viernes, 9 de diciembre de 2022

 

          ANTAÑONA ACTIVIDAD LABRIEGA EN LOS HUERTOS DE VERANO: CAPAR MELONES

               Si hoy, al apuntar el sol, alguien  oyera a un campesino que va al tajo decirle a otro que su actividad del día era capar melones,  todos los pedantes estultos que le oyeran  se apartarían las anteojeras a ver a que majara se le ocurría tal cosa y, como  histrión del Medioevo piruetearía riendo a barba regada.

            Sin embargo, una de las faenas del huerto que requería más talento y experiencia era la de capar melones y sandías; los expertos en ello habían de dar cita previa para varios días.

            En teoría la capa de melones y sandías es sencilla pero, de su correcta ejecución de pende la calidad de los frutos, la lozanía de la mata y, hasta  el  valor de dichos frutos en puestos y mercados: Quitar menos  flores de las debidas perjudica los beneficios por defecto de calidad y, si menos de los necesarios, por cantidad de producción. He aquí el arte de esta faena.

            Lo hice muchas veces porque mi padre y Miguelón me enseñaron: Cuando las rastras de los melones tapan el ancho banco en que se sembraron, se produce una explosión de flores  que si dejaran llegar a frutos, estos serían del tamaño de limones. Es entonces cuando entra en funciones el “capaor” y, con el dedo índice y pulgar  hace tenaza y  van cortando las que tienen viso más endeble (he aquí el arte) y se dejan las que ofrecen más  garantías de  ser frutos mejores en grosor, sabor y prestancia para su venta. No es fácil aprender esta faena, aunque ninguna faena del campo es sencilla.  Era parte de una densa cultura amasada desde siglos.