jueves, 30 de abril de 2020

RESTOS DEL ROMÁNTICO MOLINO DE HARINA Y PIENSO DE LA COLONIA DE RIARÁN EN CARTAMA

Aquí se ve claramente la atarjea  que lleva el agua al molino que al caer sobre la rueda entablillada mueve las ruedas de granito que, dando vueltas y vueltas, muele los granos de trigo para hacer de ellos harina y de la harina teleras (pan). Este es el único que quedaba en el desemboque del río Fahala en la acequia del Barullo de aquellos que cabe el río, hablan los crónicas medievales. A él mi padre me enviaba con una bestia cargada de costales de yeros para allí molerlos para  pienso del ganado vacuno rociado en la pastura de paja. Y también, no pocas veces, llevé el trigo para la harina que después en la artesa labrábamos a puños en mi casa y, hecho el pan iba al horno  y se   se iba canteando según se cocía con una caña con ceporro para ello.  Y cantó el poeta de mis entrañas:


.....Juventud divino tesoro
ya te fuiste para no volver,
cuando quiero llorar no lloro 
y a veces lloro sin querer.
Celeste ha sido  la historia de mi corazón... 

(Cito de memoria y puede haber cometido algún lapsus)
A aquel  poeta de mis recuerdos, José Carlos de Luna,  lo llevé para que viera la semejanza lírica que este molino tenía con el que él canta en su libro, "La taberna de los tres Reyes":

Lo que más me gusta a mí
es un molino harinero:
¡de trajín
tan sencillo y jaranero!...

...del molino
 que a la vera del camino
nos brinda con la sorpresa
de su blancura bonita;
con la plata de su presa
y el son de su tarabita...

...Todo   a la antigua usanza,
sin remiendos superiores,
al pie de las enseñanzas
que los moros nos legaron 
cuando los moros andaron
por estos alrededores...


FABULILLA DE LAS SOCIEDADES CIVILES DE ESPAÑA

Resultado de imagen para el zorro en el gallinero fotos | Chiste ...La cosa está muy mal: Fábula
       
En todo  hay siempre plausibles  excepciones. En lo que aquí argullo  también.
Las asociaciones civiles que en España van de poner orden en el desconcierto político  que nos están llevando al carajo, actúan como hicieron una familia campesina  de acá que vivía en el campo: Les despertó muy pasada la media noche,  el alboroto de aleteos  y cacareo de la puebla gallinácea; el matrimonio y sus hijos en ropas menores llegaron al gallinero y,  se dedicaron a recoger  las aves  del suelo y subirlos a los  travesaños  de dormida de  la colonia avícola que era parte importante de su activo campero.

Pero los simples, más que simples diríase, campesinos,  no se preocuparon de la pareja de  coletudos  zorros, los cuales, poco más lejos engullían unas gallinas que se llevaron sin que los labriegos los molestara.  A la mañana siguiente, al  ir a la faena vieron el montón de plumas de sus gallinas que, los zorros, tan tranquilos, se habían zampado.

Lo único que ya les era posible hacer a los labriegos y labriegas era llorar  ante las plumas de sus gallos y gallinas: “¡¡Ay mis gallinitas que me ponían huevos y mis gallos que las pisaban para hacer   echaduras y sacar  pollitos de sus huevos..!!”

Uno de los hijos,  ya zagalón, le dijo a sus padres: “¡¡No lloréis ahora, que me quitasteis la zarasqueta  ya engatilla que traía en la  mano, porque os ha dado por pertenecer a esa leche que es la sociedad  protectora de animales…”

Moraleja: El raposo coletudo consabido se está comiendo una buena tajada de España, Pedro Sanchez se lo pasa pipa decretándonos a los españoles lo que le sale de los huevos y, el cobardíca de Pablo Casado, gritando en el Congreso pero por detrás firmando todos los cheques en blanco que le dice Sanchez  e Iglesias. Todo para que no le llamen facha, cuando  ser facha auténtico es lo más decente que se puede ser en España. Y si no lo creen, vamos a las comparativas.

miércoles, 29 de abril de 2020

¿QUE EN QUE PIENSO HOY?. PUES:...

