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Una mirada puede entrañar toda una hermosa historia y, casi siempre dice más que un largo discurso porque, las palabras, son
proclives a estar lastradas de falsedad pero, la mirada, no,
porque es el genuino lenguaje del
corazón y del amor; es una plática inefable que todo el mundo entiende. La que, emocionado, comento aquí es arpegio de una mirífica epopeya, única en el orbe hispano ---norte de África, América y Europa (España,
París, Berlín)--- que, sólo fue posible al estar avalada por la biografía excepcional de
un genial personaje nacido en un pueblo de
nuestra tierra guadalhorceña.
Así, pues, la mirada que en la
foto dirige (era característica en él en los tensos o admirativos
estados de ánimo) José González
Marín a uno de los grandes amores de su vida, la Patrona de su
pueblo, Nuestras Señora de los Remedios, lo dice todo de forma impactante; mirada, repito, que denota
en su arrobo inefable, entre otras
causas nobles de su vida, la inusitada
gesta mariana y poética antes evocada, que un día de julio de 1.936, llevó a cabo durante año y medio en un
delicado y dramático momento de nuestra historia reciente con evidente peligro de su propia vida; ello,
por su noble empeño de salvar la tradición cohesiva y aglutinante de su peculiar
pueblo que tan bien conocía, quería y benefició siempre. Pero, digamos desde
ya, que su pueblo no ha resistido últimamente la prueba del algodón en la gratitud
que le debe a tan insigne hijo, sino muy
al contrario.
No obstante, su mirada lo atestigua fehacientemente, era un hombre sustancialmente bueno que fue por la
vida poniendo paz y amor en donde existiera odio y rencor. Ahí están para corroborarlo las
hemerotecas con sus crónicas a lo largo de medio siglo día a día, tanto de
América como de España y norte de África.
Ésta del preclaro personaje comarcano
es indubitablemente una de esas miradas indefinibles, compatible con el pincel de un Leonardo da Vinci,
que encierra todo un mundo de emociones emanadas de las bellas experiencias vitales
y artísticas de un ser excepcional que,
insisto, llegó a protagonizar la epopeya mariana más extraordinaria de la
historia toda.
Pero vamos a una oportuna y siquiera mínima semblanza suya
para quienes aman la historia real de su pueblo, siempre inseparable de la de
sus personajes egregios; es decir, que
sin historia ningún pueblo puede conocerse ni ser dueño de su futuro:
1º.- José González Marín nació en Cártama (Málaga). Fue un personaje
universal por su arte y por sus
condiciones humanas: Licenciado en Leyes, no obstante fue fiel a su vocación de
actor adquiriendo aún muy joven notable fama como tal, y en especial como
eximio rapsoda. La II República le
distinguió con la Gran Cruz de Isabel la Católica; hijo adoptivo de gran parte
de España; recibió durante su larga
trayectoria artística infinidad de
homenajes populares, de intelectuales, poetas y de artistas; fue el personaje
de los teatros al que más páginas le
dedicó la prensa de su tiempo incluidos
los años iníciales como primer actor
siempre en las más egregias compañías teatrales de su tiempo: María Guerrero,
Enrique Borrás, La Xirgu, Membrive etc.etc..
Un día tuvo la genial decisión de iniciar (más bien, de
aflorar lo recóndito íntimo) un nuevo y noble arte: la escenificación en solitario de la poesía siendo a un tiempo, como dice Manuel Alcántara en el
prólogo del libro, “El Faraón de los decires”, “no solo un actor, sino un actor
y toda la compañía
2º.- Liberó la poesía del excluyente claustro de los intelectuales y la llevó, escenificada
genialmente, al pueblo llano haciéndola comprensible para todas las inteligencias y clases sociales.
Una auténtica revolución socio-cultural que nadie, incluidos los partidos políticos, lograron ni antes ni
después y, en esa misión, estuvo recorriendo toda su vida España entera
incluidos sus pueblos y, en el mismo empeño llevó a cabo más de treinta viajes a América actuando
en todas las ciudades y pueblos desde el cono sur a Nueva
York, dando a conocer con su arte la poesía y
a los poetas españoles, así como a los de aquellos países cuyos poemas
matrices, en especial los afroantillanos, divulgó
e hizo famosos. Por eso los propios poetas,
cual aparece en las crónicas, lo consideraron
su “Hermano mayor “ y, “Poeta
de poetas”, amén de ser proclamado
por inspiración del insigne periodista,
César González Ruano, “EL FARAÓN DE LOS
DECIRES”.
