martes, 10 de agosto de 2021

 

ASI PIENSO

<Quien alcanza  ---atenido a ello hablo y escribo pese a lo peligrosos que es--- un alto e indeclinable grado de sinceridad, ha limpia su alma del bajo polvo de la piara.

<Enseñarle al niño la mentira, o dejar que se la digan los maestros mercenarios, es darle  caramelos envenenados. El niño tiene intangible derecho a la verdad como  tiene derecho a la salud.

<Quien se aprovecha de las circunstancia del débil, demuestra ser mucho más débil y canalla, aunque las apariencias traten de decir lo contrario.

<Quien a medida que avanza en edad reduce el ideal, se empequeñece hasta no ser nadie.

<El hábito de la verdad (hay que hacer de ella un hábito acendrado) necesita CUNA y EDUCACIÓN  responsable. Ello me lo enseñaron cuando estudiaba bachiller, interno en el Instituto Aguilar y Eslava de Cabra: En el inmenso comedor almorzábamos la colegiatura entera. Nos trajeron de postre nísperos con cuyos huesos uno apretándolo entre los dedos, lo lanzó como un balín a los otros;  a renglón seguido era el local frete de huesos volando a uno y otro lado: Un bedel llamó urgente al Director del Internado  e Instituto. No tardó en aparecer don José Arjona y Lopez, catedrático, y estuvo un tiempo paseando por entre las mesas, el gesto endurecido, el labio superior, con bigote, pisando el labio inferior. El silencio era infinito (al que le aplicara un expediente académico sería expulsado sin poder estudiar en ningún otro Instituto) y la espera de sus palabras se nos hizo eterna; al fin  habló de esta dura guisa: “Señores colegiales, me veo en la necesidad de decirles que ustedes acaban de evidenciar que sus respectivos padres, no tienen educación. Dotar a ustedes de educación es responsabilidad indeclinable de los padres; como la nuestra, el equipo de profesores, dotarles a ustedes de ciencia suficiente para ser hombres de bien. Quedan castigados todos a no salir al campo de recreo mientras el profesorado estudiamos un correctivo lectivo. Sigan comiendo los nísperos que les quede….

<Mentir pues, como lo hacen los políticos de todo pelaje a un pueblo abatido, es no ser personas nunca.