Esta mañana he madrugado, eran las 6; la tarea es larga y el tiempo apremia y, uno va dando ya de corto. Lo primero que hago es, despacito ayudado con mi rústico bastón que me regaló a mi medida un amigo (ya muerto mi buen amigo), ir a la cocina y hacerme un café. Después me voy a mi mesa de trabajo, me siento en el sillón´ lo retrepo, y café en mano sorbos a sorbos mientras le rezo al Dios bueno mi plática de la mañana y a la Virgencita chiquita, para que intercedan ante el Padre por España, por mi familia, mis amigos y, por todos los los seres humanos que peregrinamos por este valle de lágrimas en la misma caravana hacia Belén, como rimaba mi poeta de mesa, Rubén Darío. Después cae en mis manos una letrilla, ya del medio de Internet en el que hago la primera incursión para encarrilar que da el día. Me solazo leyendo una de las letrillas de a mal tiempo buena cara que inserta un diario, y que dice:


"De galas que no son suyas
adornado se pasea
Pedro Sanchez por su casa,
La Moncloa y, TV. la "primera".

Y sigue el día, al que le he robado un cuarto de hora para escribir esta salutación a todos ustedes. ¡Buenos días!

DE MI LIBRO EN ELABORACIÓN "Memorias de un niño de la guerra"

            Mi abuelo paterno, Frasquito Talento,  barquero del río por el vado Ventarromero ---donde "a las mozas que de fuera venían a ver a la Virgen, las pasaba el río en su barca sin cobrarles dinero", según rezaba una  coplilla---,  y su hija, Antonia, de los 13 hijos que tuvo, hermana de mi padre. 

                     Ella murió del dolor miserere (apendicitis incurable entonces, cuando "se pasaba"), dejando un hijo huérfano a su marido, a quien la gente del frente popular, quemaron vivo cuando lo persiguieron para matarlo y, en la carrera,  cayó por un barranco encima de un enorme zarzal, al que pegaron fuego  y lo dejaron  allí que el fuego lo consumiera. 

                      Y a mi abuelo con 67 años, lo mataron a palos 16 milicianos en Sierra Gorda, frente al restaurante que hay. Pero a ninguno de los locos que hicieron tal con ambos, los denunciados sus hijos,  y si fueron represaliados al entrar los nacionales, fue por otras cosas. Es la historia de los  pueblos. Callen, pues, quienes hablan sin saber la historia y ofenden injustamente nuestra alma con sus palabras y  versiones de los hechos totalmente distorsionados. ¡¡¡Callen, callen, por favor!!!

Esto viene a colación  porque entre cientos de afirmaciones del mismo tenor de los zocatos extremos, afines a nuestro comunista gobierno, Baltasar Garzón, despreciando a los muertos del coronamuerte por descuido irresponsable, ha dicho literalmente, según recoge hoy 29/4,  el diario Libertad Digital: "La peste está ahí, pero no la del coronavirus, la del fascismo" Esta referencia en boca de un jurista famoso tiene mucho arroz que menear.

martes, 28 de abril de 2020

DE LA ORIGINALIDAD Y SOCORRIDO DE LAS PALABRAS

POLÍTICA Y GENTE / ¡Diez! ¡Calificación perfecta!... - El Portal ...
             
                Días  atrás,  aquí mismo hablaba yo de la original y poco empleo actual de algunas de las palabras de nuestro idioma. Hoy nos toca parar mientes  en un término que aún se emplea  con cierta frecuencia en nuestros parlamentos sociales. Se trata de la palabra BELLACO.
BELLACO:  Pícaro, marrullero, astuto, sagaz, desagradecido, bergante,  villano, traidor que todo lo pone al servicio de su ruin condición con tal de medrar.  (Nota:  cualquier  parecido con algo o alguien es pura coincidencia)
Cervante utiliza así el término, a principios del siglo XVII:
“¡Oh  hi de puta bellaco, y cómo sóis desagradecido, que os  veis levantado del polvo de la tierra a señor de título, y correspondéis a tan buena obra con decir mal de quienes os hizo”, idiotas  dellos!.

 El Arcipreste de Hita en  su obra,  Libro de Buen Amor” (siglo XIV) nos viene a decir:

“Preguntaron al bellaco qual fuera el su antojo;
Diz: “Dixom que con su dedo que me quebrantaría el ojo;
D´esto ove grande pesar, e tomé grande enojo,
E respondile con saña, con ira e con cardojo” .-

Y Sebastián  de Horozco:
 
“Di vellaco, ¿no comieste
Al  yantar  
Hasta querer  vomitar?”

 Y para terminar, Agustín de Rojas en su “ Viaje entretenido”:

“¡Hideputa  bellacona!
¡Como tendrás buen jarrete
Ya sabría amartelar
Los hombres hasta reventar !”.

lunes, 27 de abril de 2020

PEIMERA PRECESIÓN TRAS LA GUERRA

El texto de esta joya mediática de hace 82 años en texto de José González Marín lo dice todo, pero quiero llamar la atención del último párrafo de la 1ª columna:  Le preocupaba ante la Virgen la guerra entre hermanos, no un bando. Fui testigo de ello y supe de su sentir.

