jueves, 23 de noviembre de 2023

 

PEPE, “EL CHIRRO”

 

 

            Pepe, el “Chirro”, mi  amigo desde la niñez y amigo de todo el pueblo, frisa ya, tal diría el “aforaó” de  frutos agrios, diecisiete manos y cuatro limones, o séase, Pepe el “Chirro”, como menda,  es....."!un tanto mayorcete!".

            Pepe, el “Chirro”, mi amigo, no se molesta porque le llamemos por su mote; en realidad, a la generalidad de la gente de este  mi pueblo, como, al parecer, a todas las gentes de  los pueblos vecinos  con  sano concepto de la convivencia democrática, no les molesta ni pizca que les hayan cargado  con un mote y se le distinga por él, que tienen como el apelativo del día a día para  andar por casa. Dicha  convivencia democrática antes en boga,  fue la que desplazó del hábito consuetudinario a la antañona costumbre  de pegar  escudos heráldicos de clase postinera en las fachadas; de entonces acá, en su lugar, tenemos como blasón, y a mucha honra, el mote, apodo o alias. Todo este circunloquio es para terminar diciendo que, mi amigo Pepe, con su noble condición humana ha hecho de su mote una metáfora de hidalguía, de persona cabal y leal, de bondad servicial. O sea, él ha caracterizado al mote y no el mote a él.

            Es también cierto que Pepe, el “Chirro”, al tiempo que atesora todas las probidades antes enumeradas, era, aunque hoy sus plurales  dolamas lo tienen cariacontecido, un ser humano de una jovialidad realmente luminosa, dicharachero,  pronto a la broma, al chascarrillo  y, a poner con su  sinquieta alegría, buen humor en donde hubiera tiesura  y tristeza que, “dambas”, habíalas  en aquellas datas de penurias de postguerra. 

            Precisamente, habida cuenta de los dramáticos momentos que vivimos hoy, he creído conveniente ofrecer con  este mi artículo, un pellizco de sal al evocar una  de las célebres bromas de Pepe, el  “Chirro”, de la que fui testigo y recuerdo meridianamente.

            Cuando su padre, Leoncio, por la edad dejó el puesto de ayudante de viajeros en el servicio de autobuses  entre Cártama  y Málaga, su hijo, Pepe (el “Chirro”), ocupó su lugar hasta que la línea Cártama Málaga pasó a propiedad de la compañía Suburbanos de Málaga.

            Lo que a continuación saco a relucir, sucedió sobre las tres de la tarde de un día de agosto de la década de los  cuarenta del pasado siglo, o sea, la época del hambre,  “la churripampa”  (hasta el hambre tenía mote), del maquis ó,  “rejuíos” (las partidas del Mandamás, del Rubio Brescia, de los Cazallero, el Recluta, etc) ,  que pululaban  por montes y campiñas, y en cualquier vado, vericueto serrano e incluso a campo descubierto, se liaba una sarta de tiros entre Guardia Civil y “los de la sierra” que ardían hasta las verdolagas. Igual que en siglos anteriores, El Tempranillo, Pasos Largos, Diego Corriente, etc, porque es verdad que bandidos,  lo que dice bandidos,  los hubo siempre, como también los hay hoy  pero de otro pelaje y, embozados sin exponer la chorla en  los recovecos del gobierno. Era también aquella  la década del racionamiento y, por ende, del estraperlo.

             Aquel día era  feria de agosto en Málaga; el autobús  (el Blizt) iba repleto de  aficionados a los toros para presenciar la corrida de esa tarde, con Manolete, Domingo Ortega y el Estudiante en el cartel y, toros de Benítez Cubero, que, según el dicho de entonces, “embestían hasta con el rabo”, ¡cuasi ná, la tarde de toros que esperaba! Pero  antes de llegar al “puerto de la zorrera”, a apenas un kilómetro de  Campanillas, el Blizt hace un aparatoso ruido y se para de pronto. Iba repleto de viajeros a los toros, no solo dentro sentados y en los pasillos, sino en el techo, sentados como en barbecho, y,  entre éstos, iba servidor de ustedes.

            Antoñico (el que con González Marín y la imagen de la Virgen de Los Remedios recorrió América desde la Tierra de Fuego a New York), chofer  y mecánico afamado, era el conductor y, tras levantar el capó y echar una mirada,  diagnosticó: el peñón de ataque se ha roto.

            Y, la corrida empezaba a las 6 de la tarde...

             En esas, aparece una camioneta en sentido contrario: Antoñico la para  y arregla que el “Chirro”  se vaya con ellos para Cártama: “Pepe, vete pa Cártama, y dile a la empresa que mande rápido el otro “cameón”  para llevar el personal a Málaga que se le va escapar la hora de la corría. Dile que se traigan un peñón de ataque que yo arreglaré aquí mismo la avería..., ¡venga sube y hala pa Cártama!”

            Cuando llegó a Cártama el “Chirro”, en broma, o porque no se  enteró bien del mensaje le dijo a Antonio, “El picado de viruelas” y uno de los socios de la empresa: “Me manda Antoñico a decirle que está con el Blizt parado en el puerto de la zorrera, que mande otro “cameón” a recoger a las gentes; ¡aaaah, y que le lleve usted peñones porque  nos han atacado!”.  

            Del peñon de ataque, a que se lleve peñones que nos han atacado, obviamente había diferencia; tanta, que la Guardia Civil lo interpretó como un mensaje cifrado anunciando que habían sido atacados por los “rejuíos”, y, sin perder segundo, en el mismo autobús pedido y escondidos tras los asientos, salió a todo gas un gran grupo de guardias desde Cártama, pero llegaron primero al sitio de hechos los que acudieron desde la Comandancia de Málaga, avisados por teléfono. Por desgracia,  no conocían a nadie de los que aguardaban ayuda dentro y alredor del vehículo averiado.

            Puedo dar fe de que las escena no desmerecía de un aguafuerte que firmara Goya ó  Picasso: Gentes con cien kilos sobrados en postura de cuerpo a tierra, descomposiciones instantáneas, miradas de incredulidad: ¿eran realmente miembros de la Guardia Civil ó el maquis disfrazados de tales...?.  El “Chirro” aún no había vuelto de Cártama y, por tanto, nadie podía colegir que aquello fuera otra cosa distinta a uno de los muchos atracos que llevaban a cabo los “rejuíos”. El entuerto se empezó a aclarar cuando dos o tres números empezaron a comprobar, para identificarlos, las cédulas personales de cada viajero...un guardia dijo al capitán: “Mi capitán me parece que nos estamos equivocando y haciendo el ridículo, entre esta gente no parece que haya “rejuío...”  En esas llegaron los de Cártama y el monumental  chasco quedó aclarado. Como durante el momento  álgido no vi a Antoñico, después le pregúnte: “Tú donde estabas?”  Yo estaba cagando tras una melosa del balate y no quise dejar de divertirme desde allí viendo la corria..”

            Mientras tanto, el “Chirro”, al que dada la “misión” que se iba a llevar a cabo lo habían dejado en Cártama,  lo estaba pasando  de órdago  jugando al pilla pilla, a las canicas y a la cuarta, dándole de sus bromas  a otros zagales, ignoranteignorando la que por su broma  había liado en la carretera cabe “el puerto de la zorrera

            Se intentó que el hecho no se  difundiera mucho para evitar, en lo posible, el regodeo de los “rejuíos”.