3º.- En la
comarca de la hoya guadalhorzana, mucha
gente de toda condición son devotos
desde siempre de la cinco veces secular
imagen de la Virgen de Los Remedios, Patrona de Cártama. Y, es hora de preguntarse en justicia: ¿Existiría hoy esa tradición
multisecular de Cártama si un día José González Marín no salva su
imagen titular, joya de la imaginería sevillana del siglo XV impregnada de efluvios devocionales de
generaciones y generaciones de antepasados nuestros; metáfora ideal y necesaria
de aquella Virgen belénica e
histórica de carne y hueso, llamada María, que parió en la pobreza de un
establo al Dios de los cristiano, Jesús de Nazaret?.
Hay sobradas razones
analógicas para asegurar que no, definitivamente no: Si en vez de ser quemada
en las aciagas datas de nuestra guerra civil de 1.936 la copia que González Marín dejo en lugar de la auténtica
que se llevó a América para evitar su quema tal hicieron con la copia ad hoc
dejada por el juglar burlando a la plebe fanatizada, y su Santuario. Santuario que Francisco
Palma restauró (liberada Cártama), por
voluntad y a costa de José González
Marín, hoy no existiría la ancestral
tradición mariana de La Virgen de los Remedios, como dejó de celebrarse la enjundiosa tradición de los “pazos” de Semana Santa y las cofradías de “verdes” y “moraos”, al ser quemados todos
sus titulares.
4º.- Y en esa mirada de amor a
la Patrona de su pueblo y sus gentes,
está todo el compendio de la cantiga mariana más bella y emotiva de la historia de la humanidad , protagonizada por una Virgen bella, de
talla chiquita que recorrió en brazos de su paje y juglar todas las ciudades y
pueblos de habla hispana de allende la mar océano.
Según un adagio, “dos cosas
definen al ser humano: su mirada y
sus hechos” y, aquí, tiene total y evidente sentido el feliz adagio.
5º.- Todos los pueblos de la
comarca han rendido en una u otra ocasión merecido homenaje de gratitud a su egregio hijo
adoptivo, José González Marín, habiendo quedado voluntaria y capitalizadamente
al margen de tales actos y en absoluta evidencia y ridículo, su pueblo natal. Y
el 80 aniversario de la antes referida peregrinación
de la Virgen de los Remedios por Iberoamérica y, el inigualable hito de que
aquellas repúblicas hermanas, en honor al juglar y a la Virgen Peregrina
española, entregaran a Ella (representada en su juglar y paje) por manos de los
respectivos presidentes de gobierno su enseña nacional en señal de exvoto y
HERMANAMIENTO con la España en liza cainita, sin distinción de bandos y,
según escribió en documento (que yo tengo en mi archivo) el famoso escritor y
poeta Maximiano García Venero, a su Santuario cartameño se le llamó, Santuario de la Hispanidad.
Muchos años orlaron dichas banderas los
muros de dicho Santuario serrano en
Cártama, que, dicho sea con pena, fueron quemadas en la década de los años
sesenta del pasado siglo, y con aún más pena, constatar que La Sagrada Señora
Patrona de Cártama, es hoy mera “okupa” en la Ermita que para Ella
confeccionaron los Reyes Católicos y se lo regalaron al pueblo devoto, y no al
Ayuntamiento tragaldaba que, mediante un discutible expediente de dominio, se
lo quedó en titularidad. En otro momento seguiré hablando de la pechá de reír, si no fuera para llorar
por su estulta vileza, del cambio de titularidad en flagrante deslealtad
popular, del teatro José González Marín.
Acorde con el tema que nos
ocupa, como nunca viene a pelo citar aquí los célebres versos de Quevedo: (Este poema se inserta sin
trabajarlo; perdón)
No he de callar por más que con el dedo,
Ya tocando
la boca o ya la frente,
Silencio
avises o amenaces miedo.
¿No ha de
haber un espíritu valiente?
¿Siempre
se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se
hs de decir lo que es la verdad…?