UNA MIELDA ¿QUÉ ES PA TÓ EL PUEBLO?...


           

            La palabra mierda por esta zona se conjugaba en todos los modos y, ocasiones pertinentes: Una, vez el alcalde de Alora, Don Pedro Vila, hombre de unos sesenta años, ya parado,  sosegado y sereno, jugaba al Tute en un bar con tres amigos, más los que solían rodearlos viendo los lances del juego. En esas, llega el cornetilla de los bandos del alcalde (entonces no había más policía que él) y, dirigiéndose a Don Pedro Vila exclamole: "¡¡¡¡Don Pedro, don Pedro, venga usted corriendo que en el nacimiento del agua hay una mielda como el sombrero de un picaor!!!!..." 

            Don Pedro, impasible el ademán, lo miró, asintió con la cabeza a Juanillo el trompeta y, dijo al compañero, tú tiras Frasquito; "¡paso!" y tiras tú, dijo Frasquito al siguiente, llamado el Perales. El vigilante municipal, nervioso como el rabo de  una lagartija, insistió: "Don Pedro, don Pedro que le estoy diciendo que en el nacimiento del agua hay una mielda como el sombrero del picaor..." Y, ya el alcalde, para sosegar a su subordinado, lo hizo de esta guisa. " Juanillo, ya te he "oío", ¡coño!, tu tranquilo, no pasa ná: Juanillo, una mielda ¿qué es pa to un pueblo? ¿tú vas, Mellizo...

          ¡Qué tiempos!...

REDENCIÓN (De uno de mis poetas de diaria lectura).



Dios me  conserve fía la cabeza,
caliente el corazón, la mano larga,
corta la  lengua, el oído, con adarga,
y los pies sin premura y sin pereza.

Cuando  en la senda del vivir tropieza
el  hombre del dolor bajo la carga
su propio peso es el más le embarga
para alzarse del suelo. La tristeza

sacude, empero, que ella es el estrago
más corruptor de nuestras pobres vidas,
pues no es vivir vivir bajo su amago.

No por tus obras tus tesoros midas
sino  que el alma, de fe pura en pago,
se levanta merced  a sus caídas.

NO NOS VALE AGACHAR LA CABEZA

Tigre entre la hierba | Descargar Fondos
                               
         Hay que plantarle cara a la realidad, buscar las causas y posibles efectos y, actuar (¡actuar!), en consecuencia.  Se   debe partir en el análisis del peor supuesto que  nos  puede, con probabilidad,  deparar la realidad y, es, sin remilgos, éste: 

         La situación en la que  se encuentra España  es, trágica; a nivel político, sanitario y, por ende, económica. El panorama que se nos presenta, no nos engañemos, dramático de todas a todas y, de ahí, repito, hemos de partir. NO TENEMOS UN PUTO EURO, lo cual es peor que malo, sobredimensionado por el hecho de que,  hoy por hoy, gastamos mucho más que ingresamos y todas las fuentes de producción de activos deterioradas por  la crisis del “coronamuerte”. Y, lo peor, es que la esperanza que construye Pedro Sanchez y sus conmilitones, en EUROPA, no nos vale  porque,  la UE no se fía un pelo de quienes nos representa; además, en parte, a ella también le afecta el problema del coronavirus, que han de afrontar. Y lo peor de todo, es que la parte económica de nuestra soberanía, se la tenemos cedida a Europa, sin que valga ahora denostar a quienes lo hicieron.       Entonces ¿qué cabe hacer?, se me dirá. Pues.  
           1º).- Para empezar que se implante un Gobierno de Seguridad o Emergencia Nacional, y, ¡no para que se ponga también los políticos  a hacer políticas  musarañas dialécticas, no!, sino para que ingresen en el paro, al menos,  3.000 políticos y queden sólo 1.500 y, no son pocos, pero el ahorro por este concepto sería de unos 21 mil millones de euros, ¡mensuales!, o sea, 294 mil millones de Euros por año de 14 pagas, sin meter dietas y otras cosillas. Ya a Europa se le contraería el entrecejo.  
          2º) Inaplazable: Un nuevo presupuesto  nacional adaptado a la realidad que hemos de lidiar. Un presupuesto de guerra, y Planes de Recuperación y Desarrollo integral.    
           3º.- Una nueva filosofía de la política administrativa a niveles estatales:   Recuperación de las autonomías  las competencias de Economía, Sanidad, Enseñanza y, posiblemente, Justicia.        
           4º.- Mentalmente, si queremos evitar la pobreza y el hambre en muchos sectores, hacerle  al cinto tres agujeros más, es decir un espirito de austeridad SOLIDARIA que es la  que evita la miseria y los enfrentamientos sociales. Etc.Etc.Etc.  Pero esto, ¡YA!-  porque la prima de riesgo, disparada con los errores  con el coronamuerte, afila las garras.
Es una humilde opinión, pero racional. Al tiempo.

