ASI PIENSO
<Quien alcanza ---atenido a ello hablo y escribo pese a lo peligrosos
que es--- un alto e indeclinable grado de sinceridad, ha limpia su alma del
bajo polvo de la piara.
<Enseñarle al niño la mentira, o
dejar que se la digan los maestros mercenarios, es darle caramelos envenenados. El niño tiene intangible
derecho a la verdad como tiene derecho a
la salud.
<Quien se aprovecha de las
circunstancia del débil, demuestra ser mucho más débil y canalla, aunque las apariencias
traten de decir lo contrario.
<Quien a medida que avanza en edad
reduce el ideal, se empequeñece hasta no ser nadie.
<El hábito de la verdad (hay que
hacer de ella un hábito acendrado) necesita CUNA y EDUCACIÓN responsable. Ello me lo enseñaron cuando
estudiaba bachiller, interno en el Instituto Aguilar y Eslava de Cabra: En el
inmenso comedor almorzábamos la colegiatura entera. Nos trajeron de postre
nísperos con cuyos huesos uno apretándolo entre los dedos, lo lanzó como un
balín a los otros; a renglón seguido era
el local frete de huesos volando a uno y otro lado: Un bedel llamó urgente al
Director del Internado e Instituto. No
tardó en aparecer don José Arjona y Lopez, catedrático, y estuvo un tiempo
paseando por entre las mesas, el gesto endurecido, el labio superior, con bigote,
pisando el labio inferior. El silencio era infinito (al que le aplicara un
expediente académico sería expulsado sin poder estudiar en ningún otro
Instituto) y la espera de sus palabras se nos hizo eterna; al fin habló de esta dura guisa: “Señores
colegiales, me veo en la necesidad de decirles que ustedes acaban de evidenciar
que sus respectivos padres, no tienen educación. Dotar a ustedes de educación
es responsabilidad indeclinable de los padres; como la nuestra, el equipo de
profesores, dotarles a ustedes de ciencia suficiente para ser hombres de bien.
Quedan castigados todos a no salir al campo de recreo mientras el profesorado
estudiamos un correctivo lectivo. Sigan comiendo los nísperos que les quede….
<Mentir pues, como lo hacen los
políticos de todo pelaje a un pueblo abatido, es no ser personas nunca.