Como cierre de este sucinto
bosquejo histórico conmemorativo sólo se me ocurre, con el alma dolorida, esta exclamación: ¡¡Pobre Cártama en un
tiempo leal y famosa y, los siguientes versos de un aprendiz de poeta:
Porque
fuiste pregonero
Del las virtudes de Cártama;
Porque
en tus versos, su nombre
Suena
como arpegios del cielo;
Porque
en las horas difíciles,
Cuando
la duda triunfaba
Tú
seguías el camino
Que
Ella te señalara;
Porque
por todas las rutas
Sus
ansias fueron tus ansias,
Sus
dolores, tus dolores,
Su
esperanza, tu esperanza.
Porque
fuiste pregonero
De
nuestras viejas hazañas
Y
adelantado mayor
De
nuestra historia gloriosa
Y
azul de todos los mares
Coloreó
tu palabra
Con
corona de poesías.
Juglar
te coronó España
Porque
fuiste pregonero
De
nuestra Virgen de Cártama,
De
cuyo amor la envidia insana
De
su pecho creen tenerte fuera
De
forma despiadada.
Tú,
juglar de los mares,
Con
valor de enamorado
De
las garras iconoclastas
La
robaste para que no la quemaran
Cuando
a ello ya era sentenciada
Y
a América te la llevaste,
Y
con Ella en tu zurrón
Escribiste
la mejor cantiga
Como
en libros las plasmaba
El
mester de Clerecía.
Por
mediación de Ella España
Sin
distinción de bandos
Fue
hermanada con las naciones
Iberoamericanas
que le dieron sus banderas
Para
que Tú Ermita orlaran.
Y
tú en las noches triunfales
Tu
nombre uniste al de Cártama,
Y
a Cártama, tu pueblo, la retornaste
Famosa, ilesa, triunfal y alhajada
Habiendo
sido Ella alivio de tu pena
Durante
jornadas con amenazas de muerte.
(Sin
corregir aún)
“EL PORQUERILLO”
(Denuncia social)
A mi dulce amiga, Mayrata, para que sepa como vivían muchos niños de su edad en época de sus
abuelos.
***
“Raspasayo” --- ¿quién no tiene su mote, a
veces chocante e hiriente, en cualquiera de nuestros pueblos? ---, además de barbero en Cártama,
ponía “indersiones”, sacaba muelas si se
terciaba y, ejercía de “capaó” de cerdos e, incluso, de cerdas que ya hay que
tener arte en cirugía veterinaria, operación
necesaria al meterlos en engorde para su posterior sacrificio en el matadero
industrial ó, en la ritual matanza casera
prenavideña, cual era tradición atávica en los pueblos andaluces, al
menos en las familias medianamente pudientes.
Aquél domingo, antes
de apuntar el sol, “Raspasayo” se dirigía a lomos de su burra aparejada con
enjalma, mandiles y corona de días festivos, por el camino de las Angosturas
hacia el cortijo, “El Gato”, en la
“dehesa de arriba” desde el que le habían
“mandao recao” para que fuera a capar una
punta de cochinas próximas a entrar en cebo en montanera o estabulación.
También espatarrado
delante de su regazo, el “capaó” llevaba a su hijo, un zagalillo de cómo seis años, al que
sostenía con la mano que le dejaba libre el manejo del cabestro con que encarrilaba la cabalgadura.
En un
rastrojo de cañas de maíz cercano a la trocha de rodadura, un porquerillo de cómo siete años, pintoresca pinta y pobres trazas, guardaba
un hato de cochinos.
El campo ofrecía aquella mañana un panorama de
opresiva tristeza invernal. La humedad ambiental, aún mantenía pegada a la tierra el humo de las candelas que los jornaleros
encendían en los tajos con taramas y
ramón de tala para paliar el frío, a la
guarda de que capataces y manigeros dieran la orden de meter
mano a las faenas camperas.
Pastueñas
yuntas araban ya en las besanas de las pardas hazas de sembraduras, dándole tempero de cosechas a
la tierra madre. De lontananza llega el
eco de una copla caminera lanzada al aire por un carretero al son lento de los
platillos de su carreta.
El gélido
terral atería el cuerpecillo del zagal porquero que tiritaba como un
patalete descolgado del tibio y plumoso nido. Su instinto aguzado por la perra vida, le indujo a
resguardarse poniendo en pie un par de pañetas
de cañas de maíz “derribadas” ya a finales
de verano sus mazorcas, contra las que
se arrecachaba de espalda a poniente, eludiendo así la terralera. Intentaba
proteger sus pies desnudos en lo que de ellos no cubría los capellás de
pleitas de sus alpargates de esparto con suelas de trozos de ruedas viejas
de camión, sentándose sobre ellos en la cruda tierra a manera de diminuto buda.
