ANTAÑONA ACTIVIDAD LABRIEGA EN LOS HUERTOS DE VERANO: CAPAR MELONES
Si hoy, al apuntar el sol,
alguien oyera a un campesino que va al
tajo decirle a otro que su actividad del día era capar melones, todos los pedantes estultos que le oyeran se apartarían las anteojeras a ver a que
majara se le ocurría tal cosa y, como
histrión del Medioevo piruetearía riendo a barba regada.
Sin embargo, una de las faenas del
huerto que requería más talento y experiencia era la de capar melones y
sandías; los expertos en ello habían de dar cita previa para varios días.
En teoría la capa de melones y
sandías es sencilla pero, de su correcta ejecución de pende la calidad de los
frutos, la lozanía de la mata y, hasta el
valor de dichos frutos en puestos y mercados: Quitar menos flores de las debidas perjudica los beneficios
por defecto de calidad y, si menos de los necesarios, por cantidad de
producción. He aquí el arte de esta faena.
Lo hice muchas veces porque mi padre y Miguelón me enseñaron: Cuando las rastras de los melones tapan el ancho banco en que se sembraron, se produce una explosión de flores que si dejaran llegar a frutos, estos serían del tamaño de limones. Es entonces cuando entra en funciones el “capaor” y, con el dedo índice y pulgar hace tenaza y van cortando las que tienen viso más endeble (he aquí el arte) y se dejan las que ofrecen más garantías de ser frutos mejores en grosor, sabor y prestancia para su venta. No es fácil aprender esta faena, aunque ninguna faena del campo es sencilla. Era parte de una densa cultura amasada desde siglos.