viernes, 3 de abril de 2020


    1.936   
LOS TOROS EN LA REPÚBLICA Y EL FRANQUISMO.- (I)
                  De mi libro en creación:Memorias de un niño de la guerra”                   

                Fascismo y comunismo son las dos palabras que más recordamos de aquellos años los que éramos niños,“niños de la guerra”; momentos aciagos de la preguerra, guerra y postguerra civil. Tiempos  convulsos  en los que el Frente Popular y el Frente Nacional se empeñaron en que España viviera una aciaga confrontación fratricida so pretexto de ser unos, u otros, de izquierdas o de derechas, antónimos  entonces como hoy, y después,  de marxismo y fascismo respectivamente.

                Pese  a mi corta edad,  recuerdo con nitidez inusitada  que vivíamos con suma tensión  en medio de un caos social y político, que hasta los niños de cinco  años percibíamos.

                Incardinada en ese desbarajuste social (así es el ser humano),  existía otra preocupación lúdico-social de la que se hablaba con la misma pasión que de política: Los toros.

                Gil Robles, Largo Caballero, Calvo Sotelo, Dolores Ibarruri (más conocida como La Pasionaria), Azaña, Prieto,  Franco (héroe de la guerra de Marruecos y, el general más joven de Europa), eran los nombres que más se nos gravaba en la memoria.

                De la Fiesta Nacional  lo eran Domingo Ortega, Rafalillo (íntimo amigo, como otros muchos toreros, del genial cartameño, González Marín, en cuyo  despacho-museo aún puede admirarse un vestido de torear que aquel le regalara), los Bienvenida, Chicuelo, Márquez, Pericás, Gitanillo de Triana (“Curro Puya”, el de las verónicas de carteles), etc.

                En definitiva, la fiesta nacional secular de España: “Lidia. Lid. Lucha. Muerte”, y, subsiguientemente, angustia social, panorama sombrío, impotencia  de unos políticos y agresividad temeraria de otros, deserciones,  conspiraciones, cárceles, burgueses acobardados y desafío altanero proletario, detenciones; latente  premonición de  los temibles “paseos”.

                2 de julio de 1.936. Fiestas de San Fermín en Pamplona; 8 toros para Manolo Bienvenida, Domingo Ortega,  “Rafalillo” y Pericás. Tiros en la calle; desde un coche son tiroteados dos falangistas en una terraza en fiestas; poco después, mientras la corrida sigue su curso de lid y muerte, otros dos hombres mueren a pistoletazos casi a bocajarro al salir de la Casa del Pueblo. La guerra no empezó el 18 de julio, latía desde mucha antes de su estallido. En las calles de las grandes ciudades, enormes  cartelones con la Hoz y el Martillo y el consabido letrero, “Viva Rusia”. En el Teatro, Estrellita Castro con su caracol en la frente cantaba: “Mi jaca galopa y corta el viento, cuando pasa por el Puerto caminito de Jeréz...” García Lorca acababa de escribir “Llanto por Ignacio Sanchez Mejías” matado   por el toro, Granaino, de Hermanos Ayala,  en Manzanares:
                                               Las cinco de la tarde.
                                               Eran las cinco en punto de la tarde.
                                               Un niño trajo la blanca sábana
                                               a las cinco de la tarde...
                                               El toro ya mugía por su frente
                                               a las cinco de la tarde...
                En la otra orilla del Estrecho, maniobras militares. Acumulación de fuerzas en Llano Amarillo. Se analiza por el ejército la situación del país. “La República se hunde y hasta Maura está convencido de que el remedio es una dictadura republicana nacional...”; por toda la geografía patria enormes  retratos de Stalin con el insidioso, “viva Rusia”. ¿Y las libertades democráticas? Para la mente de los contendientes esto era ya otro cantar. “¿Libertad, para qué?”, le había dicho Lenin a Fernando de los Ríos cuando visitó Rusia, de donde volvió decepcionado.
                10 de julio de 1.936. De nuevo cartel de lujo en Pamplona:  Ortega, El Estudiante y “Rafalillo” Y ... “el vino que tiene Asunción ni es tinto ni blanco ni tiene color..”  A Mola en su despacho pamplonica le quema el teléfono en el oído. De improviso,  un telegrama cifrado. Aquel 10 de julio de 1.936, Franco, que en Tenerife ha vacilado hasta ahora si unirse, o no, a la sublevación, decide hacerlo ante la muerte de Calvo Sotelo por los socialistas de Prieto. Mola, de inmediato,  le exige tome el mando de las tropas de Marruecos. 
                En la referida corrida de abono, los mentados toreros, Ortega, “El Estudiante” y “Rafalillo”, arrullados  por la pasión irreflexiva de la masa,  cortan orejas y rabos a sus  respectivos lotes,  de la ganadería de Galache.
                En los tendidos vinos y fiambres, se hace la ola y se canta: “uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, 4 de abril y... ¡¡18 de julio!! España corta  oreja, rabo y pata.
                                                                    

                  CÁRTAMA: José González Marín, acompañado de su  ayudante escénico, el singular personaje, Antonio López Plana, iban sobre las olas del Atlántico en la singladura de la poesía y el amor de María madre del gran perdonador de injurias, Nuestro Señor Jesús de Nazaret.

                  Tras almorzar en casa del poeta, José Mª Pemán (al que enseñaron la imagen de la Patrona de Cártama que llevaban consigo en un maletín, que se conserva)  zarparon en  el barco, Cabo Santo Tomé, en Cádiz, iniciando aquel día de primeros de julio de 1.936, la cantiga mariana más hermosa de la historia de las naciones, con raíz en un pueblo de España,  CARTAMA, al que le cupo  tan mirifico honor y gloria, porque glorioso fue que al conjuro de la poesía  juglaresca y la devoción mariana que despertó una Virgencita chiquita, todas las repúblicas iberoamericanas se hermanaron, ratificándose el hito  con la entrega de las  enseñas nacionales por sus respectivos presidentes  de gobierno, para que a su vuelta de aquellas  lejanas tierras orlaran, como exvotos de gloria,  los muros de su Ermita, tal fue durante muchos años hasta que las quemaron en aras del odio y la estulticia. 

                     Durante la singladura, estalló la guerra civil y los componentes del Frente Popular se lanzaron a una orgía de destrucción: la Ermita de la Patrona exiliada  y la copia que sus salvadores habían dejado en su lugar (de haber sido la real la habrían quemado igual), Imágenes titulares de Cofradías señeras y populares, y, ya  el día  1 de agosto, recién llegada la Virgen a Buenos Aires, se mató al primer inocente de los 42, o quizás más, que mataron  los del Frente Popular en Cártama. El segundo fue  el industrial integrado en el pueblo de 33 años, José María Prolongo, dueño de la fabrica de embutidos Prolongo, hoy Soler.....