miércoles, 8 de abril de 2020

EL TEXTO Y NOTA DEL DIARIO LO DICE TODO


Francisco Baquero Luque: REGRESO DE LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS ...


Se llevó a la Virgen a América a primeros julio de 1.936 y, la devolvió a su pueblo con su tradición salvada de un momento histórico aciago, a primeros de febrero de 1.937.

          En todas y cada una de las naciones, con  sus ciudades y sus pueblos,  de iberoamérica, le rezaron las gentes, incluidos emigrantes españoles, italianos, europeos, etc, y, como detalle extraordinario, los indios aborígenes, ya integrados a la civilización,  tales: 

          De Paraguay, guaraníes; De Bolivia, aymaras y quechuas; De Guatemala, quiché (mayas), Kakchiel y mam; De Perú, quechuas y aymaras; De Ecuador, quechuas; Argentina también quechuas; De Chile, mapuches; De Colombia, guajiros; De Honduras, caub; De Nicaragua, miskitos; Venezuela, entre otros, waraos. O sea,  la Patrona chiquita de un pueblecillo de España, recibió las oraciones  (de parte, lógicamente), de más de mil millones de latinos. 

            Lo dicho antes movió a todos los gobiernos de aquellas hermanas repúblicas a donar a nuestra Patrona, en señal de exvoto,  devoción y hermanamiento con la Madre Patria,  de sus banderas para, no me harto de repetirlo, que embellecieran  los muros de su Ermita del monte que lleva su nombre: "El monte de la Ermita", en el que, en  efecto, durante años adornaron  sus muros las banderas de 16 repúblicas hermanadas con la madre Patria, repito,  por intercesión ¡¡Oh Dios!!,  de una  virgencita chiquita en los brazos de un juglar de poesías de los poetas de España haciendo patria y,  de los de aquellas lejanas naciones fraternas. ¡Cuantas ves  vi llorar, sentados ambos en el taller que después tuvo en el molino de aceitunas de mi padre, al tercer miembro del trío peregrino, asistente escénico del actor por aquellos inmensos  países, Antonio López Plana, "Antoñico". 

            Yo, para terminar este suelto, me pregunto una y otra vez, un tanto triste: ¿Estamos los cartameños, en especial sus minorías con ínfulas de sabihondas, a la altura de nuestra propia historia?


Esquela mortuoria que le dediqué a mi amigo, Antoñico  en SUR, el día que murió aquel hombre bueno, cual lo fue el otro amigo que junto a él, en la más bella cantiga mariana que conoce la 
Historia, salvaron la gloria, el honor y la tradición de su pueblo, CARTAMA.

Quede constancia,  como de un cartameño más, de mis cariñosos reproches a quienes han procurado, y procuran aún por designios inconfesables e inconfesados,  que el pueblo dueño de este tesoro histórico, que le honra hasta la sabia de sus raíces, ignore que lo tiene.

 Aseguro que escribo esto con esfuerzo para reprimir las lágrimas; estamos hablando de cosa muy seria, de nuestra patrona y los seres entrañables que un día la salvaron con riesgo de sus propias vidas: tres atentados sufrieron por ello. ¡¡¡Ajjjj!!!