domingo, 26 de abril de 2020

ASÍ LLENABA LOS TEATROS Y ASÍ ESCRIBÍAN LOS PENSADORES DE ÉL

¡Cuánta emoción y orgullo para cartameños y españoles de bien contiene el poema (incompleto) de Foxá,  y las fotos de las actuaciones de un eximio artista cartameño dueño de un arte noble, que llenaba los teatros todos los días que actuaba en turné por todos los teatros de las capitales y pueblos de España y América, en sesiones de tarde y noche y, en su pueblo, unos cuantos panzaafrechos denigran y manchan su memoria e  imagen  y, con ello, la de todo el pueblo. 



HUIDA DESDE CÁRTAMA AL CORTIJO “EL CONVENTO” EN ALHAURIN DE LA TORRE CUANDO LA GUERRA

     
Dedico este relato a mis entrañables amigos  (unos doce)  que cada  lunes primero de mes  nos reunimos para hablar de lo humano y, lo divino si se tercia, saboreando  un almuerzo con los famosos guisos  del  Restaurante, "Venta Platero", en donde se respira  quietud  y paz de paisaje ancestral. 


           Los niños en la Guerra Civil
                 Estos niños jamás olvidarán lo que les tocó vivir a su corta edad, incluso los más chiquitines. 
          Los "niños de Rusia" que no se adaptaron a España

Describo en este relato episodios concretos que vi y viví durante  la guerra civil de 1.936, en la que tanto sufrió también  la población civil de uno y otro bando en liza. Otros, que también  recuerdo con claridad meridiana, trato de embozarlos bajo el manto del olvido. Y ahora, a lo que voy: La gente del campo resultamos lacerados somática y síquicamente   de manera involuntaria pero brutal y a veces pérfida (así son las guerras ideológicas civiles), tanto los de un bando como los del otro y, de manera especial, los niños,  los “niños de la guerra”. Fui uno de ellos,  como explico más ampliamente en mi nuevo libro, "Memorias de un niño bde la guerra", en cuyo texto también incluyo este relato:    

Mi madre paría aquel mes de octubre de 1.936 su tercer hijo  en el Hospital Civil de Málaga asustada por las múltiples, cercanas y estruendosas explosiones de las bombas que los aviones  nacionales  dejaban caer  sobre la  Málaga roja. Su cama trepidaba en cada estallido. Mi madre, lo supimos después, lloraba  para adentro porque estaba prohibido  expresar la pena  en aquellos tiempos de desintegrismo, odios y   metralla.   Cuando con su nuevo hijo, volvió a casa de sus padres en el Cortijo El Convento, contó una y otra vez su penosa odisea de parturienta bajo un bombardeo de guerra.  
   
 Al bondadoso,  sabio y famoso   doctor, Don José Gálvez Ginachero, que asistía a mi madre, le extrañó el silencioso llanto de ella  que,  sin nublarle la alegría de ver sobre sus pechos al nuevo  hijo,  dejaba traslucir una profunda congoja. Cuando,  con la dulzura que le caracterizaba, el citado médico le preguntó a su paciente si le preocupaba o temía algo además de las bombas, ella se desahogó ante aquel sabio y santo doctor  con palabras de este tenor:

  Don José, temo mucho por el destino de este hijo y de otros dos que están con mis padres y hermanos en un cortijo llamado, “El Convento”,  cercano a  Alhaurín  de la Torre; me encuentro ahora  con tres hijos, no tengo nada porque  no sé si aparte de madre soy viuda; no sé si mi  marido vive o ha muerto en el otro lado del frente a donde dicen que  se pasó al escapar en este lado  de la muerte: Cuando el 20 de agosto pasado le daban el “paseo” once milicianos en dos coches,  para al final matarlo una cuñada mía con mis otros dos hijos bajo el brazo, de rodillas  rezábamos ante  un cuadro de la Virgen de Los Remedios, pidiéndole  desde la tierra al cielo, que a mi marido no lo mataran;  Ella  nos escuchó y dio arrestos a ni esposo en esos instantes (¡ fíjese usted qué milagro!) para saltar del coche y escapar campo a través mientras le perseguían  con saña once bocas de fuego; así casi una legua hasta que, según se supo,  se internó  en  la abrupta y extensa  sierra cercana a los hechos;  y ya no he vuelto a saber más de él y, ¿cómo vivo yo y voy a criar  sola a mis hijos?. Hasta mi suegro, padre de 12 hijos que vivía de echar medianerías en tierras de señoritos para darle  trabajo a su prole, y que vivía con nosotros en Cártama, me lo acaban de matar, torturado a palos en Sierra Gorda cerca de Coín, según me he enterado por una visita.

