UN
MORITO, PRIMER ERMITAÑO DE LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS
En
1.484, un año antes de la toma de Cártama por los Reyes Católicos, el Rey
Fernando, que había tomado Álora, ordenó
al Marqués de Cádiz quien, con sus huestes formaba parte del ejército cristiano,
hacer una de las entonces frecuentas correrías de hostigamiento con sus
mesnadas por La Hoya
del Guadalhorce, hasta Coín.
Estas
incursiones en territorio enemigo, llamadas “algaradas” o “razias”,
se llevaban a cabo partiendo de los pueblos fronterizos dentro ya del reino nazarí de Granada, unas veces
adentrándose los cristianos en
territorio moro, como es el caso que hoy comentamos y, otras, los moros en el
cristiano. La novela romance “El abencerraje y la bella Jarifa”
recoge de forma ideal el ambiente de estas luchas fronterizas, en la que
aparece, amén de Álora y Coín, Cártama.
Durante
estas “correrías”, talaban olivos,
higueras, almendros, viñedos, quemaban
cosechas de cereales, y se arreaban
piaras de vacunos, caballar y otros
animales hacia las tierras del invasor, todo ello para arruinar y
debilitar la defensa de pueblos enemigos y sus ejércitos, facilitando así, la
derrota de éstos y conquista por aquellos. Efectivamente, la “razia”
de 1.484 fue preparatoria de la toma, en
abril de 1.485, de Cártama, Benamaquís (que fue arrasado), Coín, Alhaurínes y
otros pequeños pueblos y alquerías que desaparecieron, como: Fadala,
Pupiana, y, otras que eran alquerías.
Si
la población civil no se percataba a tiempo del avance del enemigo en “algarada”
y eran sorprendidos en huertos, caminos,
abrevaderos, molinos, etc, su suerte estaba echada: los hacían prisioneros para
después venderlos como esclavos, costumbre ésta de ambos bandos contendientes.
Durante
la “razia” de 1.484, las huestes del rey católico
cogieron prisionero, entre otros, a un moro
llamado Alhaberque Zaimén,
dueño de un importante negocio de especias que expendía en el zoco cartameño,
de donde era. De dicho negocio hubo de hacerse cargo su único hijo, un zagal de
cómo unos 17 años que se llamaba Abdulá
Zaimén.
En abril de 1.485, el Maestre de Santiago con
sus mesnadas, que constituían uno de los cuerpos del ejército cristiano, tomó
Cártama, expulsó de ella a la totalidad de sus pobladores moros, puesto que Los
Reyes Católicos querían hacer de esta
plaza una fortaleza militar estratégica
para la futura toma de Málaga, que se llevó a cabo el año 1.487. Cártama
siempre fue la llave de entrada a Málaga
desde otros puntos por la ruta este, y, en cuanto fue tomada el Rey reunió a su
Estado Mayor en la Alcazaba
para diseñar estratégicamente la toma de Málaga. Formando parte de ese Estado
Mayor, estuvieron en Cártama personajes sobresalient6es de la historia de
España que no podemos, por falta de espacio reseñar aquí.
Al
saber Abdulá Zaimén (que desconocía
la suerte seguida por su padre cuando fue secuestrado el año anterior), que su casa, cargada de recuerdos
ancestrales, iba a ser adjudicada por el Concejo de los conquistadores al
repoblador castellano, Juan Sinalma
Parejo, herrero que había acompañado
al ejército real, se negó a exilarse; cerró
su casa, echó aldabas y cerrojos a la puerta y atrancó las ventanas con
fuertes tablas fijadas con gruesos clavos, quedándose él dentro.
Cuando los soldados del Maestre de Santiago,
al que los Reyes Católicos habían encargado la defensa y atención de la
guarnición militar acuartelada con vistas al aislamiento de Málaga por el
Este, echaron abajo la puerta de la
vivienda del especiero, al joven Abdulá Zaimén, por más que le buscaron
dentro de su casa y en el pueblo, no le encontraron.
En
Cártama, como en todos los pueblos y ciudades que tomaban, los Reyes Católicos
implantaron la religión católica e
hicieron iglesia la mezquita musulmana bajo la advocación de la Encarnación: “…Por
la mucha devoción que Nos tenemos a Nuestra Señora La Virgen María en el
Misterio de la Encarnación
de Nuestro Seños Yesu Cristo, queremos que … la
Iglesia Principal de cada una de las Villas e lugares de
su Obispado ( Málaga) sea titulada en nombre de Santa María de la Encarnación...”
No obstante, cuando en 1.505 fue reconstruido
el templo-sinanoga-mezquita para el culto católico exclusivamente como
parroquia, D. Diego de Deza, arzobispo hispalense con sede en Segovia, le dio el título de San Pedro Apóstol, tal se
llama hoy.
Igualmente,
y como se detalla en mi libro “El juglar y la Virgen Peregrina”,
sobre el agareno oratorio que entonces ya existía en la falda del monte, a cuyos pies Cártama
dormita su historia varias veces milenaria, los Católicos Reyes erigieron una
pequeña Ermita (con los siglos varias veces reformada por causas diversas), en
la que instituyeron como Patrona de la
Villa a la
Virgen de los Reyes, porque como imagen dejaron la que ellos
llevaba en su tienda de campamento. El pueblo llano, empero, por la ubicación
de su Santuario, enseguida empezó a llamarla, Virgen del Monte.
A partir
del 23 de abril de 1.579, al remediarse por su intercesión una terrible
epidemia de peste, y, seguramente por sugerencia de los monjes Trinitarios que
entonces, en alguna medida, tenían relación con Cártama, aunque no Conventos
como en Ronda y Coín, y ayudaban sin regentarlo, el Hospital de Cártama, sito
en lo que hoy es Calle Concepción, que un tiempo se llamó calle del
Hospital, se la tituló Virgen de Los
Remedios (que es advocación de dicha Orden), declarándose, desde 1.579, el día
23 de abril de cada año como el de la Virgen de Los Remedios de
Cártama, “por siempre jamás”, con celebración de solemnes actos eucarísticos y
procesionales; y así se sigue haciendo aún.
Volviendo
al morito, Abdulá Zaimén, algún
tiempo después de la toma de Cártama,
los nuevos repobladores del pueblo, cristianos viejos venidos de otras partes
de Andalucía, Extremadura y Castilla, notaron que la pequeña campana eremita
tocaba con un son especialmente musical y entrañable. Para comprobar quien la
tañía con ritmos tan hermosos, subieron por el mismo empedrado sendero que los moros usaron durante ocho
siglos para acceder a la
Fortaleza-Alcazaba, y, se encontraron que el campanero era un
joven, vestido con zayal mariano, que se había instalado en un pequeño reducto
del templo y, cada día, cuidaba de las lámparas, hacía de guarda y abría la
puerta de la Ermita,
ya cristiana, a la soldadesca que ahora, como antes los musulmanes a Alá,
rezaban a los pie de la virgencita serrana.
Los nuevos
vecinos cartameños, atribuyeron a la influencia milagrosa de la Virgen, el que el joven Abdulad Zaimén, se librara del exilio y, de su conversión al cristianismo,
siendo, al parecer, el primer ermitaño
que tuvo nuestra Patrona.