Para tener a
rayas a los cochinos los apercibía en su
instinto animal de que él no los perdía de vista y estaba siempre pronto a cruzarles
el zurriago si se desmandaban; de vez en cuando se erguía
para reprenderlos con el onomatopéyico sonsonete, propio en el menester de los porqueros de la
ribera del Guadalhorce: “guigggní...”, crujiendo al mismo
tiempo la puntera del zurriago, con lo que conseguía que la piara permaneciera agrupada, y, tras ello, castañeándole los dientes por
el relente, volvía al resguardo de los haces de ricias, liado, cual si fuera un espantapájaros, en una vieja chaqueta de
varias veces su talla, ya muy usada, con la que alguna “alma buena” habría
dulcificado su conciencia regalándosela. En las bocamangas de la prenda embozaba
sus infantiles manos prematuramente encallecidas por un trajinar, que ya era en
sí duro para mayores que él.
A media mañana,
“Raspasayo” con su hijo retornaba al pueblo a lomos de su rucia por el mismo
camino que antes anduvieron en sentido contrario cuando, de pronto, advirtió
que el amo de la piara de cerdos, que había aparecido por el careo para echarle
un vistazo, increpaba con
desproporcionada acritud, incluso para lo acostumbrado entonces, al porquerillo. El caso era que, en un descuido
de éste, uno de los marranos, al ventear las batatas de un pegujal próximo, se
había salido del hato y hozado algunos
lomos de uno de los canteros, casi ahitándose de boniatos, por supuesto más
sabrosa pastura que los granos sueltos y los hormigueros de alúas que los
gorrinos rebuscaban en el rastrojo :
--- ¡Eres un
irresponsable y un inútil...!. ¡Anda,
coge el camino y que yo no te vea más por aquí!
Mañana buscaré otro porquero menos vago que tú...--- le zahería el amo de los cerdos.
Sobraban motivos para que un niño
llorara. Pero el porquerillo sabía bien que, si era capaz de hacer faenas de
hombre, como un hombre tenía que ser capaz de tragarse la congoja y
culpabilidad que sentía en ese momento.
Le habían imbuido que cuando un
animal se escapa de la piara y causa daños
en sembrado ajeno, el dueño perjudicado podía acudir al guarda jurado, el que llevaba correa ancha de cuero en bandolera del hombro
a la cadera, con placa en medio grabada y, tercerola colgada. En todo caso, había que pagarle al perjudicado los daños
causados en su haza por el cochino desmandado. Estos eran los usos y costumbres
ancestrales con categoría ya de ley positiva.
A “Raspasayo”,
la dura escena le trocó sus pensamientos
en sentimientos y, apretando, en un acto reflejo, a su hijo contra su regazo, abogó así por el porquerillo:
---Ya está
bien, amigo... ¿No ve usted que es un
niño, y está helado de frío? Eso pasa todos los días y a cualquiera, incluso a
mayores que él y, al fin y al cabo, el
daño no ha sido del otro mundo. Sólo se le ha escapado un cochino...
La respuesta del amo de la piara no dejaba lugar a más
alegaciones:
--- Con su edad,
la vida también me obligaba a mí a guardar guarros y demás ganado en los manchones.
Hasta, si encartaba, dormía con ellos en los pastos, bajo las estrellas, en las
noches de alta primavera y verano, aguantando algunas veces bruscas, tormentas
o escarchas sin otro cobijo que un cacho de toldo viejo y una arpillera rellena de sayos como colchón. Y tenía que ser más
responsable que este porquero, si quería
servir amo para ganarme la manutención.
El bujeo del
camino era ya barro pegajoso debido a las recientes lluvias. El zagalillo, tenía los alpargates y el alma hundidos en el lodo
gredoso, y era imagen estremecida de la
virtud original derrotada. El capellá de esparto de su calzado, al humedecerse,
le apretaba los pies, por lo que el chiquillo andaba con dificultoso renqueo.
