jueves, 8 de diciembre de 2016

LA MIRADA INEFABLE DE UN DEVOTO POETA DE POETAS

   

Una mirada  puede entrañar toda una hermosa historia y,  dice casi siempre,  más que  un largo discurso, porque las palabras son proclives a  estar  llenas de falsedad; la mirada no; es el genuino lenguaje del corazón y del amor; es una plática inefable que todo el mundo entiende.  La que, emocionado, comento  aquí es arpegio de una mirífica epopeya,  única en el orbe hispano  (norte de África, América y España)   que,  sólo fue posible al  estar avalada por la biografía excepcional de un genial  personaje nacido en un pueblo de nuestra tierra guadalhorceña.   


Así, pues, la mirada que en la foto dirige (era característica en él en los tensos o  admirativos  estados de ánimo)  José González Marín  a uno de los  grandes amores de su vida, la Patrona de su pueblo, Nuestras Señora de los Remedios, lo dice todo de forma impactante;  mirada, repito,  que  denota  en su arrobo inefable, entre otras causas nobles de su vida,  la inusitada gesta mariana y poética antes evocada,   que un día de julio de 1.936,  llevó a cabo durante año y medio  en un  delicado y dramático momento de nuestra historia reciente  con evidente peligro de su propia vida; ello, por su noble empeño de salvar la tradición cohesiva y aglutinante de su peculiar pueblo que tan bien conocía, quería y benefició siempre. Pero, digamos desde ya, que su pueblo no ha resistido últimamente la prueba del algodón en la gratitud  que le debe a tan insigne hijo, sino muy al contrario.
No obstante,  su mirada lo atestigua fehacientemente, era  un hombre sustancialmente bueno que fue por la vida poniendo paz y amor en donde existiera  odio y rencor. Ahí están para corroborarlo las hemerotecas con sus crónicas a lo largo de medio siglo día a día, tanto de América como de España y norte de África.
Ésta del preclaro personaje comarcano es indubitablemente   una de esas miradas indefinibles,  compatible con el pincel de un Leonardo da Vinci, que  encierra todo un mundo de emociones emanadas de las bellas experiencias vitales y artísticas de un ser excepcional    que, insisto,  llegó a protagonizar la  epopeya mariana más extraordinaria de la historia toda.   
Pero vamos a  una oportuna y siquiera mínima semblanza suya para quienes aman la historia real de su pueblo, siempre inseparable de la de sus personajes egregios; es decir,  que sin historia ningún pueblo puede conocerse ni ser dueño de su futuro:

1º.-  José González Marín nació  en Cártama (Málaga). Fue un personaje universal  por su arte y por sus condiciones humanas: Licenciado en Leyes, no obstante fue fiel a su vocación de actor adquiriendo aún muy joven notable fama como tal, y en especial como eximio  rapsoda. La II República le distinguió con la Gran Cruz de Isabel la Católica; hijo adoptivo de gran parte de España;  recibió durante su larga trayectoria artística  infinidad de homenajes populares, de intelectuales, poetas y de artistas; fue el personaje de los teatros al que más páginas  le dedicó la prensa de su tiempo  incluidos los años  iníciales como primer actor siempre   en las más egregias compañías  teatrales de su tiempo: María Guerrero, Enrique Borrás, La Xirgu, Membrive etc.etc..
Un día  tuvo la genial decisión de iniciar (más bien, de aflorar lo recóndito íntimo) un nuevo y noble arte:  la escenificación en solitario de la poesía   siendo  a un tiempo, como dice Manuel Alcántara en el prólogo del libro, “El Faraón de los decires”, “no solo un actor, sino un  actor y toda la  compañía
2º.- Liberó  la poesía del excluyente claustro  de los intelectuales y la llevó, escenificada genialmente, al pueblo llano haciéndola comprensible para  todas las inteligencias y clases sociales. Una auténtica revolución socio-cultural que nadie, incluidos los  partidos políticos, lograron ni antes ni después y, en esa misión,   estuvo recorriendo toda su vida España entera incluidos sus pueblos y, en el mismo empeño  llevó a cabo más de treinta viajes a América actuando en  todas las  ciudades y pueblos desde el cono sur a Nueva York,  dando a conocer con su arte   la poesía y  a los poetas españoles, así como a los de aquellos países cuyos poemas matrices, en especial los afroantillanos,   divulgó e hizo famosos. Por eso  los propios poetas, cual aparece en las crónicas,  lo consideraron su  “Hermano mayor “ y,   “Poeta de poetas”, amén de  ser proclamado por  inspiración del insigne periodista, César González Ruano,  “EL FARAÓN DE LOS DECIRES”.
Escenificando los poemas afroantillanos