Soy muy desgraciada… ¿ahora quien  me va ayudar a criar a mis hijos,  caso de que  a mí no me maten también; que va ser de ellos…? Sí, doctor, tengo mucha pena y mucho miedo.

Le embargaba en esos dramáticos momentos un  sentimiento trágico y asfixiante zozobra por su futuro de vida;  como también,  a  miles de seres inocentes más, de uno y otro bando de aquella innecesaria y loca  guerra que, como todas,  nunca arreglan nada, sino que sólo producen muerte, hambre, miseria y dolor punzante de ausencias eternas, que lleva aparejado  infinitas rastras de odios, como vemos hasta en las miradas.

El   doctor Gálvez le puso entre las manos un rosario para que no lo rezara con los dedos (¡en aquellos momentos de persecución religiosa  tener un rosario y rezarlo demandaba valor, o desesperación ciertamente…!)  y,  también disimuladamente, jugándose la vida, don José Galvez  le regaló una estampa de la Virgen de los Remedios de Cártama de la que  era devoto. ¡¡¡Dios, que casualidad!!!

Mientras tanto, en el cortijo, El Convento, sus otros dos hijos nos  habíamos  refugiado aquella mañana de bombardeos con nuestros abuelos y tíos en  la cercana   alcantarilla bajo la vía férrea que daba salida a las aguas  sobrantes  de las albercas de riego de la huerta del abuelo; desde allí  oíamos  el rugir de los motores de los “aparatos” en sus cabriolas en el cielo y veíamos como, entre ellos,  aparecían  vellones de humo de los cañonazos que les tiraban las piezas artilleras  republicanas desde tierra.

Algunos de estos aviones, tras soltar una tanda de bombas  maniobraban sobre el mar y, otros, venían a hacerlo tierra adentro hasta donde nos escondíamos la familia en aquellos momentos de peligro.   Preocupación y zozobra por doquier, especialmente por mi madre parturienta en el hospital en cuyas cercanías explotaban las bombas. Nunca olvidé, ni olvido,  una anécdota de la que una tía mía, Pepita,  y yo, fuimos protagonistas en esos momentos:

Dejado  llevar de mi curiosidad infantil, quise ver volar tan bajito a uno de aquellos “aparatos” de doble alas que daban la vuelta, hacia el objetivo a castigar, sobre nuestras cabezas  y, sin pensarlo, me salí del escondrijo a verlo; incluso le llamé  la  atención moviendo  mis brazos ya que  veía claramente la cabeza del piloto quien, a su vez, vio como mí  tía, asustada, tiraba de mi hacia la alcantarilla; nos percatarnos de  que el piloto  sacando una mano enguatada, nos lanzó  algo y cuando pasó todo, fuimos a ver que era; resultó ser unas onzas de chocolate que probablemente él llevaba para su consumo como “rancho” en frío incluso dentro del aeroplano.

 Retrocediendo en el recuerdo, mi madre, al escapar mi padre durante el “paseo”, fue advertida por  gente del Comité  “frente populista” local de que, si mi padre no se entregaba, ella “respondía” por él, “advertencia” que le hicieron en mi presencia y en la de tía Cayetana, hermana soltera de mi padre que vivía con nosotros para cuidar a mi abuelo, Frasquito Talento, ya muy enfermo a sus 67 años.

 Sabido esto por mi abuelo materno, Antonio “Canito”, habló con el comité de Alhaurín de la Torre en donde mi madre estaba empadronada porque, allí nació y vivió hasta su casamiento. Los del Comité de Alhaurín de la Torre invocaron esta circunstancia a los de Cártama para conseguir que  dejaran que mi abuelo se llevara a su hija, mi madre y, así fue, pero, en su lugar, me retuvieron a mí y a mi hermana (cinco y tres años respectivamente), como  garantía y señuelo para que mi padre se entregara.