“Raspasayo”, asiendo
a su hijo en tierna empatía de dolor moral, arrimó la jumenta al balate de la trocha y, desentendido ya del amo de la manada de cerdos, indicó con un
ademán al chavea que se montara a la grupa.
--- Agárrate a mi cintura, hijo, no te vayas a caer, que esta
burra hace extraños.
Atenazado a su protector, en silencio,
con el dolor comprimido en su rostro prematuramente curtido por los ingratos
avatares, el porquerillo lloraba en aquella cenizosa mañana silenciosas y
amargas lágrimas tal las lloran los hombres de cuajo ante la injusticia.
--- Dime,
¿que edad tienes?
---
Mi madre me dice que estoy metío en los ocho años....
--- ¿Y
por qué no estas en la escuela...?
----Cuando al
ponerse el sol encierro el atajo, voy “a
la escuela de noche” que Ignacio tiene para los hijos de los jornaleros. Sabe uzté,
ya me zé de memoria las cuatro regla…
Pero no tengo ma remedio que servir amo
porque somo ocho hermano y mi padre no no pué mantené a
tos...
----Me dan desayuno, almuerzo y la taleguilla con la merienda
de la que guardo algo para ante de acostarme.
Cubrieron el
trayecto ---tres estadios de la vida humana a lomos de “platera”---, charlando
de las cosas de la vida cotidiana hasta que llegaron al pueblo. Las campanas de
la parroquia tocaban a vísperas; era la hora en la que, tras el almuerzo, los otros niños, alborozados, volvían a las escuelas.
El porquerillo
tendría que empezar a buscar nuevo trabajo de mantenido en alguno de los
cientos de cortijos que entonces moteaban
la hoya del río Guadalhorce.
En su cielo
infinito, el Sumo Creador, a la vista de la escena, se cuestionaba al hombre y
se preguntaba si realmente era, como pretendió al crearlo al principio de los
tiempos, su creatura más perfecta.
“Cuando creé
palomas, no debí crear gavilanes…”, se decía el Sumo Creador para sí
meditabundo.
SOBRE UN AMIGO MUERTO
Pienso en lo que unos vulgares pendones políticos están haciendo con la amada Historia de España en aras de sus mercachifles´intereses. Según el manco de Lepanto, "la más alta ocasión que vieron los siglos" en do se luchó contra el turco al mando de don Juan de Austria y al grito de, ¡¡Viva la Virgen de los Remedios!!, en donde de un trabucazo Miguel de Cervantes perdió la mano izquierda para gloria de la diestra, con la que, entre otras obras sublimes, escribió la más excelsa novela de la literatura universal, el glorioso y emulable de todo español de bien, el caballero andante "Don Quijote de la Mancha". Dice don Miguel de Cervantes: La Historia hace presente lo pasado,cercano lo distante, notorio lo secreto, perpetuo y casi eterno lo caduco; constante lo voluble y ofrece a la vista muchas veces lo que se vio sólo una vez y aún apenas alguna" Ella renueva lo viejo, acuerda lo olvidado, resucita lo difunto y, con una casi divina virtud, restituye a las cosas su antigua forma y ser, dándoles otro modo de vida en realidad de verdad, no ya perecedera, sino inmortal. El hito histórico-mariano más deslumbrante en la concerniente Historia de la Humanidad, la Cantiga mariana que un egregio hijo predilecto de Cártama y de España escribió en carne y hueso por todas la naciones de Iberoamérica con sus capitales y sus pueblos desde 1.936 a 1.938, y que algunos alcaldes de su pueblo en mutua y viscosa connivencia, han querido distorsionar mezquinamente y dejarla a la gestiones en lesa herencia espiritual y emocional, presentándoles malo, lo mas grandioso de nuestro acerbo cultural, poético y humanista, impregnado de la prez del hombre más bueno de la historia de Cártama que la protagonizó. Pero algunos hijos de Cártama les han contrapuesto la verdad histórica acusándoles erre que erre sus flagrantes y aleves contradicciones hasta dejar al ángel de la poesía y las candilejas en el lugar de honor que le pertenece interactivo en tres continentes por los que en vida fue haciendo España y pueblo. Amigo bueno en la memoria, ya me duele el corazón por mi lucha defendiendo tu dignidad de hombre de bien que fuiste, amante sin igual del pueblo que te nació y que hoy te nadea y lesionan tu fama con cobardes embozos algunos, esclavos de "lo políticamente correcto"..