3º.-  En  la comarca de la hoya guadalhorzana,  mucha gente de toda condición    son devotos desde siempre  de la cinco veces secular imagen de la Virgen de Los Remedios, Patrona de Cártama. Y,  es hora de preguntarse en  justicia: ¿Existiría hoy esa tradición multisecular de Cártama si un día José González Marín no salva  esa imagen (joya de la imaginería sevillana del siglo XV)  impregnada de efluvios devocionales de generaciones y generaciones de antepasados nuestros, metáfora ideal y  necesaria  de  aquella Virgen belénica e histórica de carne y hueso, llamada María, que parió en la pobreza de un establo al Dios de los cristiano, Jesús de Nazaret?.
Hay sobradas razones analógicas para asegurar que no: Si en vez de ser quemada en las aciagas datas de nuestra guerra civil de  1.936 la copia que, en  lugar de la auténtica (que González Marín se llevó a América para evitar su quema)   dejó en su lugar construida ad hoc por el imaginero, Francisco Palma --- quien  luego restauró, por voluntad y a   costa de José González Marín, la Ermita de la Patrona  de Cártama devotada en toda la comarca que fue quemada durante el periodo frentepopulista ---  la que hubiesen quemado, obviamente,  es a la verdadera  y no la citada copia que quedó  en su mismo altar en casa del cura párroco, connivente con la estrategia del rapsoda; es decir, hoy ya no existiría la ancestral tradición mariana de La Virgen de los Remedios, como dejó de celebrarse  la enjundiosa tradición de  los “pazos” de Semana Santa y las cofradías  de “verdes” y “moraos”, al ser quemados todos sus titulares.  
4º.- Y en esa mirada de amor a la Patrona de su  pueblo y sus gentes, está todo el compendio de  la cantiga mariana más bella y emotiva  de la historia de la humanidad protagonizada por una Virgen bella de talla chiquita que recorrió en brazos de su paje juglar todas las ciudades de habla hispana de allende la mar océano.
Dos cosas definen al ser humano: su mirada y sus hechos y, aquí, tiene total y evidente  sentido tal  adagio.
5º.- Todos los pueblos de la comarca han rendido en una u otra ocasión merecido  homenaje de gratitud a su egregio hijo adoptivo, José González Marín, habiendo quedado voluntaria y capitalizadamente al margen de tales actos y en absoluta evidencia y ridículo, su pueblo natal. Y lo mismo parece que sucederá con el que, al parecer, se le va a rendir nuevamente con motivo de cumplirse el 80 aniversario de la antes referida peregrinación de la Virgen de los Remedios por Iberoamérica y, el inigualable hito de que aquellas repúblicas hermanas, en honor al juglar y a la Virgen Peregrina española, entregara a Ella (representada en su juglar y paje) por manos de los respectivos presidentes de gobierno su  enseña nacional en señal de exvoto y HERMANAMIENTO con la  España  en liza cainita, sin distinción de bandos. Muchos años orlaron dichas  banderas los muros del Santuario serrano en Cártama, que, dicho sea con pena, fueron quemadas en la década de los años sesenta del pasado siglo.

Como cierre de este sucinto bosquejo histórico conmemorativo sólo se me ocurre, con el alma dolorida,  esta exclamación: ¡¡Pobre Cártama en un tiempo leal y famosa!!