A las dos noches de ausentada mi madre, de madrugada (cinco de la mañana) nos despierta a mi hermana y a mí, mi tía Cayetana y dos amigas ---Rosalía y Remedios, hijas de  “Coquina” que trabajaba con mi abuelo paterno en sus medianerías---, de sabida afinidad  socialista ambas y buenas mujeres como compota de membrillo, quienes se llevaban  el dedo a los labios con aparatoso gesto para que mi hermana y yo guardásemos silencio. La tapia que desde nuestro corral trasero  daba al de Juan La Tota (amigo de mi familia  porque era manigero en la Alhóndiga donde trabajó junto con mi padre), tenía apenas metro y medio de alto por el lado de nuestra casa pero, por el de  Juan, debería tener  un mínimo  de cinco debido al desnivel en ladera del casco urbano de Cártama; entonces Rosalía y Remedios nos metieron en sendas espuertas esterqueras de esparto y, con sogas lazos fuimos descolgados mi hermana y yo al corral de , Juan de la Tota, en donde nos aguardaba  el padre de Rosalía y Remedios (vecino de Juan), con su  burra preparada con cerón, como todas las mañanas cuando salía para el tajo en la labor  de mi abuelo Talento con quien llevaba una vida trabajando.

 Un en cujón del cerón metió a mi hermana y, en el otro, a mí tras habernos hecho tomar sendas tazas de tila, y, a cada momento, Pepe Coquina, que montaba la burra nos advertía  guardáramos silencios aunque fuéramos incómodos y, los esparto del cerón nos molestara: “Aguantad un poco, ya mismo vais a ver a vuestra madre y a un hermanito nuevo

            Escondido bajo un algarrobo con un caballo, cerca del cortijo Barceló a la salida de Royo Hondo desde  la sierra, nos esperaba mi tío Eduardo, hermano de mi padre, que de inmediato nos sube con él en el caballo y, Arroyo Hondo arriba, nos caminamos a través del sistema serrano para el Cortijo el Convento en  donde  nos esperaba mi madre ya con su nuevo hijo. Allí llegamos apuntando el sol tras más de dos horas de camino a escondidas. Figúrense la escena del recibimiento por parte de mi madre, abuelos y tías; a este le dio un ataque de angustia, porque el pobre abuelo recibió en casa a dos huérfanos ya. Yo, al vivir nuevamente en el campo, encontré la paz. Eso, ya digo,  fue en octubre de 1.936 hasta que un amanecer de febrero de 1.937, una de las ocho titas con las que mi hermana y yo dormíamos en la cámara con suelo de tablas, me digo: “Ve al cuarto de tu madre (una habitación con tabique cortada a la misma cámara y puerta de cotinas rameadas) y llévale el chupete del niño…”

 ¡¡Oh sorpresa, acostado con mi madre, estaba mi padre que al ser tomada Cártama por los nacionales salió de su escondrijo!! Allí descansando en paz y pensando en el futuro estuvo varios días sin que yo, nuevamente, me despegara ya de su lado, en donde estuve, hasta su muerte natural en 1.976; pero esta es otra historia.


Con mi madre y tía Pepita cuando yo tenía poco más de dos años.

Ya en la posguerra, hambre, piojos (el piojo verde o churripampa), estraperlo, miseria y, ni siquiera gasolina para el autobús había; el de Cártama a Málaga, el Blitz, tenía que usar gasógeno de leña, como testimonia la foto en la que aparezco con  12 años que me disponía a ir en él a Málaga para hacerle encargos a mi padre entonces enfermo.. 
***
Ya  en el comedio de la década de los cuarenta, acompañé a mi madre a recibir durante una pequeña temporada las aguas medicinales de Carratraca; allí nos encontramos que en el mismo humilde hotelito, se hospedaba también, solo,  el bueno de don José Gálvez Ginachero. Mi madre lo abrazó y le enseñó la estampa que él le regalara y que siempre llevaba en un cubre relicario en su pecho. Emotiva escena. Desde aquel día a la hora del almuerzo y de la  cena el venerable sabio  nos honraba compartiendo mesa con nosotros.

 Sistemáticamente, tras el almuerzo me cogía del brazo y me hacía acompañarle a departir con el cabrero que tenía puesto el redil de sus cabras bajo un enorme y tupido castaño, en donde el ganado sesteaba en aquella  caliginosa hora. ¡Cómo le gustaba a don José (hombre de ciencia médica) las explicaciones que sobre hierbas medicinales  (zahareña, hierba del sillero, poleos, manzanilla, hinojos,la rúa, etc), le daba el cabrero.

