rabo”, ¡cuasi ná,
la tarde de toros que esperaba! Pero antes
de llegar al “puerto de la zorrera”, a apenas un kilómetro de Campanillas, el Blizt hace un aparatoso ruido
y se para de pronto. Iba repleto de viajeros a los toros, no solo dentro sentados
y en los pasillos, sino en el techo, sentados como en barbecho, y, entre éstos, iba servidor de ustedes.
Antoñico (el que con González Marín
y la imagen de la Virgen
de Los Remedios recorrió América desde la Tierra de Fuego a New York), chofer y mecánico afamado, era el conductor y, tras
levantar el capó y echar una mirada, diagnosticó:
el peñón de ataque se ha roto.
Y, la corrida empezaba a las 6 de la
tarde...
En esas, aparece una camioneta en sentido
contrario: Antoñico la para y arregla
que el “Chirro” se vaya con ellos para
Cártama: “Pepe, vete pa Cártama, y dile a
la empresa que mande rápido el otro “cameón” para llevar el personal a Málaga que se le va
escapar la hora de la corría. Dile que se traigan un peñón de ataque que yo arreglaré aquí mismo la avería..., ¡venga sube
y hala pa Cártama!”
Cuando llegó a Cártama el “Chirro”,
en broma, o porque no se enteró bien del
mensaje le dijo a Antonio, “El picado de viruelas” y uno de los socios de la
empresa: “Me manda Antoñico a decirle que
está con el Blizt parado en el puerto de
la zorrera, que mande otro “cameón” a recoger a las gentes; ¡aaaah, y que le lleve usted peñones porque
nos han atacado!”.
Del peñon de ataque, a que se lleve peñones
que nos han atacado, obviamente había diferencia; tanta, que la Guardia Civil lo interpretó
como un mensaje cifrado anunciando que habían sido atacados por los “rejuíos”,
y, sin perder segundo, en el mismo autobús pedido y escondidos tras los
asientos, salió a todo gas un gran grupo de guardias desde Cártama, pero
llegaron primero al sitio de hechos los que acudieron desde la Comandancia de Málaga,
avisados por teléfono. Por desgracia, no
conocían a nadie de los que aguardaban ayuda dentro y alredor del vehículo
averiado.
Puedo
dar fe de que las escena no desmerecía de un aguafuerte que firmara Goya ó Picasso: Gentes con cien kilos sobrados en
postura de cuerpo a tierra, descomposiciones instantáneas, miradas de
incredulidad: ¿eran realmente miembros de la Guardia Civil ó el maquis
disfrazados de tales...?. El “Chirro”
aún no había vuelto de Cártama y, por tanto, nadie podía colegir que aquello fuera
otra cosa distinta a uno de los muchos atracos que llevaban a cabo los
“rejuíos”. El entuerto se empezó a aclarar cuando dos o tres números empezaron
a comprobar, para identificarlos, las cédulas personales de cada viajero...un
guardia dijo al capitán: “Mi capitán me
parece que nos estamos equivocando y haciendo el ridículo, entre esta gente no
parece que haya “rejuío...” En esas
llegaron los de Cártama y el monumental
chasco quedó aclarado. Como durante el momento álgido no vi a Antoñico, después le pregúnte:
“Tú donde estabas?” “Yo estaba cagando tras una melosa del balate
y no quise dejar de divertirme desde allí viendo la corria..”
Mientras tanto, el “Chirro”, al que
dada la “misión” que se iba a llevar a cabo lo habían dejado en Cártama, lo estaba pasando de órdago
jugando al pilla pilla, a las canicas y a la cuarta, dándole de sus
bromas a otros zagales, ignoranteignorando
la que por su broma había liado en la
carretera cabe “el puerto de la zorrera”
Se intentó que el hecho no se difundiera mucho para evitar, en lo posible,
el regodeo de los “rejuíos”.