RECUERDOS SINGULARES
A mis entrañables amigos de Caracas (Venezuela) Don
Rafael, don Miguel y familia, Dupouy,
este humilde recuerdo desde España-
Sobre mediados del mes de octubre, si mal no recuerdo, de 1.947, tomando una cerveza en el Bar Central de Cártama con otros amigos y Pepe González Marín, este me pidió que le acompañara como asistente escénico, cual hacia confrecuencia, en un viaje que iba a hacer a Jerez para inaugurar con un recital un nuevo Teatro que iba a llamarse, Teatro Maravilla, ( no sé si existirá aún). De allí iríamos a Sevilla en donde tenía contratado dos recitales en el Teatro San Fernando en sesiones de tarde y noche.
Dos amigos comunes, Antonio Rodríguez Rodríguez y Enrique Marín Rojas, mostraron deseos de venir a presenciar los recitales de Sevilla quedando en que ellos se irían directamente, como así fue.
A nuestra llegada a Jerez, nos esperaba para llevarnos en su coche al Hotel donde pernoctamos Pepe González Marín y yo. A la mañana siguiente vino a recogernos en el Hotel nuevamente don Alvaro Domecq, con el que, mientras hacíamos hora para el almuerzo en su casa, recorrimos las Bodegas de la familia, instalaciones ganaderas, incluidos los picaderos de cabalo de alta escuela de tiro de carruajes de competiciones y, otros para caballos de rejoneo a lo que se dedicaba don Alvaro desinteresadamente para mantener los centros de caridad para niños que tenía a su cargo el caballero jerezano.
Nunca olvidaré aquel almuerzo en la casa de don Álvaro Domecq en la que éste, su señora, Pepe González Marín y este humilde servidor, fuimos los comensales; durante la comida y la sobremesa se habló de Manolete, ¡cómo no!, de su muerte en Linares y de sus relaciones con la actriz Lupe Sino, quien desde Lanjaron en donde vacaba se trasladó urgente a Linares con la intención de casarse con Manolete in artículo mortis y instituirese en heredera, cosa que evitó sin ambages don Alvaro, el mejor amigo que tuvo Manolete y con el que tanto alternó en las plazas de España y América.
Ya en Sevilla, los cuatro amigos cartameños nos hospedamos en el Hotel Colón, en donde Pepe González tenía, como siempre que iba por la ciudad del Betis, su base de operaciones y, su “despacho “ en un tresillo y mesita en el hall.
Se llevaron a cabo
las dos jornadas de recitales en el gran Teatro hispalense, San
Fernando, con actuaciones de tarde y noche con teatro a rebozar siempre, y, es
un detalle que recuerdo, con la asistencia a título personal todas las tardes del Gobernador Civil, entonces,
Sr. Coca de la Piñera, entre otros muchos personajes de relieve sevillanos (del
pensamiento, poetas, cantantes, cantaores, toreros, etc), que recuerde, : Manuel
Machado, Diez de Quijano, Pemán, Sandro Valerio (de quien estrenó un poema a
Manolete, muerto en Linares pocas semanas atrás, del cual insertamos unas
estrofas más adelante, Lola Flores y Caracol, Juanita Reina (en el Hotel Colón
hacía apartes con Pepe González relacionados con la última secuencia recitada
de “
La noche que finalizaron los recitales acudió al Hotel Colón un grupo de amigos del rapsoda que en el Holl del mismo hicieron tertulia con él.
Recuerdo que me causó una enorme impresión el torero Gitanillo de Triana (compadre de Manolete que actuaba con él la tarde que el miura Islero acabó con su vida en Linares) venciendo la pena se arrancó con unos cantes, a cuyos sones, su propia esposa, Pastora, bailó con el genio y el arte despabilado de forma genial. “De casta...”
Eran ya como las tres de la madrugada, cuando el maître del hotel se acerca al grupo para decirle que un general del ejército que dormía a no mucha distancia en una habitación del mismo holl les rogaba cesaran ya el jaleo, pues no podía dormir. Fue Arruza quien, un poco sobrado de tequila con soda, cometió la fatal indiscreción: “Maniiito, dile al generalito que si no calla él le voy a badirelleaaaar” El silencio fue casi ominoso; mis paisanos, Antonio Rodriguez y Enrique Marín que conmigo estaban sentados en el mismo estrecho sofá, temblaban de miedo porque la cara y los gestos del maître no barruntaban nada bonancible.
En efecto, no necesitó el maître
llevar el recado: Una puerta que se abre por una mano evidentemente airada y,
un señor de cómo cincuenta años que en batín y pijama, sable en mano, sale por
ella hacia nosotros inquiriendo con voz de general en mando cabreado: “¿Donde está el pedazo de cabrón que me va a
bandirellear...?” Pero..., de pronto, le interrumpe una voz en tono familiar: “¡¡ Mi generaaal !!, y, el ya teniente
General, Asensio, que de él se trataba, vuelve la mirada y reconoce a quien le
llama, ya de pie hacia él: ¡Pero..., si
es Pepe González Marín; cómo he sentido no haber podido asistir a tus
recitales...! González Marín le
presentó a los concurrentes y, al llegar
a Arruza dijo en tono irónico: “El
banderillero de mentirijillas y enorme torero, Carlos Arruza...mexicano amigo
de España, casado con una sevillana para más españolidad…” Pepe González Marín añadió: “Mi general, estamos ahogando en arte la pena
que nos embarga por la muerte de nuestro amigo, Manolete y, ahora me toca
recitar el poema elegíaco que el poeta,
Adriano del Valle ha compuesto en honor de él y que acabo de estrenar aquí en
Sevilla, le invito a escucharlo y, mañana será otro día...” “Vale-- dijo el General--, no esperaba yo terminar la noche de forma
tan grata...,” Velada, que se
prolongó hasta las claritas del día. Arruza prometió llevar un cirio a