miércoles, 29 de abril de 2020

DE MI LIBRO EN ELABORACIÓN "Memorias de un niño de la guerra"

            Mi abuelo paterno, Frasquito Talento,  barquero del río por el vado Ventarromero ---donde "a las mozas que de fuera venían a ver a la Virgen, las pasaba el río en su barca sin cobrarles dinero", según rezaba una  coplilla---,  y su hija, Antonia, de los 13 hijos que tuvo, hermana de mi padre. 

                     Ella murió del dolor miserere (apendicitis incurable entonces, cuando "se pasaba"), dejando un hijo huérfano a su marido, a quien la gente del frente popular, quemaron vivo cuando lo persiguieron para matarlo y, en la carrera,  cayó por un barranco encima de un enorme zarzal, al que pegaron fuego  y lo dejaron  allí que el fuego lo consumiera. 

                      Y a mi abuelo con 67 años, lo mataron a palos 16 milicianos en Sierra Gorda, frente al restaurante que hay. Pero a ninguno de los locos que hicieron tal con ambos, los denunciados sus hijos,  y si fueron represaliados al entrar los nacionales, fue por otras cosas. Es la historia de los  pueblos. Callen, pues, quienes hablan sin saber la historia y ofenden injustamente nuestra alma con sus palabras y  versiones de los hechos totalmente distorsionados. ¡¡¡Callen, callen, por favor!!!

Esto viene a colación  porque entre cientos de afirmaciones del mismo tenor de los zocatos extremos, afines a nuestro comunista gobierno, Baltasar Garzón, despreciando a los muertos del coronamuerte por descuido irresponsable, ha dicho literalmente, según recoge hoy 29/4,  el diario Libertad Digital: "La peste está ahí, pero no la del coronavirus, la del fascismo" Esta referencia en boca de un jurista famoso tiene mucho arroz que menear.