La partitocracia, que es lo que tenemos en España y no una democracia decente, limpia y equitativa, es una enfermedad política cuyos síndromes más llamativos y ostensibles son la corrupción y la prepotencia descarada y cínica de la militancia partitocrática que, por otro lado, tiene el peligro de contagio por empatía, sobornos o canonjías a la sociedad civil o a parte de ella.
Por dificultades para escanear, y por ende adjuntar, elocuentes y llamativos documentos probatorios en poder de esta parte, será otro día (D.M) cuando se den pelos y señales de este presunto delito municipal susceptible de atención fiscal y, más aún, cuando media insidiosos y mantenidos daños a indefensos octogenarios cuya pensión que está por debajo del salario mínimo interprofesional, es "asaltada" mes tras mes con embargos prohibidos por ley (que se saltan a la torera) estableciendo en el hogar de ancianos cartameños angustias, estres y tensiones emocionales que complican aún más que la edad su precaria calidad de vida.
Instituciones de abogados que han sabido del asunto aseguran que estamos claramente ante un presunto delito de prevaricación. Queda dicho porque, demasiado, es demasiado, y, aquí ya, callar es contemporizar con la manta de corrupción que anega a España.