EL SAPO DEL PILAR DE ARRIBA
Si hoy olvidada, antaño circulaba por Cártama una ancestral leyenda no entorpecida por el febril uso de medios informativos de hoy, según la cual, en el manantial agareno que nutre al emblemático Pilar de Arriba de la villa (celebrado por sus virtudes desde el tiempo de los moros) moraba un enorme y viscoso sapo, que el grueso de la gente del lugar tenían por un alma humana en pena al ser convertida en batracio por el maleficio de la sibila de un rey moro, cuya hermosa hija, de la que el mozo del alma penada estaba enamorado, y cayó en desgracia del moro padre porque el mozo quiso raptarla sin ser de sangre real.
Conllevaba la aleve maldición en añadido que, la saliva del sapo, era contaminante de chifladura y espurios respengos, de tal manera que cuando escupía en el agua del manantial, quien al beber de ella le tocara alguna pizca de esa saliva, adquiría alguno, o todos, los vicios de los que son susceptibles de adolecer los seres humanos más abyectos, con la particularidad de que sólo redimiría su pena cuando hubiese contaminado dejándola en supina incultura, a una buena parte la población.
Pasado
siglos, de tal guisa consiguió el enamorado
hombre-anuro contaminar a una gran parte del pueblo y liberar la pena. Pero
legó a determinadas gentes del villorrio el vicio de la mentira, la
credibilidad acrítica, la ignorancia servil, la envidia contumaz, la especie y
el bulo, la murmuración, la
adulación reptante y capitalizada y los chismes y calumnias lesivos de
honras y famas de los mejores. Todo eso, sin necesidad de abundar más en tan peripatéticos dislates de los ya
conocidos habitualmente apesebrados en
el Consistorio. Y, no son muchos; más bien pocos: los rumiantes de la
mamandurria.