Un día, en el salón  del hotelito alguien le dijo: “Don José se pierde usted todos los días para irse con el niño y el cabrero las interesantes tertulias que en las sobremesa organizamos…” Don José, no lo olvido, le contestó dulcemente: “No, mi buen amigo, no esté en ello: No me pierdo nada porque de lo que aquí se habla, más o menos lo sé yo; lo que ignoraba, y es muy interesante como todas las cosas del campo, es lo que aprendo del cabrero…




sábado, 25 de abril de 2020

“EL PORQUERILLO” (Denuncia social)


             
Al  porquerillo a veces debía ayudarle otro zagal a guardar los gorrinos cuando había riesgo de que estos se escaparan e hicieran daño hozando algún cantero de batas y maíz en mazorcas ya. 

(A mi dulce amiga, Mayrata, para que   sepa como vivían    muchos niños de su edad en época de sus abuelos).

                                                                          ***

   Raspasayo” --- ¿quién no tiene su mote, a veces chocante e hiriente,   en cualquiera de nuestros  pueblos? ---, además de barbero en Cártama, ponía “indersiones”, sacaba  muelas si se terciaba y, ejercía de “capaó” de cerdos e, incluso, de cerdas que ya hay que tener arte en cirugía veterinaria,  operación necesaria  al meterlos  en engorde para  su posterior sacrificio en el matadero industrial ó, en la ritual matanza casera  prenavideñas, cual era tradición atávica en los pueblos andaluces, al menos en las familias medianamente pudientes. 


Aquél domingo, antes de apuntar el sol, “Raspasayo” se dirigía a lomos de su burra aparejada con enjalma, mandiles y corona de días festivos, por el camino de las Angosturas hacia el  cortijo, “El Gato”, en la “dehesa de arriba”  desde el que le habían “mandao  recao” para que fuera a capar una punta de  cochinas próximas  a entrar  en cebo en montanera o estabulación.


También espatarrado delante de su regazo, el “capaó” llevaba a su  hijo, un zagalillo de cómo seis años, al que sostenía con la mano que le dejaba libre el manejo del cabestro con  que encarrilaba la cabalgadura.


          En un  rastrojo de cañas de  maíz  cercano a la trocha de rodadura,  un porquerillo de cómo siete años,  pintoresca pinta y pobres trazas,  guardaba  un hato  de cochinos.



 El campo ofrecía aquella mañana un panorama de opresiva  tristeza invernal.  La humedad ambiental, aún mantenía  pegaba a la tierra   el humo de las candelas que los jornaleros encendían  en los tajos con taramas y ramón de tala  para paliar el frío, a la guarda de  que  capataces y manigeros dieran la orden de meter mano a las  faenas camperas.


Pastueñas yuntas araban ya en las besanas de las pardas hazas  de sembraduras, dándole tempero de cosechas a la tierra madre. De  lontananza llega el eco de una copla caminera lanzada al aire por un carretero al son lento de los platillos de su carreta.


El gélido terral atería el cuerpecillo del zagal porquero que tiritaba como  un  patalete descolgado del tibio y plumoso nido. Su instinto  aguzado por la perra vida, le indujo a resguardarse  poniendo en pie un par de pañetas de cañas de maíz “derribada”  ya a finales de verano  sus mazorcas,  contra las que  se arrecachaba de espalda a poniente, eludiendo así la terralera. Intentaba proteger sus pies desnudos en lo que de ellos no cubría los capellás de pleitas  de sus alpargates de  esparto con suelas de trozos de ruedas viejas de camión, sentándose  sobre ellos  en la cruda tierra a manera de diminuto buda.


Para  tener a rayas a los cochinos los apercibía  en su instinto animal de que él no los perdía de vista y estaba siempre pronto a cruzarles  el zurriago  si se desmandaban; de vez en cuando se erguía para reprenderlos con el onomatopéyico sonsonete,  propio en el menester de los porqueros de la ribera del Guadalhorce: “guigggní...”, crujiendo al mismo tiempo la puntera del zurriago, con lo que conseguía  que la piara permaneciera agrupada,  y, tras ello, castañeándole los dientes por el relente, volvía al resguardo de los haces  de ricias, liado, cual si fuera un  espantapájaros, en una vieja chaqueta de varias veces su talla, ya muy usada, con la que alguna “alma buena” habría dulcificado su conciencia regalándosela. En las bocamangas de la prenda embozaba sus infantiles manos prematuramente encallecidas por un trajinar, que ya era en sí  duro para mayores que él.


 A media mañana, “Raspasayo” con su hijo retornaba al pueblo a lomos de su rucia por el mismo camino que antes anduvieron en sentido contrario cuando, de pronto, advirtió que el amo de la piara de cerdos, que había aparecido por el careo para echarle un vistazo, increpaba  con desproporcionada acritud, incluso para lo acostumbrado entonces, al  porquerillo. El caso era que, en un descuido de éste, uno de los marranos, al ventear las batatas de un pegujal próximo, se había salido del hato  y hozado algunos lomos de uno de los canteros, casi ahitándose de boniatos, por supuesto más sabrosa pastura que los granos sueltos y los hormigueros de alúas que los gorrinos rebuscaban en el rastrojo :


--- ¡Eres un irresponsable y  un inútil...!. ¡Anda, coge el camino y que yo no te vea más por aquí!  Mañana buscaré otro porquero menos vago que tú...--- le zahería el amo de los cerdos.


                 Sobraban motivos para que un niño llorara. Pero el porquerillo sabía bien que, si era capaz de hacer faenas de hombre, como un hombre tenía que ser capaz de tragarse la congoja y culpabilidad que sentía en ese momento.   Le habían imbuido  que cuando un animal se escapa de la piara y causa daños  en sembrado ajeno, el dueño perjudicado podía acudir  al guarda jurado,   el que llevaba  correa ancha de cuero en bandolera del hombro a la cadera, con placa en medio grabada y, tercerola colgada. En todo caso,  había que pagarle al perjudicado los daños causados en su haza por el cochino desmandado. Estos eran los usos y costumbres
 ancestrales con categoría ya de ley positiva.


  A “Raspasayo”, la dura escena  le trocó sus pensamientos en sentimientos y, apretando, en un acto reflejo,  a su hijo contra su regazo, abogó así por el porquerillo:
---Ya está bien,  amigo... ¿No ve usted que es un niño, y está helado de frío? Eso pasa todos los días y a cualquiera, incluso a mayores que él  y, al fin y al cabo, el daño no ha sido del otro mundo. Sólo se le ha escapado un cochino...


La respuesta del amo de la piara no dejaba lugar a más alegaciones:
--- Con su edad, la vida también me obligaba a mí a guardar guarros y demás ganado en los manchones. Hasta, si encartaba, dormía con ellos en los pastos, bajo las estrellas, en las noches de alta primavera y verano, aguantando algunas veces bruscas, tormentas o escarchas sin otro cobijo que un cacho de toldo viejo y  una arpillera rellena de   sayos como colchón. Y tenía que ser más responsable que este porquero, si quería  servir amo para ganarme la manutención.


El  bujeo del camino  era ya barro pegajoso debido a  las recientes lluvias. El  zagalillo, tenía  los alpargates y el alma hundidos en el lodo gredoso, y era imagen estremecida  de la virtud original derrotada. El capellá de esparto de su calzado, al humedecerse, le apretaba los pies, por lo que el chiquillo andaba con dificultoso renqueo.


             “Raspasayo”,  asiendo  a su hijo en tierna empatía de dolor moral, arrimó la jumenta al  balate de la trocha y, desentendido ya del  amo de la manada de cerdos, indicó con un ademán al chavea que se montara a la grupa
.

--- Agárrate a  mi  cintura, hijo, no te vayas a caer, que esta burra   hace extraños.
         Atenazado a su protector, en silencio, con el dolor comprimido en su rostro prematuramente curtido por los ingratos avatares, el porquerillo lloraba en aquella cenizosa mañana silenciosas y amargas lágrimas tal las lloran los hombres de cuajo ante la injusticia.


--- Dime, ¿que edad tienes?
--- Mi madre me dice que estoy metío en los ocho  años....
--- ¿Y por  qué no estas en la escuela...?
----Cuando al ponerse el sol   encierro el atajo, voy “a la escuela de noche” que Ignacio tiene para los hijos de los jornaleros. Sabe uzté, ya me zé  de memoria las cuatro regla… Pero  no tengo ma remedio que servir amo porque  somo  ocho hermano y mi padre no no pué mantené a tos...

             ----  ¿Cuánto ganas?

----Me dan  desayuno, almuerzo y la taleguilla con la merienda de la que guardo algo para ante de acostarme. 

       
  Cubrieron el trayecto ---tres estadios de la vida humana a lomos de “platera”---, charlando de las cosas de la vida cotidiana hasta que llegaron al pueblo. Las campanas de la parroquia tocaban a vísperas; era la hora en la que, tras el almuerzo,   los otros niños, alborozados, volvían  a las escuelas.


 El porquerillo tendría que empezar a buscar nuevo trabajo de mantenido en alguno de los cientos de   cortijos que entonces moteaban  la hoya del río Guadalhorce.
 En su cielo infinito, el Sumo Creador, a la vista de la escena, se cuestionaba al hombre y se preguntaba si realmente era, como pretendió al crearlo al principio de los tiempos, su creatura más perfecta.


Cuando creé palomas, no debí crear gavilanes…”, se decía el Sumo Creador para sí meditabundo.